sábado, 9 de mayo de 2020

Mi amigo Andrés

Él no es consciente, nunca lo ha sido, pero mi amigo Andrés tiene un don, lo que ahora llaman un superpoder, vaya.  Sin necesidad de ponerse el calzoncillo por encima de los leotardos, que ya ves tú qué ganas; ni de embozarse en una capa oscura o dejarse las uñas tan largas como las de Rosalía; sin más aparatajes  que su sonrisa y sus ganas, mi amigo Andrés va para superhéroe. A mí me hace una ilusión loquísima, porque, oye, tener un amigo superhéroe no es algo de lo que pueda presumir todo el mundo. Yo sí. Y estoy como loca por presumir. Soy la Pantoja un Domingo de Ramos, con eso te lo digo tó.

Sin duda, la mejor capacidad que tiene el ser humano es hacer felices a los demás. Pues a Andrés le rebosa por cada poro de la piel. A ver. Que con las palizas a bailar que se mete, los poros los tiene que tener más abiertos que el túnel de Tetuán, siempre que no tenga goteras. El túnel, que mi amigo, además de superpoder, tiene una avería importante, pero goteras ni una.

No me líen que me despisto. Decía que mi amigo Andrés es un superhéroe con el superpoder  de hacer felices a los demás. ¿Habrá algo mejor en la vida? 

Andrés lleva desde el minuto uno de este maldito confinamiento alegrándonos los fines de semana. Pero alegrándonoslos hasta donde no se pueden imaginar. Ha abierto el balcón de su casa para que nos juntemos telemáticamente una panda de descerebraos a cantar y bailar con él; para que riamos hasta la agujeta; para que nos encontremos los amigos que no podemos vernos, de aquí, de allá, de mucho más allá; para que compartamos risas, cervezas, calimochos, vinos, gintonics, galletas… bueno, esa es otra historia que no viene al caso, no me sean cotillas… Ha conseguido hacer de los fines de semana de esta cuarentena un oasis de alegría y buen rollo que no podremos agradecerle por más años que vivamos.

Los superhéroes modernos no van solos por la vida. Eso se lo dejan a tipos como Superman o Batman, que ya ves tú qué tristes. Los superhéroes modernos se juntan en cuadrillas de superhéroes. Dios los cría y el viento les arremolina. Y Andrés, otra cosa no, pero es modernísimo. Así que ha arremolinado en torno suyo a un grupo de colegas con superpoderes y ahí les tienen, haciendo el bien. Un poco raritos sí que son, también les digo. Todos ellos tienen el mismo superpoder que Andrés, repartir felicidad. Que podían haberse currado más la puesta en escena… puede, pero para qué. El guión de esta película se ha ido escribiendo sobre la marcha y desde aquí les anuncio que va directa a Los Goya. 

El grupo se hace llamar G5. Vale, no había nadie revisando ese negociado. Pero no les podemos pedir más. Sería de mala gente. No se le puede pedir más a quienes lo están dando todo. Empezaron arropando a Andrés en su confinamiento. Mientras él nos divertía le proveían de todo lo que le fuera necesario. Algún caprichito también cayó, que es superhéroe pero humano, un poquito de porfavor. Pero se les hacía poco a las criaturas y poquito a poco fueron pergeñando un plan. Y convirtieron el balcón de Andrés en El Balcón de Tu Alegría. De la nuestra, comparsas paraditos pero agradecidos. Y se fueron viniendo arriba, a lo tonto, casi sin darse cuenta, como quien no quiere la cosa, y de repente nos vimos cómplices de una iniciativa solidaria en forma de camisetas y tazas como recuerdo de que una vez participamos de un experimento hecho a fuerza de generosidad. Una vez en la vida al menos. Y sonará todo lo moñas que ustedes quieran pero es precioso.

Esperen, que me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda, que les tengo ley. A ver, que no les he explicado que todo lo que se recaude por la venta de las camisetas y las tazas (la línea de ropa interior la están trabajando pero no es seguro que vea la luz… esperen, esto ha quedado un poco raro ¿no es cierto? Bah, pa’ prao), decía, que todo lo que se recaude se pondrá a disposición de los Servicios Sociales para que lo distribuyan entre los que peor lo están pasando en esta pandemia. No me digan que no es para comérselos a besos. 


Nuestro G5, como todas las cuadrillas de superhéroes que pueblan el país, que son muchísimas, son gente no solo generosa sino también muy discreta. Pero ya les he comentado que a mí me gusta presumir, así que me apetecía contarles esta historia. Además, como ahora no pueden replicarme (que su poco de pesaditos también tienen, eh, no se crean, que no saben más que darnos las gracias a los demás, mira tú qué empeño más tonto) aprovecho para mostrarles mi eterno agradecimiento y creo que, sin temor a equivocarme, el de los más de 200, más de 300 a veces, que nos juntamos cada fin de semana. Habéis hecho que estos dos meses hayan sido muchísimo más fáciles de sobrellevar. Y así revestida por mí misma de la capacidad de hablar (ay) por todos ellos, también os digo chicos que contéis con nosotros para lo que sea. Solo tenéis que silbar.

¡Ah! Casi se me olvida. Que les tengo un cuchicuchi. Pchst, acérquense que se lo cuento al oído. El nombre secreto de superhéroe de mi amigo Andrés es Trina. Ahora van y lo cascan.