miércoles, 24 de noviembre de 2010

Si se calla el cantor

Rafael Amor regresa a la que él considera su casa, Santander, tras su vuelta hace ya más de tres años a su tierra natal, Argentina, dando por terminado su ‘exilio’.
Para quienes nos ha hecho más agradables las tardes lluviosas de muchos inviernos, volver a tenerle en casa es un placer. Además, viene con disco nuevo bajo el brazo y, qué quieren, eso siempre le da más ganas a una de echar una tarde musical. Luego viene la cruda realidad, como el crudo invierno, y no podré acudir, obligaciones laborales mediante.
Di que casi mejor, porque a mi edad me viene fatal verme inmersa en una redada policial. Y como está la cosa últimamente, casi fijo que me vería. Y no tiene ya una años para que la pongan de rizos en la calle con la ‘pelúa’ que está cayendo estos días, que como siga así podemos convertirnos en embajada de Gstaad o Aspen. No, si esquiar no esquío, pero ¿a que me ha quedado de un pijo muy propio? Era la intención, darlings.
Seguramente estarán ahora pensando que soy una exagerada, no por lo de las embajadas, que también, si no por lo de salir detenida de una actuación de un cantautor, por muy argentino que sea. Pero se lo explico gustosamente, que es que no están ustedes a la última en noticias locales.
Hace unos días, mis amigos Tito y Luis tuvieron la brillante idea de organizar un concierto en su bar, imagino que aprovechando este empacho de cultura que nos ha agarrado las entrañas en esta ciudad últimamente, que es que estamos en un plan que no hay hijo de madre que nos aguante. Pues dicho y hecho. Se trajeron un grupo que, a decir de los allí presentes, se marcaron medio concierto que les estaba sabiendo a gloria a los afortunados que tuvieron tiempo para ir de oyentes. Y sólo fue medio, no por falta de ganas de los músicos que ya les digo que estaban ‘entregaos’, sino porque se personó la autoridad competente y se jodió el concierto. Que me vayan desalojando que se nos han quejado los vecinos. Que es que también hay comunidades que son peor que la de Desengaño 21, señor Cuesta.
Total, que se quedaron sin concierto. Y me cuentan que no fueron los únicos. Por lo visto, y esto pertenece ya al terreno del más puro chisme, otro local, en otra calle de esas que suena mucho, se atrevió a organizar otro concierto y también se personó la autoridad competente y se tuvieron que disolver. Ya se sabe del peligro que tiene esta gente bohemia. Que se empieza por dejarles interpretar música y acaban por montarte una manifestación de apoyo al Sáhara en menos que Montserrat Caballé te canta un aria.
Me cuentan que en la notificación que se entregó a uno de estos dos locales, no conseguí averiguar a cuál, como motivo de la disolución se adujo el estar desarrollando una actividad cultural. No sé como no están los organizadores ahora mismo camino de Guantánamo. Por terroristas peligrosos. Pero ya les digo, esto pertenece al terreno del chisme y no pongo la mano en el fuego por que sea cierto. Aunque si me preguntan mi opinión les diré que cosas más raras se han visto en esta ciudad. Y lo que te rondaré morena.
Menos mal que me aclaran que Rafael Amor actúa en el CASYC. Ahí, aún, la cultura está a salvo.
Tal como está la cosa en el mundo, esperemos que no hagan callar al cantor.
Ya lo decía su amiga Mercedes Sosa. Si se calla el cantor, calla la vida.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 24 de noviembre de 2010).

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