No les cuento nada nuevo si les
digo que vivo instalada en la duda permanente. Es más, imagino que comparto
solución habitacional con la mayoría de ustedes. Y si no es así, les pido por
su madrecita santa que compartan el secreto, yo por mí misma no encuentro las
respuestas.
Son tantas las preguntas que no
sé ni por dónde empezar. ¿Por el empeño de nuestros gobernantes en llevarle la
contraria a la mayoría de la sociedad? Pues no es mal comienzo, porque, hasta
donde yo llego, una mayoría les eligió para que dirigieran sus destinos, lo
cual nos hace suponer, a mí al menos, llámenme simple que les dejo, que no
sería mala idea escuchar a esa mayoría a la hora de tomar decisiones. Pero ese
es el camino fácil y aquí nos gustan los retos.
Después de los dos años que nos
hemos pasado de manifestación en manifestación, como mariposita histérica en un
jardín japonés, es hasta normal que ya no se convoquen algaradas todos los días
aunque solo sea para pedir explicaciones. Más que nada porque ya empezaba a
ponerse complicado saber dónde, a qué hora y porqué tocaba tirarse a la calle.
Yo me había hecho una hoja de Excel para llevar el control, no les digo más.
Claro que tras el vicio de pedir
dicen que está la virtud de no dar. Y nuestros actuales gobernantes son muy de
no dar explicaciones ni al lucero del alba. Y cuando las dan estas son tan
peregrinas que dan ganas de mandarlas al Rocío con María del Monte de la mano.
¿Que las familias reclaman que se
mantengan abiertos los comedores escolares en verano a causa de la
imposibilidad de muchas de ellas de alimentar a sus hijos? El Gobierno decide
que no, hombre, no. Que así lo único que se consigue es estigmatizar a los
niños señalándoles como pobres. Antes famélicos que señalados.
¿Que toda la comunidad escolar
tiene puesto el grito en el cielo con el comienzo del curso escolar, el precio
de los libros, del material escolar y la aplicación de la LOMCE? Exagerados
son. Ya dice el consejero que de caos
nada. Que es todo un mundo de luz y de color.
¿El aeropuerto ‘Seve
Ballesteros Santander-Parayas’
pierde pasajeros a ritmo de Jerry Lee Lewis tocando al piano ‘Great
balls of fire’? No hay de qué preocuparse. El consejero de Industria, el cielo
confunda, argumenta que nuestro aeropuerto “es hoy más fuerte que nunca porque
tiene más conexiones y compañías operando de las que ha habido jamás”. Que cada
día se parezca más al de Castellón es una menudencia. O una broma sin gracia.
Que en una región como la
nuestra, en la que aumenta sin paro el número de desempleados, muchas,
muchísimas de las personas que conservan su empleo puedan ser considerados,
según los baremos oficiales, pobres, sería un buen argumento para una
adivinanza si no fuera porque es la triste realidad en que vivimos.
Y todo así.
Mientras, nuestros gobernantes
presumen de recuperación económica; de buscar consensos (disculpen la
carcajada); de eficacia; de austeridad (esto corre el peligro de convertirse en
risa boba, verán); de transparencia. Del amiguismo, el nepotismo, la
imposición, las ‘amnistías’ a los privilegiados, el incumplimiento de
compromisos (electorales o presupuestarios) y de dejar Cantabria como un páramo
no dicen nada.
Y ahí seguimos, dudando si nos
toman por idiotas o simplemente les importa una higa nuestra opinión. O ambas.
(Publicado en Gente en Cantabria el 20 de septiembre de 2014).
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