sábado, 5 de febrero de 2011

No os comáis las margaritas (II)

Lo que tiene el deporte es que no vale practicarlo sólo de vez en cuando para que surta efecto. Hay que ser constantes. Y eso requiere su dosis de sacrificio. Así que aquí me tienen, dándole a la constancia y al sacrificio, que lo mío y estas magnolias es meramente por deporte.
Recordarán, queridos, que ayer hablábamos del decálogo que Salvador Sostres le ha ofrecido a Mariano Rajoy para acabar con la crisis. De momento, con lo único que ha conseguido acabar ha sido con un ataque de risa del respetable, pero no ceja en su empeño. Recordarán también que en el primer capítulo nos limitamos a los primeros cinco puntos de la ristra. Que ni mi estómago ni el espacio alquilado que tengo daban para más. Pero no se preocupen, hoy vamos con el resto. Con el desayuno me he tomado un protector estomacal, por si las moscas.
Nos habíamos quedado en el quinto burel. Pues bien, el sexto debe ser un ‘vitorino’ de los de ley. Propone el maestro la abolición de los convenios. O sea, que es una tontería, si el empresario y el patrón pueden negociar libremente, de poder a poder, su relación contractual, y que si cualquiera de los dos no cumple que caiga sobre él el peso de la ley, para qué necesitamos regular nada. Iba a ser gloria bendita ver al dueño de, pongamos por caso, la Volkswagen recibiendo uno por uno a todos los trabajadores de sus factorías pasando por su despacho para ver de lo suyo qué. Y claro, el sexto nos lleva al séptimo, y nos toca abolir los comités de empresa. La argumentación se la copio literal, que tengo empeño en que disfruten ustedes de la prosa original de aquí, el amigo: “Acabar con este atraco al empresario que son los comités, con sus miembros, con sus liberados, y toda esta gente que hace cualquier cosa menos su trabajo”. La lección básica se la tiene bien aprendida, no me digan que no.
Pensarán ustedes que la criatura huye hacia adelante como pollo sin cabeza Pues no. Bueno, lo de sin cabeza sí que parece algo cierto, pero el objetivo se va adivinando a medida que se avanza. Y si no me creen, aquí llega la octava medida, una delicatessen, oigan. Cuidado con su consumo que puede producirles reacción. “Abolición del derecho de huelga. En un Estado repleto de garantías y con libertad para que cada cual pacte sus condiciones laborales, la huelga general es siempre un chantaje”. Ahí, sin escudo protector ni encomienda a la virgen del abrigo de pana ni nada. A pecho descubierto.
A partir de aquí, todo mejora. Porque claro, después de aplicar las medidas expuestas a este país no lo reconocería ni la madre que lo parió y todos, responsablemente unidos y convenientemente lobotomizados, nos encaminaríamos al Shangri-La donde nos recibirían los puntos noveno y décimo de la panacea económica del meritorio cavernario.
Igualdad ante la ley reza el nono. Hasta ahí, creo que todos firmábamos ya y nos íbamos a celebrarlo. Pero no pidan el cava aún. Que igualdad sí, pero menos. “Si somos iguales ante unas leyes, lo tenemos que ser ante todas ellas. Que cada ciudadano pague el mismo porcentaje de impuestos. Igualmente, los ricos continuarán pagando mucho más que los pobres”. Y claro, si pagan menos, los pobres no esperarán tener los mismos derechos que los ricos, lo cual nos lleva de morros al capítulo final de fiesta. “Ponderación del voto. Todo el mundo tiene derecho a voto pero el valor de este voto tiene que estar ponderado por la aportación que el individuo hace al Estado (¿otra vez? ¿En qué quedamos, hay Estado o no hay Estado? Yo es que me estoy haciendo un lío, discúlpenme ustedes la torpeza) Es justo y proporcional que quien más aporta, más decida; y sería muy beneficioso que aquellos que más éxito han tenido más pudieran iluminarnos (aquí me ha dado un vuelco el corazón y no hay forma de volverle a su ritmo habitual), y que su opinión fuera mucho más importante que la de los que siempre han fracasado (vale, mi corazón ha salido a hacerle la competencia a Fernando Alonso. A lo loco, sin Ferrari ni nada)”.
Entiendo que ahora mismo estén ustedes emocionados y agradecidos al gurú, dando palmas de felicidad, pero háganme un favor, cuiden las margaritas, podrían necesitarlas para alimentarse dentro de unos meses.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 4 de febrero de 2011).

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