Queridos Reyes, majos, como no es que haya sido muy buena que digamos ni en el pasado año ni en los anteriores, no me he atrevido a enviarles esta carta en la fecha que, en rigor, correspondía. Luego he pensado que no podía dejar pasar la ocasión. Cuestión de elegancia y saber estar.
Majestades, no les molestaré con peticiones para mí, no creo merecerlas, pero sí me atreveré a hacerles un ruego, que es más un consejo para ustedes, para que puedan mantener el nivel que siempre tuvieron. Sé que no es lo común y que no será fácil, que ustedes están por encima del bien y del mal, pero inténtenlo, saldrán ganando y con ello, todos nosotros. ¿Quieren hacer el favor de decirle a su retoño que se informe de a quién le hace entrega de según que galardones? A ser posible, antes de que los entregue, más que nada para que vaya preparado, listo, ya, y no haga el canelo diciéndole, pongamos por caso, al alcalde de Santander que “la necesidad de una cooperación entre administraciones locales y agentes públicos y privados para fomentar seriamente la innovación en los municipios es algo imprescindible para lograr una economía verdaderamente sostenible”. No por nada, es que, mayormente, le importa un carajo. Que sí, que sí, lo que yo les diga.
Verán, majestades, a ese señor a quien el príncipe le hizo entrega ayer (entenderán que para cuando les llegue esta misiva hayan pasado unos días, que el Pony Express ya no es lo que era, osea, el pasado día 13) del premio que el Ministerio de Ciencia ha otorgado a la ciudad de Santander nombrándola Ciudad de la Ciencia y la Innovación, éstas ocupan, dentro de su orden de prioridades, el mismo lugar que Manolo García y Quimi Portet. Que a mí no me gusta hablar, conste, pero es que este muchacho está más ocupado haciéndose fotos, en las que sale guapísimo, en las inauguraciones de las obras que le pagan otros y, claro, no tiene tiempo para estas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas.
No es mi intención que sus majestades le echen la bronca al heredero, no. Sólo que le adviertan de que se lea mejor la letra pequeña cuando le toca hacer este tipo de papelones. Que la culpa no es suya, no vayan a castigarle sin la paga, que tendrá la criatura muchos gastos que afrontar. La culpa es de quien tuvo la feliz ocurrencia de otorgar el dichoso premio a una ciudad cuyo alcalde no sólo no está interesado en el I+D+i, más allá de instalar semáforos led y pantallas de plasma en los autobuses municipales para informar a los ciudadanos vaya usted a saber de qué, si no que torpedea cualquier iniciativa en ese campo que amenace su tranquilidad vital y tal. Pregúntenle, si no me creen, a Emilio Botín dónde ha tenido que instalar su Centro de Datos. O pregunten por el PCTCAN o cómo le entran palpitaciones con la energía eólica. En casa, a veces, nos preocupa su salud. Luego se nos pasa.
No quisiera entretenerles que tendrán cosas que hacer. Agradecida y emocionada, cual Lina Morgan, se despide atentamente,
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 15 de enero de 2011).
Majestades, no les molestaré con peticiones para mí, no creo merecerlas, pero sí me atreveré a hacerles un ruego, que es más un consejo para ustedes, para que puedan mantener el nivel que siempre tuvieron. Sé que no es lo común y que no será fácil, que ustedes están por encima del bien y del mal, pero inténtenlo, saldrán ganando y con ello, todos nosotros. ¿Quieren hacer el favor de decirle a su retoño que se informe de a quién le hace entrega de según que galardones? A ser posible, antes de que los entregue, más que nada para que vaya preparado, listo, ya, y no haga el canelo diciéndole, pongamos por caso, al alcalde de Santander que “la necesidad de una cooperación entre administraciones locales y agentes públicos y privados para fomentar seriamente la innovación en los municipios es algo imprescindible para lograr una economía verdaderamente sostenible”. No por nada, es que, mayormente, le importa un carajo. Que sí, que sí, lo que yo les diga.
Verán, majestades, a ese señor a quien el príncipe le hizo entrega ayer (entenderán que para cuando les llegue esta misiva hayan pasado unos días, que el Pony Express ya no es lo que era, osea, el pasado día 13) del premio que el Ministerio de Ciencia ha otorgado a la ciudad de Santander nombrándola Ciudad de la Ciencia y la Innovación, éstas ocupan, dentro de su orden de prioridades, el mismo lugar que Manolo García y Quimi Portet. Que a mí no me gusta hablar, conste, pero es que este muchacho está más ocupado haciéndose fotos, en las que sale guapísimo, en las inauguraciones de las obras que le pagan otros y, claro, no tiene tiempo para estas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas.
No es mi intención que sus majestades le echen la bronca al heredero, no. Sólo que le adviertan de que se lea mejor la letra pequeña cuando le toca hacer este tipo de papelones. Que la culpa no es suya, no vayan a castigarle sin la paga, que tendrá la criatura muchos gastos que afrontar. La culpa es de quien tuvo la feliz ocurrencia de otorgar el dichoso premio a una ciudad cuyo alcalde no sólo no está interesado en el I+D+i, más allá de instalar semáforos led y pantallas de plasma en los autobuses municipales para informar a los ciudadanos vaya usted a saber de qué, si no que torpedea cualquier iniciativa en ese campo que amenace su tranquilidad vital y tal. Pregúntenle, si no me creen, a Emilio Botín dónde ha tenido que instalar su Centro de Datos. O pregunten por el PCTCAN o cómo le entran palpitaciones con la energía eólica. En casa, a veces, nos preocupa su salud. Luego se nos pasa.
No quisiera entretenerles que tendrán cosas que hacer. Agradecida y emocionada, cual Lina Morgan, se despide atentamente,
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 15 de enero de 2011).
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