viernes, 4 de febrero de 2011

No os comáis las margaritas

Miren que me había prometido no darle pábulo al anormal de Sostres, que bien sabido es que este especimen destila lo que destila para llamar la atención de sus mayores y que le haga alguien un poquito de caso, pero es que no puedo evitar comentar su entrada al mundo de la política activa, que ya saben ustedes que a mí es un tema que me priva.
Resulta que el homínido éste, viendo lo despistado que está Mariano, Rajoy, of course, en lo que viene siendo la economía, estúpido, y su falta de propuestas para sacarnos de la crisis, se ha puesto zarpas a la obra y le ha dejado escrito un decálogo de lujo al futurible. Por si se da el caso, oiga, de que presida este país asolado por la banda de rojos que lo gobierna, que me lo están dejando como un erial, señora, lo que yo le diga. Que no tiene desperdicio no hace falta ni decirlo. Que me estoy buscando un alquiler barato en Vladivostok lo más cerca es una exclusiva que les doy.
Antes de analizar el decálogo, le voy a regalar un consejo al nuevo economista, así, de gratis. Para que luego digan que tengo mala leche ‘granaína’. Se lo juro, me lo han dicho. El consejo: cuando le entregue las medidas al futurible, escríbaselas con letras de imprenta y cuélgueselas al cuello, no sea que las pierda. Que luego le pasa como el otro día en Veo7 y no puede satisfacer la curiosidad de la plebe porque no entiende su propia letra. Que no es que no tenga medidas, es que ni él las entiende, desconfiados, que son todos ustedes unos desconfiados.
Al lío. Diez medidas como diez soles que traigo. Me las quitan de las manos.
La primera es que nada sea gratis. Hace el Salvador una defensa del sudor de la frente y se carga de un plumazo el sentido del Estado. Es decir, a tomar vientos la Educación y la Sanidad universales y gratuitas y que cada uno se valga por uno mismo. Y en caso de darse alguna minusvalía (¡silencio! que el artista se está jugando la vida) que lo impida, el Estado, que ya nos hemos cargado, acuérdense, en todo caso hará caridad. La segunda, crear una red privada de hospitales y colegios para no hacer “una competencia desleal a la iniciativa privada”. La tercera va textual, que no me hago responsable, “acabar con las subvenciones. El Estado no tiene que subvencionar nada ni alterar la estimulante competición entre los ciudadanos libres”, ou yeah. En la cuarta, lanzado como va, nos hace un majadito con los medios de comunicación y los partidos políticos y sindicatos. Ahí, muy picadito todo, para que no se note. Cierre de las televisiones públicas, titula el asunto. Aunque debía ser para ahorrar, porque en la primera frase ya incluye a los periódicos y radios en el asunto y autocita el punto tres sobre subvenciones, para ir a parar a la estación de que partidos políticos y sindicatos tendrían que disolverse si no son rentables (¿?), pasando por la parada de que deben mantenerse de donaciones privadas y cuotas de militantes. Sigo sin hacerme responsable, tengan esto muy presente. Me limito a dar fe y no dar crédito.
Y como no hay quinto malo, ahí les va este. Libertad de horarios. “El Estado no es nadie (no, si ya. Te lo cargaste ahí arriba, chico, ¿no te acuerdas?) ni tiene que regular para nada los horarios que cada ciudadano libre tenga en su negocio. Cada bar o discoteca tiene que poder abrir hasta la hora que decida su propietario (olé tus huevos. Ya si eso, se lo explicas tú a los ciudadanos libres). Si los clientes hacen ruido al salir, que sean multados por la policía si realmente infringen alguna ley (¿Policía? ¿Ese cuerpo que pertenece a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado? Pues la hemos jodido, porque te recuerdo, patán, que nos lo llevamos cargando hace ya unos párrafos)”. Obsérvese que la libertad de horarios es sólo para bares y discotecas, no vayan a emocionarse los dueños del resto de locales sujetos a un horario comercial. Cada uno sangra por su propia herida, y este muchacho no va a ser menos.
Estoy pensando que por hoy ya está bien, mi estómago no da para más y es todo tan profundo que no quiero aturullarles.
Mientras tanto, déjenme las margaritas tranquilas.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 4 de febrero de 2011).

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