Llevo un tiempo fijándome en que se está imponiendo un
novedoso, a la par que desconcertante, género periodístico que a la que nos
descuidemos nos va a llevar a provocar
una guerra interestelar de agárrate y no te menees. Me refiero a esa manía que
le ha entrado a todo quisque de financiar un viaje al planeta Tierra al primer
extraterrestre despistado que se deje cazar y analizarle mientras el mi pobre
flipa enormemente con los usos y costumbres humanos. Que ya son ganas de amargarle
la vida a un extraterrestre cualquiera que seguramente tendrá familia que le
añore y cosas mejores que hacer en su galaxia que vernos a los seres humanos
tropezar una y otra vez, en bucle continuo y sin fin, con la misma piedra, que
bonita la estamos dejando.
La cosa es que es un método muy socorrido para mostrar
estupefacción sin que se note mucho, a la vez que un ejercicio imaginativo que
no se lo salta un ‘pasiegu’, ‘palancu’ en mano.
Yo, para empezar, al extraterrestre ese siempre me lo
imagino igualito a Marvin, el marciano de los Looney Tunes de la Warner Bros.,
que esto le quita mucho hierro al asunto. Y como los rizos no me dan para más,
lo veo aterrizando en lo alto de Peña Cabarga para empezar su misión de
conquista en esta nuestra pequeña ‘aldea gala’, Goscinny, Uderzo y ustedes me
perdonarán la tontería.
¿Se imaginan la cara de pasmo del pobre Marvin a la
que enfile caminito de la Smart City? Porque ya de imaginarme que nos visita un
extraterrestre me lo imagino de inteligencia superior y proveniente de una
civilización más avanzada que la nuestra, claro. Que para imaginármelo de otra
manera me ahorro el ejercicio y exijo se pavimenten las calles con espejos.
Metida de hoz y coz en el guión, le veo llegando hoy,
día de la madre de todas las proclamaciones, y se me enternece el corazón.
Pobrecito, le recomendaría una parada en la primera farmacia para recoger un
aprovisionamiento de lexatines. A ver quién es el guapo que le explica que el
jefe de los humanos que se encuentre por su camino y de muchos más que andan
desperdigados por una cosa que damos en llamar ‘piel de toro’ lo es por mandato
divino, que no tiene nada que ver con que sea más bonito que un San Luis, no,
sino que proviene de Dios. Para un marciano como Marvin eso es una pila de
conceptos de difícil explicación. Y eso que nos hemos guardado muy mucho de
decirle que ‘la piel de toro’ en cuestión se reclama como estado aconfesional,
que tampoco es plan de volverle loco nada más aterrizar.
Además, Marvin ha tenido la mala suerte de ir a caer
de bruces en este país el día siguiente de que se produjera el acontecimiento
más dramático en la historia de España en los últimos seis años, a juzgar por
los lamentos del personal ciudadano: ¡España eliminada en la primera fase del
Mundial de Futbol! Llanto y crujir de dientes a la vuelta de cada esquina.
¿Y se extrañan ustedes, queridos míos, que el pobre
Marvin se esté tragando los lexatines como si no hubiera mañana? Para un
extraterrestre resulta desconcertante que a los humanos nos entristezca más
esto que el que haya niños que no puedan comer decentemente, gente que pierda
su casa, su trabajo y sus derechos de un día para otro sin encontrar solución
ni protección que le ampare, o que los responsables de todo este desaguisado se
muestren, además, orgullosísimos de haberse conocido.
Yo les pediría, amigos míos, que tengan paciencia si
se encuentran a Marvin un día de estos. Trátenle con cariño. Al fin y al cabo,
él no entiende de futbol, de dioses ni de reyes. Él es un marciano normal.
Vale, lo del escobón en la cabeza no ayuda, pero
estamos nosotros guapos como para ir señalando las extravagancias ajenas ¿no
creen?
(Publicado en Gente en Cantabria el 20 de junio de 2014).
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