lunes, 5 de septiembre de 2016

Desidia (al borde del mar)



Tengo la desidia cotizando en bolsa. Al alza. Si la cosa, en general, sigue así hago estallar el Ibex, el Dow Jones y el Nikkei del tirón. Y por si quieren ir poniendo sus inversiones a buen recaudo, ya les aviso que no tiene la pinta esto de mejorar. Qué aburrido es todo el mundo y qué empeño en aburrirnos a los demás.

Bien saben ustedes (cualquier día empiezo a tutearles, que ya son unos años y hay confianza, por mucho asco que dé) que soy exagerada por parte de ancestros. En realidad, no todo el mundo es aburrido, solo los aburridos residentes, que suelen ser los mismos temporada tras temporada. Pero aburren tanto que parecen multitud. Especialmente a alguien como quien les escribe que no tiene capacidad para aburrirse por sí misma. En serio, soy incapaz de aburrirme sin interferencias exógenas. A mí  un techo blanco me resulta apasionante, así que echen cuentas.

Pero hay personas, dúos, cuadrillas y bandas organizadas que elevan mi hastío hasta el infinito y más allá. Mediocres que utilizan su entorno de forma ventajista, acusan, mienten y manipulan a otros mediocres que confunden las artimañas con el talento mientras parezca que estas aportan algo a sus intereses. Lo que viene siendo un “de puta a puta, taconazo” de libro; dúos de ‘cómicos’ sin gracia que consiguen convertirse en marabunta para insultar, vejar y amenazar, utilizando una presunta superioridad moral a todo aquel que incumpla sus normas vitales que, como los principios de Groucho Marx, hoy son estas, pero pueden cambiarlas cuando les plazca; cuadrillas de mezquinos que utilizan su situación de privilegio contra las críticas que les afectan, por mucha razón que tengan estas, y bandas de ‘pelotas’ que hoy ven extraordinariamente bueno  lo que no hace mucho criticaban hasta la saciedad. Que sacian, se lo digo yo, sacian. 

Dice mi amiga Blanca que el año pasado aprendió a desconocer a mucha gente. Yo, que voy más lenta, ya saben de mi torpeza vital, aún estoy en ello. Pero he descubierto que no se me da mal. Sobre todo porque esas personas nunca significaron demasiado ni aportaron a mi vida nada relevante, únicamente ocupaban espacio y daban sombra al botijo. Hale, a esparragar, que hay que hacer sitio para que mis amigos de siempre estén cómodos y puedan respirar a gusto. También los que van llegando. Y los que vendrán. Gente que no me aburre y, sobre todo, que aporta tantas buenas cosas que a veces dan hasta ganas de agradecérselo. 

Gente como  Olga Agüero, a quien agradezco ese lápiz afilado, honesto y certero, tres veces negado y miles reivindicado, y ahí seguiremos, compañera; como mis ‘primos’ Guillem y Óscar, que tienen más valor que El Alcoyano y corren sin cejar en el empeño detrás del sueño de informar libremente, cueste lo que cueste; como Quique, mi gruñón de cabecera, que no permite que nos ‘desmandemos’, tanto da que sea a diestra o a siniestra, él es un hombre ‘centrado’; como Manuel Rico (a quien, aclaro, no conozco más allá de su faceta pública) que es capaz de poner un punto de sensatez y cientos de análisis centrado y sagaz en este loco mundo de la comunicación; como Carla Antonelli, compañera de militancias, que intenta construir un mundo mejor y empezando por ponérselo de peineta; como Pilar González y David Remartínez, que aportan al mundo un punto de vista especial y lo cuentan de forma más especial aún y a quienes de joven quisiera parecerme, aunque solo fuera una mijita; como Pablo y Nacho, que nunca, repito, nunca, conseguirán aburrirme, si acaso, que muera de un ataque de risa y buen rollo; como Óscar, con quien tanto coincido, a pesar de los pesares, y gente como Carlota, Leo u Olivia, que acaban de llegar o están en ello y de quienes, espero, sean mejores que nosotros y, sobre todo, mejores que ellos. Disculpen la soberbia. Y el arrebato.

viernes, 18 de marzo de 2016

Ningún ser humano es ilegal. Nunca



El mismo día que los grupos del Congreso llegaron a un acuerdo con el Ministerio de Asuntos Exteriores por el que Mariano Rajoy rechazará las expulsiones colectivas de refugiados y defenderá que se abran vías legales de acceso a suelo comunitario, como visados humanitarios, durante su intervención en el Consejo Europeo, los cántabros, al igual que miles de ciudadanos de toda España, salieron a la calle a mostrar su más profunda repulsa por el preacuerdo entre la Unión Europea y Turquía que da vía libre a las devoluciones sumarias en caliente.

Más de una veintena de organizaciones sociales, políticas y sindicales convocaron a la ciudadanía a mostrar su rechazo ante un acuerdo que consideran “ilegal e inmoral” y que “atenta contra los derechos humanos y el derecho de asilo”.

En el extenso manifiesto que sustentaba la convocatoria, las organizaciones firmantes denuncian que la Unión Europea “trata a los refugiados como moneda de cambio con el Gobierno de Turquía” y señalan que con este preacuerdo “el proyecto de construcción europea muestra de nuevo su deterioro, con un acuerdo que traslada la crisis de los refugiados fuera de sus fronteras, “abandonando los valores y principios que configuran Europa como un espacio común de libertad, seguridad y justicia, fundada sobre los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad”, tal y como refiere el Preámbulo de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

NADIE ES ILEGAL

La indignación, la desilusión y la vergüenza eran los sentimientos que predominaban entre el medio millar de almas concentradas ante la Delegación del Gobierno en Cantabria. “Es un acuerdo vergonzoso”, “esta no es la Europa que queremos, la que soñábamos”, “se les debería de caer la cara de vergüenza por traficar así con esa pobre gente”, son algunas de las frases que se escuchaban entre los asistentes. “La supuesta ilegalidad de los inmigrantes nunca es tal. Las personas no son ilegales, si acaso, pueden atravesar situaciones de ilegalidad administrativa”, argumentaba un asistente al escuchar una de las frases coreadas en la concentración: “Ninguna persona es ilegal”.

Otros, la mayoría, muchos de ellos ‘viejos’ militantes en la defensa de los Derechos Humanos, manifestaban su decepción por lo que consideraban escasa participación. “La defensa del derecho de refugio y asilo es básica. De ‘parvulitos’ de humanidad. Si no crees en eso, ¿qué clase de ser humano eres? No sé porque no somos miles hoy aquí”.

GOTA MALAYA

Pero es difícil sustraerse de los mensajes que desde algunos lados del espectro social más arcaico e irracional se lanzan a diario. Con constancia de ‘gota malaya’ escuchamos argumentos económicos y sociales que no por falsos tienen menos público. El miedo a los extranjeros que vienen a quitarnos el trabajo, a acabar con nuestras costumbres, a violar a nuestras mujeres, a convertir la muy civilizada y vieja Europa, por no llamarla rancia, en un paraíso del terrorismo islámico, aún contiene a muchos ciudadanos a la hora de dar rienda suelta a la parte amable de su humanidad. Ni siquiera el martes, cuando el Congreso en pleno, es decir, la más amplia representación de la sociedad española, acordó posicionarse en contra, sin fisuras, del preacuerdo con Turquía. Parece que el ‘permiso’ de algunos llegó tarde y mal a sus representados. O había competición futbolística europea, que también puede ser.

CORTEMOS LAS CADENAS

Otra de las consignas coreadas clamaba por cortar las cadenas y devolver la libertad, con la que (supuestamente) nacen todos los seres humanos, a las personas que están ‘presas’ en las fronteras, sin poder volver a sus países de origen, de donde huyen por el riesgo que corren sus vidas, ni avanzar hacia otros países que les den cobijo, porque ‘la pela es la pela’ y Europa parece que ha apostado por solucionar el asunto a golpe de talonario. Como reza el manifiesto, “Europa ha comprado las devoluciones a Turquía por 3.000 millones de euros por los costes de gestión y 3.000 millones adicionales en 2018”. Por no hablar de la agilización de la entrada de Turquía en la UE. Nunca fue tan corpóreo el fantasma de la Europa de los mercaderes.

Tú (Turquía) te las apañas para controlar que no llegue a suelo europeo ningún refugiado al que no hayamos dado el visto bueno, recoges a los que te devolvamos y vas eternizando la provisionalidad de los actuales campamentos, y yo (Europa) a cambio te doy una pasta gansa y la promesa de que verás convertirse tu suelo en europeo en menos de lo que tarda Erdogan en violar cualquiera de los derechos fundamentales. 

Y una vez convertida Turquía en parte de la vieja Europa ¿qué hacemos con los refugiados?

No sé si queremos verlo.

(Publicado en Gente en Cantabria el 18 de marzo de 2016).

(Fotografía: Tomás Blanco).