sábado, 20 de septiembre de 2014

Una piedra en el camino



Parece mentira que con tanto rato como llevamos los seres humanos en danza sigamos fuertemente ‘acharranchados’ al adagio de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Digo que parece mentira no por confianza en la evolución de la humanidad, que solo se da a ratos, sino por el número de tropiezos, que lo veo francamente escaso.

Miles de años evoluciona que te evoluciona  para llegar a la situación de hoy mismo que, si exceptuamos las vestimentas, los avances tecnológicos y poco más, difiere en poco del panorama que debieron disfrutar los neardentales. Algo debió fallar en la conexión espacio tiempo y sin darnos cuenta nos colamos en un bucle y ahí seguimos cómodamente instalados viendo la vida pasar.

Que alguien me explique si no cómo es posible que actualmente haya casi una treintena de países en guerra; 159 países y territorios cometen abusos contra los Derechos Humanos, de los cuales: 112 someten a torturas a sus ciudadanos; 101 reprimen el derecho de su ciudadanía a la libertad de expresión; 80 someten a personas a  juicios injustos y sin garantías; en 57 países se detiene a presos de conciencia; en 21 se sigue aplicando la pena de muerte; en 36 países mujeres, hombres y niños son desalojados de sus viviendas; en 31 se producen desapariciones forzosas; en todo el mundo 12 millones de personas son apátridas y hay 15 millones de personas en la faz de la tierra registradas como refugiados. Estas cifras proceden del Informe Anual de Amnistía Internacional del año pasado y se corresponde a la recopilación hecha por la organización en 2012.

Fíjense, queridos amigos, que allá por el siglo II antes de Cristo Tito Maccio Plauto ya escribió en su ‘Comedia de los Asnos’ aquello de “lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro” que más tarde, mucho más, en 1651,  rescataría  y popularizaría Hobbes en su obra ‘Leviatán’. (Desde aquí les digo que me corroe la envidia con la capacidad que tenía este par para poner títulos a sus obras). Más allá de demostrarles mi facilidad para utilizar la Wikipedia (no vayan a confundirme con una erudita, hasta ahí podíamos llegar) lo que pretendo señalar es que el diagnóstico lleva hecho más tiempo que el cardado de Pitita Ridruejo y, pese a ello, el remedio se ve cada día más lejos. 

Porque hasta aquí hemos hablado de conflictos armados, juicios administrativos, asesinatos legales, desapariciones… pero no hemos entrado en otras violaciones de derechos y otras tropelías que los hombres con poder ejercen sobre los que no lo tienen. Y podríamos hacerlo. De hecho, de primera mano. Podríamos hablar de la destrucción de un sistema sanitario en el que todas las personas tenían cabida, gratuito y de calidad y en el que no se emitían facturas hospitalarias a la familia de una fallecida por negligencia igualmente hospitalaria; de una educación también universal y de calidad en la que se igualaban las oportunidades de los hijos del obrero y del patrón, y que igualmente ha sido desmantelada; de un sistema de protección social en el que las personas más desfavorecidas tenían un ‘colchón’ que salvaguardaba su vida y su dignidad; de la libertad y la dignidad de las mujeres, esa parte de la sociedad a la que están devolviendo a épocas oscuras en las que eran poco más que un electrodoméstico multiusos que lo mismo paría hijos para conservar la especie que hacía un puchero para alimentarla; de personas a las que se les discrimina por su opción sexual mientras se les exigen los mismos deberes que al resto y, de paso, un poquito de decoro, que hay niños; de niños pasando hambre porque es mejor eso que se les visibilice como ‘pobres’… 

Ha vuelto la España en blanco y negro en la que el hombre es un lobo para el hombre. Con todo mi respeto para los pobres lobos que no tienen nada que ver en todo este ‘fregao’. Las metáforas son así.

(Publicado en Gente en Cantabria el 11 de julio de 2014).

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