sábado, 12 de febrero de 2011

Mi gozo en un pozo

A una le gusta más una inauguración que a monseñor Rouco un rosario. Así que cuando los jefes me mandaron a la presentación de la campaña de recogida de opinión sobre el Plan Estratégico de Santander me puse más contenta que unas castañuelas. Que, por otra parte, nunca entendí lo de la alegría de las castañuelas, pero dejaremos esta duda existencial mía para mejor ocasión. Recuérdenmelo que yo tengo una cabeza hermosa pero sin seso.
Lo que les decía, que alegre y cantarina, es un decir, disfrutando del soluco con que nos recibió el viernes, me tiré a la calle a ver qué nos contaba nuestro bienamado alcalde. Y claro, estando Íñigo por medio, esperanzada por el glamour implícito que iba a contener el magno acontecimiento. A mí es que es detectar la posibilidad de glamour y ponérseme los rizos en posición de atentos que vamos a disfrutar.
Pero, queridos, nuestro gozo en un pozo. Según me iba acercando a la plaza del Ayuntamiento, la sin nombre, ya me extrañó no detectar, con el oído que yo tengo, el sonido de la fanfarria correspondiente que merecía la ocasión. A ver si es que voy pronto, que tengo yo mucha manía de ir con tiempo a los sitios a darle sombra al botijo. Consultado el reloj del móvil veo que no, que voy puntualísima cual mecanismo suizo de precisión. Consultado el escaparate más cercano veo que, además, voy monísima de la muerte, como corresponde.
Pues nada, será, me digo, que es lo que tengo, que me digo mucho, será, decía, que en su magnífica elegancia el alcalde no ha querido hacer alarde y le ha dado un arrebato de discreción, que por otra parte le honraría.
Llego ya a las inmediaciones de la plaza del pueblo, recuerden que no tiene nombre, y tampoco detecto los miles de personas que esperaba ver arremolinándose en torno a la puerta de La Casona, esperando otear el advenimiento del niño Íñigo. Es lo que tiene ser guapo y elegante, que la gente te espera arremolinada. Bueno, eso o ser Ahsan Ali o Marcelino. Pues va a ser, Mari Kim, que te han tomado el rizo y aquí no se organiza evento importantísimo alguno, porque salvo los parroquianos habituales no alcanzo a ver arremolinamiento ninguno. Pues vaya chasco.
Ya estaba poniendo el tacón rumbo a la puesta de sol cuando detecto, entre la parroquia de pensionistas, a los compañeros de la prensa gráfica, que siempre se les ve antes que al resto. Y luego a los plumillas. Miren, casi me emociono y todo, porque me sentí menos sola, fané y descangallada. Y que poner el tacón rumbo a la puesta de sol a las once de la mañana se me antojaba algo precipitado, francamente.
Total que, un poco menos puntual que una pero tan bonito como un San Luis, llegó el primero de todos los santanderinos, de momento, a contarnos que ha montado el tenderete que teníamos detrás para que los ciudadanos de esta ciudad no se aburran, que el invierno está siendo muy largo, y puedan jugar a un bonito juego de poner pegatinas verdes y amarillas en las casillas ofertadas a tal fín. Pues qué bien. ¿Y para esto tanto lío? Si aquí quien más y quien menos ya tiene parchís en casa. ¿Para esto me hace madrugar y tirar mis esperanzas de codearme con la jet set de la siempre leal ciudad de Santander? No vuelvo. Se pongan como se pongan, no vuelvo.
¿A que se les ha quedado la sensación de que no les he contado nada? Eso mismo me pasó a mí.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 12 de febrero de 2011).

2 comentarios:

  1. Pues nos han colocado un chiringuito en el barrio mari, que lo he visto esta mañana haciendo la compra pero no me he acercado por si acaso. Y en el Mercado de la Esperanza, la Tocino ojeando los mostradores del pollo con el churro ese que lleva en la cabeza y que se cree ella que está monisima. Esta ciudad nuestra es un no parar XD

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  2. ¿La Tocino luciendo palmito por la Plaza de la Esperanza y yo me lo pierdo? Con la de magnolias que me daría eso, señor.
    Je suis désolé.

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