Haciendo el
recorrido habitual por las páginas de la prensa diaria me topo de bruces con
una historia de las que me ponen los pelos como escarpias que diría el maestro
Aberasturi. Es una historia común, nada
que no supiéramos de otras gentes, aunque haya quien pretenda ocultarlo o
enmascararlo tras un halo de vicio, de enfermedad, de despiste de la naturaleza
que debió girar a la derecha en Alburquerque pero se fió del GPS y ahí la
tienen, generando desviados.
Leo, como lo
habrán hecho ustedes, que otra cosa no pero leídos son un rato, que Robert de
Niro (en pie aquí, hagan el favor) habla en un documental, ‘Remembering the
Artist Robert de Niro Sr.' acerca de la figura de su padre, pintor
expresionista, y de su homosexualidad. Y leo que al genial actor la realización
de este documental le ha llevado dos décadas culminar el proyecto que sintió
que “tenía que hacer” para dejar a sus hijos “un legado sobre la figura de su
abuelo”.
Y pensarán
ustedes que qué bien, ¿verdad? Que historia tan bonita y tan tierna y tan de
ser nominada para un Oscar y ganarlo. Puede ser, no les digo yo que no sea
todas esas cosas. Pero también es triste, devastadora, injusta, fea como solo
la mediocridad humana puede ser fea. Y lo es por muchas razones. Lo es, en
primer lugar, por ocurrir. Porque millones de personas en el mundo tengan que
esconder sus afectos, amores o simples apetencias sexuales a la caspa
inquisidora de los biempensantes. Y se vea en la necesidad de hacerlo
perjudicando a otras personas, haciéndose pasar por lo que no son, viviendo una
vida que seguramente detestan, engañando, mintiendo. No todas las personas ni
todos los tiempos son iguales y el ser humano tiende a la supervivencia más que
a la heroicidad. Ser un héroe, un referente, está sobrevalorado.
Pero hay otra
razón para que esta historia sea triste y es que, mientras una estrella
indiscutible como De Niro seguramente sea alabado por su valentía al realizar
este documental y miles de miles de personas llegarán a soltar una lagrimilla
por lo injusta y puta que es la vida, millones de personas seguirán siendo
discriminadas por su orientación sexual, seguirán siendo vistas como enfermos, (se
empeñe la Organización Mundial de la Salud en contradecirles o no, que menudos
somos en esta casa, oiga, me va a decir usted a mí cuando puedo considerar a
alguien enfermo o tomarme una copa de vino), o como desviaciones de la
naturaleza, que es muy puñetera y seguro que solo lo hace para joder.
Mientras la
lagrimilla traidora va haciendo su recorrido, libre como el sol cuando amanece,
seguirán los biempensantes negando la mayor, haciéndose un lío con las peras y
las manzanas, y poniendo toda su carne en el asador (¡ay, literalidad! qué
momentos nos das de evasión) para hacer de las vidas de los homosexuales una
carrera de obstáculos estúpidos y malvados e inspiraciones de guiones
lacrimógenos, de esos que emocionan mucho pero conciencian más bien nada.
Bien por mr.
De Niro y por todos aquellos que dan sentido a su fama visibilizando problemas
reales de gente real, pero recuerden antes de soltar la tan traída y llevada
lagrimilla que hay millones de personas en el mundo que agradecerían su
implicación mucho más que unas cifras en taquilla.
(Publicado en Gente en Cantabria el 30 de mayo de 2014).
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