Una, ignorantona como es, no deja de sorprenderse día a día con las cosas que tiene la ciencia, que ya saben ustedes que avanza que es una barbaridad. La semana pasada, o esta, que no sabe una ya con tanta fiesta en qué día vive, se produjeron varios fenómenos meteorológicos verdaderamente extraños. La lluvia no es extraña en sí misma, pero cuando lo que llueven son cientos de pájaros o café del campo, ya me contarán ustedes si la cosa es para preocuparse o no.
Pues a mí me preocupa. Y me preocupa más allá de la muerte de tanto animalillo, que sí, que es una pena, que no le habían hecho daño a nadie. Me preocupan casi más las explicaciones que he leído del fenómeno. Dicen los que estudian estas cosas, que ya son ganas, francamente, que puede ser debido al estrés que les han podido producir las celebraciones del fin de año. Pues no vean cómo deben celebrar el fin de año en Arkansas. Osea, como esto se confirme, el año que viene no me esperen para comer las uvas, que estaré en la plaza mayor de Little Rock, esperando las campanadas matasuegras en ristre y que sea lo que Dios quiera.
Miren que me suelo yo tomar a la ligera las protestas por los ruidos nocturnos, pero si bandadas enteras de avecillas se estresan hasta el punto de morir en pleno vuelo por unos petardos de nada, lo mismo me lo tengo que hacer mirar y pedirles disculpas, incluso encargar algún rosario de desagravio en la iglesia de Santa Lucía, a los miembros de alguna asociación vecinal de nuestra ciudad por lo que suelo pensar de sus protestas.
Claro que, como hay gente ‘pa’tó’, ya lo decía El Gallo, otros estudiosos, vaya si hay gente que estudia de todo en este planeta, oigan, achacan las muertes a una posible tormenta que habría tenido lugar a tremenda altura y habría acabado con los cráneos de los pajarillos agujereados a base de granizazos. Osea, que vayan abandonando teorías conspiratorias que impliquen a la NASA, a la CIA o a cualquier otro organismo tan a mano siempre para conspirar. Que es una lástima, porque una buena conspiración nos mantiene siempre entretenidísimos, recuerden si no el asunto de los peones negros. Y tampoco es achacable a cualquier fenómeno paranormal que es otra de las cosas que nos gusta disfrutar, como bien sabe Iker Jiménez.
De todas formas, no se crean que esto no da para pensar. Porque claro, lo de la tormenta de granizo en el cielo de Arkansas o en el de Falköping, localidad sueca donde también mueren bandadas de pajarillos al son del granizo, pues parece una explicación de lo más lógica. Pero ya cuando lo que mueren son bancos de peces en un río de Maryland, y vuelve a aparecer como posible explicación la del estrés de los animalillos, pues como ya les digo que soy ignorantona me preocupa que esto pueda ser una plaga bíblica o algo y se empiecen a estresar todos los bichos del planeta, por parejas, como en el Arca de Noe.
Seguro que a alguno de ustedes les puede parecer cosa nimia lo de la alteración nerviosa de los animalitos, claro, porque hablamos de aves y pececillos, pero imaginen ustedes cuando les toque el turno de estresarse a los elefantes o a las ballenas azules. Yo, francamente, preferiría que no me pillara cerca.
Pues a mí me preocupa. Y me preocupa más allá de la muerte de tanto animalillo, que sí, que es una pena, que no le habían hecho daño a nadie. Me preocupan casi más las explicaciones que he leído del fenómeno. Dicen los que estudian estas cosas, que ya son ganas, francamente, que puede ser debido al estrés que les han podido producir las celebraciones del fin de año. Pues no vean cómo deben celebrar el fin de año en Arkansas. Osea, como esto se confirme, el año que viene no me esperen para comer las uvas, que estaré en la plaza mayor de Little Rock, esperando las campanadas matasuegras en ristre y que sea lo que Dios quiera.
Miren que me suelo yo tomar a la ligera las protestas por los ruidos nocturnos, pero si bandadas enteras de avecillas se estresan hasta el punto de morir en pleno vuelo por unos petardos de nada, lo mismo me lo tengo que hacer mirar y pedirles disculpas, incluso encargar algún rosario de desagravio en la iglesia de Santa Lucía, a los miembros de alguna asociación vecinal de nuestra ciudad por lo que suelo pensar de sus protestas.
Claro que, como hay gente ‘pa’tó’, ya lo decía El Gallo, otros estudiosos, vaya si hay gente que estudia de todo en este planeta, oigan, achacan las muertes a una posible tormenta que habría tenido lugar a tremenda altura y habría acabado con los cráneos de los pajarillos agujereados a base de granizazos. Osea, que vayan abandonando teorías conspiratorias que impliquen a la NASA, a la CIA o a cualquier otro organismo tan a mano siempre para conspirar. Que es una lástima, porque una buena conspiración nos mantiene siempre entretenidísimos, recuerden si no el asunto de los peones negros. Y tampoco es achacable a cualquier fenómeno paranormal que es otra de las cosas que nos gusta disfrutar, como bien sabe Iker Jiménez.
De todas formas, no se crean que esto no da para pensar. Porque claro, lo de la tormenta de granizo en el cielo de Arkansas o en el de Falköping, localidad sueca donde también mueren bandadas de pajarillos al son del granizo, pues parece una explicación de lo más lógica. Pero ya cuando lo que mueren son bancos de peces en un río de Maryland, y vuelve a aparecer como posible explicación la del estrés de los animalillos, pues como ya les digo que soy ignorantona me preocupa que esto pueda ser una plaga bíblica o algo y se empiecen a estresar todos los bichos del planeta, por parejas, como en el Arca de Noe.
Seguro que a alguno de ustedes les puede parecer cosa nimia lo de la alteración nerviosa de los animalitos, claro, porque hablamos de aves y pececillos, pero imaginen ustedes cuando les toque el turno de estresarse a los elefantes o a las ballenas azules. Yo, francamente, preferiría que no me pillara cerca.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 8 de enero de 2011).
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