viernes, 26 de noviembre de 2010

Santander, universo ‘micro machine’

Nunca he sido muy de películas de superhéroes y supervillanos. Siempre me ha parecido que vistas una, vistas todas. Personajillo apocado que, mutación mediante, se vuelve salvador del mundo alto, guapo y vestido de lagarterana y se convierte en la peor pesadilla de algún rencoroso bajito, feo, malo malísimo y también vestido de lagarterana. No entiendo por qué aún en Lagartera no han hecho ya algo al respecto, francamente. No tienen visión comercial.
Mientras que en el héroe es casi condición sine qua non que se haya producido la dichosa mutación para que, de buenas a primeras, se convierta en una hermanita de la caridad con la musculatura de Arnold Swacheneger, los motivos del villano para querer apoderarse del mundo suelen proceder de un trauma infantil, juvenil o en pleno colodrillo. Y yo, que siempre pensé que un trauma lo que produce es un chinchón, físico o en el alma, me encuentro con que también puede producir el desarrollo de un ego hipertrofiado. Y de ahí a querer dominar el universo, un paso.
Otro de los daños colaterales de la egolatría es la ilusión de que el mundo entero, incluida la vecina del quinto, se ha confabulado contra nos y no tienen más misión en la vida que hacernos pasar las de Caín. Hombre, que digo yo que tampoco es de extrañar que si a uno le da por pretender ser el rey del universo micro machine a los presuntos ‘reinados’ no les venga bien e incluso confabulen un poquito para impedirlo. Pero como soy todo candor, termina siempre por darme pena del pretendiente al trono, porque sé que al final va a llegar el superhéroe y a base de ensaladas de leches le va a mandar al exilio antes de la toma de posesión. Lo que les decía, previsible todo.
Visto todo lo anterior, entenderán que pese a que me aburran las películas del género entiendo el mecanismo. Pues me pasa lo mismo con la política de esta ciudad, de esta región, que entiendo el mecanismo, pero cada día me aburre más. Y ya cuando los egos hipertrofiados se desbordan cual río en época de lluvias torrenciales, la pereza que me entra llega a rebasar los límites establecidos por la OMS. Que es que hay días que me llegan a poner un ‘perezómetro’ y lo hago estallar. Hoy es uno de esos días. Y que cuándo no es fiesta, dirán ustedes. Pues también tienen razón. Un no parar de bostezar, oiga.
Puede que en mi desidia de hoy tenga algo que ver el propio día en si, que tiene un aspecto de irse a acabar el mundo que no se lo salta un pasiego. Pero fundamentalmente la culpa es de este afán tan mío y tan masoca de leer la prensa según me levanto. Que no me dará un día de estos por hacer punto de cruz o tejer una bufanda o yo qué sé. Cualquier cosa que me tenga entretenida lejos de los periódicos y además me quite el frío. Pues no.
Y hoy me he encontrado con que el alcalde de las televisiones ha sufrido un ataque de ego desmedido y se siente perseguido y acosado por el Parlamento Regional, así, al completo. Que ha sido leerle declarar que “Desde hace varios meses el Parlamento de Cantabria sólo se usa para atacar al alcalde de Santander” e imaginarme a San Rafael, bastón en alto en una mano y enarbolando un mule giratorio en la otra, seguido de Tobías, encabezando una horda de diputados regionales con la mirada perdida al frente y recitando “tú tienes la culpa, tú tienes la culpa, tú” mientras señalan con dedo acusador al ínclito, que ríanse ustedes de Donald Sutherland en La invasión de los ultracuerpos.
Pero tranquilos todos. Que aún no cumple todos los requisitos para supervillano.
Éste viste bien.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 26 de noviembre de 2010).

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