martes, 30 de diciembre de 2014

Había una vez... un circo



Aunque me lo nieguen, queridísimos míos, no me voy a creer que cuando han leído ustedes el título de esta magnolia no lo han hecho cantando. Que no. Que ni aunque me lo juren con la mano solemnemente colocada encima de la Biblia y por el 4G de su móvil me lo creo. Ustedes lo han leído tal y como yo lo he escrito, arrancándose por Gaby, Fofó, Miliki y Fofito, que para eso, ustedes y yo, tenemos una cultura. Y una edad, sin ánimo de señalar.

De la misma manera, estoy segura de que, salvo tristes excepciones, todos hemos querido alguna vez  formar parte de un circo. Un deseo de lo más comprensible y sano cuando se es un infante y que deja de serlo, comprensible y sano digo, según se van cumpliendo años. Que, lo miren como lo miren, hacer el payaso, en la peor de las acepciones de la maravillosa palabra, con menos de 18 años tiene un pase, hacer ‘payasadas’ con 54, pongamos por caso, no hay forma de justificarlo por más que nos empeñemos salvo que sea la honrada forma de ganarse uno la vida, claro está.

Les confieso que hubo un tiempo, aquel en que los animales hablaban, que a mí también me fascinaba lo circense. Que tengo el alma payasa no es cosa que les vaya a descubrir a estas alturas, pero no era esa mi vocación, eso lo llevo yo en el código genético y puñetero ese que parece ser tenemos todos. Lo que yo quería era emular a Pinito del Oro, trepar a un trapecio y ver el mundo desde prudente altura, que así es difícil que salpique nada.

Por desgracia, el vértigo frustró mi carrera de trapecista. El vértigo y la maldita manía esa que tienen los adultos de considerar que con cinco años no se puede ser independiente. No vean qué ‘corajina’ me entró. Que aún me dura, no les digo más. Aunque, de un tiempo a esta parte, la noto menguante.

Porque no me digan ustedes que no tienen la sensación de vivir instalados en un circo de cinco pistas en el que el director se ha vuelto loco, ha tirado por la calle del medio, sorteado cinco leones y tres elefantes, se ha echado las pulgas de los perros saltarines al hombro y ha decidido suplir al malabarista de los platillos con una de sus manos mientras la otra la dedica a lanzar cuchillos con dudosa puntería.

Lo peor de todo es que en sus ratos libres pretende emular a Pepe Tonetti sin darse cuenta de que no tiene ni pizca de gracia y no alcanza a ser siquiera… un triste ‘payaso’.

(Publicado en Gente en Cantabria el 30 de diciembre de 2014).

martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad sin Talida



Talida es una personita que en sus tres años y medio de vida ya ha sufrido más que muchos adultos. Ha conocido el horror de nacer de padres maltratadores, en busca y captura por ello; se ha enfrentado a cambios en su vida que superarían a cualquiera; ha aprendido, a base de desapegos, a ser independiente y arisca, a almacenar pan  para subsistir, a rechazar el afecto por desconocimiento, a sufrir.

Ahora, Talida sigue aprendiendo. Hoy, (lunes 22 de diciembre) cuando el país está pendiente de los números de la ilusión, en el mismo momento en que comenzaba el sorteo de la Lotería de Navidad, Talida ha aprendido lo que significa la frialdad administrativa. Ha entendido lo que es ser un expediente, un número del que poco importa si ha pasado la noche con cuarenta grados de fiebre o si eres apenas un bebé que ya conoce la hiperactividad, el miedo a lo tangible y no a los monstruos imaginarios que se van con la luz del día. Hoy a Talida la han separado de sus padres de acogida merced a la aplicación impersonal y fría de la ley.

Hace 16 meses la vida de Talida cambió. La niña fue entregada en acogida a Beatriz y José María. Superados los primeros recelos, la pequeña fue, poco a poco, adaptándose a su nueva familia. Ya no escondía pan en cualquier rincón para asegurarse la subsistencia, se acostumbró a que la cuidaran y dejó de actuar consigo misma como un adulto permitiendo a sus padres que la llenaran de mimos, recibía ‘atención temprana’ para superar sus miedos e inseguridades y aprendió a relacionarse normalmente con su entorno.

Pero una administración fría e impersonal ha decidido que Talida sea dada en adopción a otra familia, reclamando de sus padres de acogida la entrega de la niña este lunes de ilusión y salud, avisando para ello con apenas 72 horas de margen. Poco importa si Beatriz y José María han manifestado su intención de ser ellos los adoptantes. Menos aún que Talida haya pasado este periodo con fiebre, sabedora, sin duda, de la inminente separación. Sin duda, para Talida ha vuelto el invierno.

(Publicado en Gente en Cantabria el 23 de diciembre de 2014).

viernes, 12 de diciembre de 2014

¿Quién teme al lobo feroz?



Qué será lo que le ha dado a todo el mundo con los lobos, me pregunto mientras clavo mi pupila marronácea en la pantalla en blanco. Da la impresión de que quisieran acabar con su presencia sobre la faz de la tierra o, al menos, sobre esa parte de la faz que llamamos Cantabria.

Digo yo que no será el afán de venganza por lo de Caperucita. Porque más que frío ese plato ya no hay quien se lo coma. Además, Caperucita era una niña la mar de maja y tranquila y con la sana costumbre de cuidar de sus mayores, pero tampoco es para que se monte un pogromo lobuno con la pila de años que hace desde que Perrault la aupó al mainstream infantil y lo poquito damnificada que salió la muchacha tras su encuentro con el lobo malo malísimo.

Mas se conoce que algo de aquella historia se nos quedó, ahí, ‘aberronchado’ al cortex cerebral y, ahora, vayan a saber por qué razón, nos agarra una furia asesina que no estamos contentos si no matamos un lobo o ocho antes de cenar. Y no digo yo, Dios me libre, que los lobos sean hermanitas de la caridad animal, que algún estropicio tienen apuntado entre el ganado de alta montaña y más de un perro guardián, y más de dos, se las han visto pardas con ellos en el ejercicio de su deber. Pero de ahí a celebrar San Valentín al estilo Chicago años 20 en el Parque de Cabárceno un 28 de noviembre no me digan que no va un mundo. 

Que una cosa es una manada de lobos a su libre albedrío por las montañas de La Liébana, llevando a cabo escabechinas entre cabras y ovejas con el consiguiente quebranto patrimonial de los ganaderos (tampoco nos engañemos, solo Heidi sabía los nombres de todas las ovejas del rebaño de su abuelito dime tú) y otra muy otra, disparar a lobos adultos en cautividad porque están resultando un problema para la paz organizada de un parque natural, tal como ha denunciado el diputado regionalista Javier López Marcano.

Llámenme loca, que ya saben que todito se lo consiento, pero si en el primer supuesto me parece que antes de echarse el rifle al hombro y darse a la caza indiscriminada de la bestia, sobre todo si se es miembro del SEPRONA, se podría intentar controlar la presencia de estas en las proximidades de las ganaderías y establecer medidas de custodia y prevención de ataques y que estas se cumplieran por parte de los probos ganaderos, el segundo supuesto me parece directamente una canallada. Si nos ponemos exquisitos y le damos matarile a todo aquel que perturba la paz organizada, ya les aviso que mis flores favoritas son los girasoles, las margaritas y, si se ven espléndidos, los tulipanes. Estrafalaria que es una.

Ahora nos toca esperar las explicaciones de los responsables del negociado en el Gobierno (qué quieren, me he levantado graciosa hoy). A ver cómo justifican el asesinato, a tiros (eso sí, del calibre .22, como en las novelas de Agatha Christie) de ocho lobos adultos en un recinto que se supone conservacionista. Si es porque la abuela fuma, ni se molesten, ya lo sabíamos. 


(Publicado en Gente en Cantabria el 12 de diciembre de 2014).

viernes, 5 de diciembre de 2014

Que el cielo les juzgue



¿No les pasa a ustedes que cuándo  les recomiendan una película (o un libro, una canción, una ciudad) tan vehementemente que dan ganas de patrocinarla, una vez vista, se les queda el cuerpo como un tanto ‘despegao’, con una sensación de desengaño solo comparable a la de recibir un artículo ‘milagroso’ pedido en el ‘teletienda’?

A mí me pasa mucho. Y no soy yo muy exigente, francamente. Y en cuestiones de cine, menos, que con que el film no contenga niño, perro, extraterrestre o historia de amor apasionado y trágico ya me viene bien. Me tenían que ver huir a trote cochinero de cualquier recomendación que incluya la expresión “es muy bonita”, “muy tierna” o, ya en modo pedante, “de una gran emotividad e intensidad”. Entenderán que ‘ET, el extraterrestre’ me produzca escalofríos, y eso que el bicho me parece una monada.

Pues esto que me pasa con las recomendaciones artísticas me pasa con todo en la vida. Que cuanto más me lo recomiendan más miedo me da, que luego pasa lo que pasa, que te quedas como ‘despegada’ y es una sensación muy desazonadora esa de andar por la vida como Santa Teresa, viendo sin vivir en ti. Y bastante tiene una con lo que tiene, como para parecerse a Teresa de Ávila, por muy santa que fuera la buena mujer.
Aunque bien mirado, lo mismo es una idea para sobrellevar los desatinos que nos ofrece el siglo. Lo de convertirse una en santa aunque sea a fuerza de ver estrenos lacrimógenos, digo, que peor fue lo de Santa Águeda y por ahí sí que no paso.

Decía que puede resultar interesante convertirse en santa, lo del martirio en estos tiempos lo llevamos de serie, que los santos están dotados de poderes sobrehumanos como la paciencia, la capacidad de sacrificio, la bondad… esas cosas. La capacidad de perdón tengo que revisar si aún forma parte del kit oficial, porque al paso que la vamos gastando con tanto arrepentimiento después de alguna barbaridad no sé si ya será un bien escaso y habrá que hacer méritos para que te la concedan.

Porque no me digan ustedes que no son necesarias buenas dosis de paciencia, bondad y capacidad de sacrificio para sobrellevar el día a día y sobrevivir a la cantidad de insensateces, que nos asaltan a cada segundo. Y tengan presente que digo insensateces porque siempre pueden estar ustedes leyendo esto en horario infantil y no se puede decir putadas que queda mucho más ilustrativo.

Bien es cierto que a nadie se le ocurrió recomendarme que votara a quienes nos están haciendo pasar las de Caín. Para eso hace falta tener más valor que Manzanares y más moral que el Alcoyano, ahí, todo a la vez. Digo que a nadie se le ocurrió, pero con todo y con eso, aquí les tengo, (des)gobernándome. Y eso, como película, es mala malísima. Tan mala que dan ganas de irse del cine. Pero no nos dejan salir. El acomodador ha cerrado a cal y canto y de aquí no se mueve nadie. Ni él. Además, amenaza con doble sesión. Y eso sí que no.

No veo el momento en que termine este drama y se abran, de nuevo, las grandes alamedas.

(Publicado en Gente en Cantabria el 5 de diciembre de 2014).

viernes, 28 de noviembre de 2014

Ángeles con caras sucias



Desde aquel famoso despido en diferido acuñado para su mayor gloria por la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, el uso del eufemismo en este país debería estar en condiciones de cotizar en bolsa. La cantidad de expresiones suaves o decorosas de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante (definición del término según la RAE) que nos han saltado a las retinas daría para pavimentar el camino al cielo de las buenas intenciones. 

Yo, que soy muy de atropar cada moda que pasa por delante de mí, ha sido darme cuenta de lo que da de sí un eufemismo y hacerme mega fan. Tanto, que se me hacen pocos los que tengo a mi alcance, así que me he liado la manta a la cabeza y voy coleccionando aconteceres de difícil explicación para, cuando tenga un momento libre, crearles eufemismo que los expliquen y poder, así, con este afán de servicio público que me embarga, ganarme el derecho a echar, en un futuro que espero muy lejano, unos cantecitos con Gardel y ‘Polaco’ Goyeneche en ese cielo tan cotizado, que la garganta con arena la llevo yo de fábrica.

Así ando, con los rizos a toda máquina pergeñando cómo voy a darles expresiones suaves o decorosas a según qué cosas. Porque a una, que además de un ser de luz es bruta como un arado, lo que le viene a la neurona y a la boca, prácticamente sin solución de continuidad, cuando se entera de que tres sacerdotes y un profesor de religión son acusados de pederastia únicamente son palabras malsonantes. Pero de un mal sonar que le haría sangrar los oídos a Tourette. No les digo nada cuando me entero de que, a estas horas, uno de los sacerdotes ya ha depositado los 10.000 euros de la fianza que les impuso el juez encargado del caso. El bueno de Georges Gilles debe de andar escandalizado. 

Pero he de ser fuerte y olvidar que quienes tienen como misión en la vida, según su creencia, extender por el orbe el mensaje de paz y amor, de hacer el bien y cuidar especialmente de los niños del bueno de Jesús de Nazaret son capaces de semejante aberración. Que el nazareno era mucho de utilizar expresiones alambicadas a la hora de explicarse y lo mismo interpretaron mal lo de “amaos los unos a los otros”, que hay gente muy básica.

Aunque pensándolo bien, llamar básicos a esta piara que hoy nos ocupa no parece muy correcto. Me refiero a básico en el sentido de sencillo. Básicos, sencillos somos ustedes y yo que no creo que ni juntando todas nuestras posesiones lleguemos a sumar los tres millones de euros de que disponen, en formato 19 casoplones, esos que predican acerca de la caridad cristiana, el amor fraterno y que tienen, al menos tres de ellos, voto de pobreza asumido.

Claro que también, en su contrato laboral, va implícito el voto de castidad y miren ustedes cómo lo respetan.
Del de obediencia ni hablamos, que tiene que estar Bergoglio que fuma en pipa. Este hombre, con la mala vida que le están dando, un día de estos termina hablando peor que yo.


(Publicado en Gente en Cantabria el 28 de noviembre de 2014).