El mismo día que los grupos del Congreso llegaron a un acuerdo
con el Ministerio de Asuntos Exteriores por el que Mariano Rajoy rechazará las expulsiones
colectivas de refugiados y defenderá que se abran vías legales de acceso a suelo
comunitario, como visados humanitarios, durante su intervención en el Consejo Europeo,
los cántabros, al igual que miles de ciudadanos de toda España, salieron a la
calle a mostrar su más profunda repulsa por el preacuerdo entre la Unión Europea
y Turquía que da vía libre a las devoluciones sumarias en caliente.
Más de una veintena de organizaciones sociales, políticas y
sindicales convocaron a la ciudadanía a mostrar su rechazo ante un acuerdo que consideran
“ilegal e inmoral” y que “atenta contra los derechos humanos y el derecho de
asilo”.
En el extenso manifiesto que sustentaba la convocatoria, las
organizaciones firmantes denuncian que la Unión Europea “trata a los refugiados
como moneda de cambio con el Gobierno de Turquía” y señalan que con este
preacuerdo “el proyecto de construcción europea muestra de nuevo su deterioro,
con un acuerdo que traslada la crisis de los refugiados fuera de sus fronteras,
“abandonando los valores y principios que configuran Europa como un espacio
común de libertad, seguridad y justicia, fundada sobre los valores de la dignidad
humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad”, tal y como refiere el Preámbulo
de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
NADIE ES ILEGAL
La indignación, la desilusión y la vergüenza eran los sentimientos
que predominaban entre el medio millar de almas concentradas ante la Delegación
del Gobierno en Cantabria. “Es un acuerdo vergonzoso”, “esta no es la Europa
que queremos, la que soñábamos”, “se les debería de caer la cara de vergüenza por
traficar así con esa pobre gente”, son algunas de las frases que se escuchaban
entre los asistentes. “La supuesta ilegalidad de los inmigrantes nunca es tal.
Las personas no son ilegales, si acaso, pueden atravesar situaciones de ilegalidad
administrativa”, argumentaba un asistente al escuchar una de las frases coreadas
en la concentración: “Ninguna persona es ilegal”.
Otros, la mayoría, muchos de ellos ‘viejos’ militantes en la
defensa de los Derechos Humanos, manifestaban su decepción por lo que consideraban
escasa participación. “La defensa del derecho de refugio y asilo es básica. De
‘parvulitos’ de humanidad. Si no crees en eso, ¿qué clase de ser humano eres?
No sé porque no somos miles hoy aquí”.
GOTA MALAYA
Pero es difícil sustraerse de los mensajes que desde algunos
lados del espectro social más arcaico e irracional se lanzan a diario. Con
constancia de ‘gota malaya’ escuchamos argumentos económicos y sociales que no
por falsos tienen menos público. El miedo a los extranjeros que vienen a quitarnos
el trabajo, a acabar con nuestras costumbres, a violar a nuestras mujeres, a convertir
la muy civilizada y vieja Europa, por no llamarla rancia, en un paraíso del terrorismo
islámico, aún contiene a muchos ciudadanos a la hora de dar rienda suelta a la
parte amable de su humanidad. Ni siquiera el martes, cuando el Congreso en pleno,
es decir, la más amplia representación de la sociedad española, acordó
posicionarse en contra, sin fisuras, del preacuerdo con Turquía. Parece que el
‘permiso’ de algunos llegó tarde y mal a sus representados. O había competición
futbolística europea, que también puede ser.
CORTEMOS LAS CADENAS
Otra de las consignas coreadas clamaba por cortar las cadenas
y devolver la libertad, con la que (supuestamente) nacen todos los seres humanos,
a las personas que están ‘presas’ en las fronteras, sin poder volver a sus
países de origen, de donde huyen por el riesgo que corren sus vidas, ni avanzar
hacia otros países que les den cobijo, porque ‘la pela es la pela’ y Europa parece
que ha apostado por solucionar el asunto a golpe de talonario. Como reza el
manifiesto, “Europa ha comprado las devoluciones a Turquía por 3.000 millones
de euros por los costes de gestión y 3.000 millones adicionales en 2018”. Por
no hablar de la agilización de la entrada de Turquía en la UE. Nunca fue tan
corpóreo el fantasma de la Europa de los mercaderes.
Tú (Turquía) te las apañas para controlar que no llegue a suelo
europeo ningún refugiado al que no hayamos dado el visto bueno, recoges a los
que te devolvamos y vas eternizando la provisionalidad de los actuales campamentos,
y yo (Europa) a cambio te doy una pasta gansa y la promesa de que verás convertirse
tu suelo en europeo en menos de lo que tarda Erdogan en violar cualquiera de los
derechos fundamentales.
Y una vez convertida Turquía en parte de la vieja Europa ¿qué
hacemos con los refugiados?
No sé si queremos verlo.
(Publicado en Gente en Cantabria el 18 de marzo de 2016).
(Fotografía: Tomás Blanco).
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