martes, 21 de mayo de 2013

La mala educación



Qué jodido está el mundo cuando un ser humano es capaz de entrar en barrena, o sea, indignarse hasta la saciedad y sacar lo peor de sí mismo, cuando es testigo de una manifestación de cariño entre dos personas del mismo sexo.

¿Pensaban ustedes, queridísimos e inteligentes amigos míos, que estas cosas ya no pasaban? Yo también. Pero claro, también pensé que el Estado de Bienestar había venido para quedarse y ya ven.
Que miren que son ganas de agarrarse un cabreo por un beso habiendo motivos más cualificados como tales si uno es de natural violento. Sanguíneo le decían antes. Pero es que a mí la imagen mental que me provoca me da un poquito de grima. Qué quieren, una es tirando a basta, pero tiene su corazoncito. 

Hale, querida, vuelve de los Cerros de Úbeda que no está el tiempo para excursiones.

Lo que les decía, que ya son ganas de pasar uno un mal rato y, sobre todo, de hacérselo pasar a los demás, así, de gratis. Porque, oigan, yo entiendo que se ponga uno como una hidra con cefalea si presencia las penurias de otro ser humano. O, qué les digo yo, con la imagen de las víctimas de un atentado, de una persona abusando de otra, del cartel de la alegre muchachada en las pasadas elecciones, que tantas ‘alegrías’ nos está proporcionando, de Mickey Rourke comiendo un limón… yo qué sé… de las cosas feas de la vida. ¿Pero descompensarse los biorritmos por una expresión de amor? 

Pues sí. Hay energúmenos que prefieren ver, incluso que prefieren que las vean sus hijos,  imágenes de cualquier forma de violencia a que vean imágenes de cualquier forma de amor. De hecho, seguramente, aunque esto pertenece ya a mi particular cabreo, también prefieren que los suyos ejerzan la primera a según qué forma de lo segundo.

Seguramente no saben a cuento de qué viene toda esta disertación que les estoy largando abusando de la santa paciencia que me tienen. Pues viene a cuento de un hecho que sucedió este mismo domingo en Madrid y del que me he enterado gracias a las redes sociales, esa inmensa y maravillosa corrala, donde uno de sus protagonistas, Gabi, lo ha contado.

Cuenta Gabi que el domingo, mientras comía con un amigo en un restaurante madrileño, un padre de familia, presente esta, les montó un ‘dos de mayo’ en pleno día 19 cuando ellos decidieron demostrar su mutuo cariño con un beso. Que imagino yo que no montaran una escena digna de la codificación de Canal +.

Relata la serie de improperios que protagonizaron el ‘escrache’ del semoviente biempensante. A dónde llegarían los rebuznos, que los muchachos, avergonzados y pretendiendo que nadie de los allí presentes aguantara ni un minuto más el ‘chorreo’ de la acémila, decidieron abandonar el establecimiento. 

Lo bueno es que, aunque esto no es un cuento sino un hecho real, tiene final feliz, al menos para Gabi y su amigo.  Fueron los propios camareros y el resto de clientes del local quienes les impidieron que se movieran del sitio y dejaron claro quién se tenía que ir. Hay momentos en los días en que recupero mi fe en el ser humano, en general, y en el que tiene alguna neurona más de las necesarias para no cagarse en los desfiles, en particular.

Pero después de ese momento de euforia, digno del final de ‘Sonrisas y Lágrimas’, recuerdo la realidad en la que vivimos. Una realidad que se compone de infinitos matices y de un ingente número de personas que no los entienden, y que tampoco comprenden que no es necesario entender nada, simplemente respetarlo. Pues tampoco. 

Y no me veo yo ahora mismo lo suficientemente didáctica para con esa gente. En este momento lo que me pide el cuerpo es desasnarles a base de hostias con la mano abierta, que ni que la cierre merecen. 

Pero quédense tranquilos, amigos, no tendrán que llevarme tabaco a la trena. No lo haré. Nos respeto tanto a todos que me comeré las ganas, aunque se me indigesten.

Por quienes sí lo siento es por los vástagos del energúmeno. Entre el ejemplo familiar y lo que les deparará la ‘nueva’ educación nacional católica que se nos viene encima, solo les deseo que les pille confesados.

Qué cosas tengo. Pobres. Eso será lo fácil.

domingo, 19 de mayo de 2013

La última estación


No les descubro nada nuevo, queridos, al decirles que soy torpe.  Ya saben ustedes de mi dispersión mental y de mi escasa capacidad de análisis, pero les anuncio que me siento especialmente torpe en estos tiempos confusos de gentes confusas  que utilizan lenguajes confusos. 

Hubo un tiempo en el que solía entender a casi cualquiera siempre que utilizara un correcto castellano. A veces, ni siquiera eso era necesario, bastaba un pequeño esfuerzo y me ponía al día. Pero ahora no. Ahora me resulta casi imposible comprender nada de lo que leo y escucho. 

En un presente plagado de simulaciones de despidos en diferido, ¿ven? lo escribo pero no lo entiendo, la última explicación peregrina ha llegado de boca de la ministra Pastor que ha ‘aclarado’ que “no se cerrarán estaciones, pero el tren no parará en ellas”. Bueno, como adivinanza le veo futuro, pero como explicación me parece más bien confusa. Menos mal que la ministra acude en mi ayuda y me aclara que, si bien no se suprimirán estaciones de recorridos de media distancia, "en paradas donde hay uno o, a lo más, tres viajeros" el tren no se parará. Ahora ya me queda meridiano. Pero hubiera ayudado mucho que, de principio, Pastor hubiera dicho que salvo que nos sea rentable la línea, y ganemos con ella el dinerito que no somos capaces de recaudar a las grandes fortunas ni de conseguir que paguen los defraudadores, a los viajeros que les pueden ir dando por donde amargan los pepinos. 

Que no sé, a estas alturas, de qué me sorprendo. La alegre muchachada ya nos ha dejado claro que les importamos todos una higa. Bueno, todos no, que a veces soy exageradísima, solo los desempleados, los dependientes, los pensionistas, las mujeres, los estudiantes, los enfermos, los funcionarios, los investigadores, los periodistas (algunos, claro), los votantes… El resto sí. Para el resto trabajan denodadamente.

Que sí, que sí. Que lo ha dicho el otro día la presidenta de Nuevas Generaciones. Que ‘Fatiga’ Báñez es “un hada madrina para los jóvenes”. Y oigan, se ve que sigue sus pasos. Los de la ministra de Empleo, digo. La una confía en la Virgen del Rocío para que nos saque de esta encrucijada raruna en la que nos encontramos y la otra en un hada madrina. Lo normal.

Y todo así. Porque a estas alturas ya estamos afónicos de gritar que no queremos una reforma de la Educación en la que impongan su ley los obispos. Pues que si no quieres arroz, taza y media. Que nos vamos a tener que tragar el catecismo, la Virgen del Rocío, el hada alucinada y el sursum corda. Así no hay quien afronte la operación bikini, miren lo que les digo. Y luego que si los niños tienen sobrepeso. Pero ¿qué quieren? Con la de cosas que tienen que tragar. 

Lo único positivo es que nos hemos librado de comernos los rosarios. Ha decidido Gallardón que  están mejor en nuestros ovarios. Caprichoso que nos ha salido el chaval. Y terriblemente ahorrativo, porque, quieran que no, los rosarios van más baratos que las bolas chinas.

Que yo no sé de qué nos quejamos las feministas si todo lo hace por nuestro bien. Para que podamos ser mujeres completas, queramos o no, eso qué importa, además de que no nos arriesguemos a cometer un pecado abortando, ahí, a lo loco. Es lo que tenemos las débiles mentales, que nos tiene que tutelar un ministro salido de entre los mejores momentos del manual de la Sección Femenina. 

Con este paisa(na)je y mi cortedad de entendederas estoy pensando en irme a una de esas estaciones que no piensa cerrar la ministra Pastor y quedarme allí a ver pasar los trenes, con mi bolso de piel marrón y mis zapatitos de tacón, como una Penélope del Nano cualquiera.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cortina rasgada



Yo, de joven, quiero ser como José María Izquierdo (aka, El ojo izquierdo) para poder analizar lo que dicen los de la caverna mediática y los de alegre muchachada política con tino y rigor, como él, y que no se me escape ni un detalle. 

Esto lo llevo yo queriendo desde el primer día que le leí, pero hoy es más una necesidad que un deseo. Y es que hoy se me acumulan dimes y diretes y tengo las neuronas pidiendo auxilio ante tanta necedad y seguro que me dejo algo por el camino.

Hoy, ayer para cuando ustedes lean esto, empezábamos el día (es un decir, que ya iba avanzada la mañana) con la noticia de que la infanta Cristina ya no estaba imputada en el caso ese que protagoniza su marido por presunto sinvergüenza. Me declaro ignoranta en cuestiones legales pero no puedo evitar que me quede la sensación, parece que casi universal, por otra parte, de que la justicia no es igual para todos. Pero tampoco puedo decir que suponga una sorpresa para estos rizos serranos, que no es que esperaran otra cosa. Pero a cuenta de esto empieza la ronda de declaraciones ministeriales. Al del ramo, el ministro, quiero decir,  le parece “una magnífica noticia porque es una infanta de España”.  Como frase no tengo un pero que ponerle, pero como declaración de un ministro de Justicia me parece una puta mierda. Que ya sospechábamos los españolitos de a pie que eso de que todos somos como siameses ante la ley no era más que una cortina de humo que pretende ocultarnos que si eres alto y delgado (y ex olímpico) como tu madre y tu mujer hija de rey, como su padre, es harto difícil que des con tus huesos en un juzgado. De la trena ni hablamos que es perder el tiempo y ni ustedes ni yo vamos sobrados ya de nada a estas alturas.

Aún sin haber digerido las declaraciones de Margallo, viene Fernández Díaz, a la sazón ministro de Interior, a relacionar el aborto con ETA. Que tienen algo que ver, dice, pero no demasiado. Está Amparo La Ciega que trina, no les digo más. Luego ha querido aclarar, comunicado del Ministerio mediante, que lo que quería hacer era contestar más tarde a lo del aborto y que se ha hecho la declaración un lío. Oiga, don Jorge, que es usted ministro, haga el favor. Que con decirles a los plumillas que sobre ese tema les contesta más tarde se le cuadran todos como si fuera usted capitán general de las Fuerzas Armadas y cazase elefantes en Botswana.

Pero claro, le ha podido la afición. La afición a comparar todo aquello que no les gusta, les lleva la contraria o les incomoda con ETA.  Vaya, que yo soy Mike Godwin y les pido royalties y si se niegan les llevo de cabeza a la SGAE. Por mis ovarios etarras.

¿Piensan ustedes que con esto teníamos bastante para pasar un martes cualquiera del mes de mayo? Consérvense así de optimistas, queridos míos, son enternecedores. Y no se vayan todavía, que aún hay más.

Habíamos llegado a la hora de comer con estas muestras de logorrea ministerial y nos las prometíamos muy felices con el análisis de la logorrea de Mourinho que nos habíamos guardado para la hora de la siesta, cuando nos damos de orejas con el debate de la moción presentada por el PSOE contra la reforma de la ley del aborto que perpetra el PP. Vale, no hay que ser Luis Carandell para asegurar que se iba a montar el pollo y acertar.

Cual Miura de palo, sale la diputada del Partido Popular encargada de defender la reforma, Beatriz Escudero, y se disparan las alarmas del detector de necedades. La diputada por Segovia abandona los chiqueros al paso alegre de la paz para acabar derrotando en burla. No, no es un error, en burla. Porque no se puede definir de otra forma, al menos en horario infantil, lo que declaró el morlaco. El de las pipas Facundo resulta una eminencia a su lado, con ripio y todo.

"¿Saben ustedes que en España las mujeres que se ven abocadas al aborto son las que menos formación tienen? No lo digo yo, señorías, lo dice la estadística. La razón no lo dan los chillidos, la razón lo da un argumento sólido y contundente". Está el asunto a un nivel que a cualquier cosa llamamos argumento. Especialmente si es sólido y contundente. Lo de la concordancia de género se lo dejo a los académicos que cobran por explicar estas cosas a quien no sabe.

Y luego está ‘la Estadística’, esa señora que lo mismo nos sirve para un roto que para un descosido y que nadie ha logrado, a estas horas, saber de dónde viene. Será hija no deseada de madre ilustrada que fue a dar con sus datos en un hospicio.

Otro argumento de la misma solidez y contundencia aportado la segoviana es que abortan más las mujeres asalariadas que las paradas. Y yo, que ya tengo mis ovarios etarras hartos de rosarios macarras, solo soy capaz de preguntarme qué quiere decir Escudero con estos ‘argumentos’. ¿Estará justificando la Reforma Laboral como método anticonceptivo creyendo marcarse puntos con Mariano? Pero entonces, ¿a qué viene mencionar lo de la formación si al paso que se están cargando la educación esto en dos días va a ser un erial? No entiendo nada.

Y en esas estaba menda, devanándose las meninges, que bonitas me las he dejado, cuando me da por entrar en Twitter, invento del maligno, y leo a mi nueva luminaria algo que termina por desconcertarme del todo: “Los proabortistas votan defender los embriones de cefalopodos (se conoce que como son embriones aún no se les ha desarrollado la tilde) y mamíferos (ah, pues no va a ser eso) porque sufren. Por qué no defienden el embrión de un ser humano?”.

Y en ese momento es cuando me entrego de hoz y coz a la teoría de la conspiración, que si Pedro José puede yo no voy a ser menos.  ¡Otra cortina de humo! Cortina, rasgada pero cortina al fin y al cabo, que pretende mantenernos entretenidos preguntándonos de dónde saca esta gente tanta soplapollez mientras sus mayores se dedican a devastar el país. 

Tiene la cortina un ‘costurón’ de tal envergadura que ya imagino que a esta conclusión habían llegado ustedes mucho antes que yo y sin echarle tanto rollo, pero una es que es de natural vago, por parte de padre. Eso y que me resultaba difícil creer que gente que tendrá corazoncito, e incluso madre, se ponga tan alegremente a los pies de los caballos con insensateces de este calibre solo por mantener impoluto a su líder carismático.

Y aquí lo voy a tener que dejar, que me ha entrado la risa floja. 

Voy a ver si sueño con Michael Armstrong, que para un martes cualquiera del mes de mayo es un plan más que ideal.