lunes, 6 de diciembre de 2010

¡Qué susto!

No me digan que no está entretenidísima la cosa esta de los papeles y cables desvelados por Wikileaks. Yo es que hasta he dejado a medio leer un libro de Christian Jungersen, de esos de novela negra con estalactitas que tanto me gustan, por seguir atentamente los cotilleos de alto nivel con que nos están deleitando desde el domingo. Esto sí que es un no parar de emociones fuertes, oigan, y no la trilogía Millenium.
Cuando aún nos estábamos recuperando de la puñalada trapera de la que se acusa al fiscal general del Estado, mal subidón de arsénico le dé si lo que cuentan es algo más que un ‘cuchi cuchi’, y el corazón aún estaba volviendo a su sitio y latido, resulta que nos enteramos de que José María Aznar también fue espiado mientras conversaba con el embajador de Estados Unidos en España, Eduardo Aguirre. Y es entonces cuando a mí se me vuelve a encoger el corazón en una sístole imposible, hasta tal punto que tengo miedo que tan chiquito que se queda sea incapaz de una diástole en condiciones. Qué susto, doctor.
No es que me asustara por la presencia del ex presidente entre tanta morralla importantísima que ha sido espiada. Que va. Si a la vista de la elección de Lady Gagá como portadora de secretos de espionaje, está claro que lo que viene siendo tener criterio no es condición sine qua non para ser espía. No. Lo que me provocó el ataque de pánico express fue la intención que Aznar ponía de manifiesto ante el embajador. “Si veo a España desesperada, quizá tendría que volver a la política”. Que es que sólo escribirlo se me ponen los pelos como escarpias. Alguien tendría que advertir al ex presidente de que las amenazas pueden ser constitutivas de delito, además de ser una cosa de muy mala educación, como señalar.
Ahora que se me está pasando el ataque de miedo, voy fijándome en varios puntos que me intrigan. Así, a bote pronto, si estas declaraciones las hizo en el año 2007 y aún no se ha decidido a volver a la política, deo gratia, colijo que no ve él la cosa tan malita como se empeñan en apuntarnos sus correligionarios día sí, día también. Entiendo, también, que la opinión que tiene de sí mismo y sus capacidades es de titanio reforzado de quinta generación, que es algo que no sé si existe, pero para que se hagan la idea, ya me entienden. Y además, que su cara es de granito. Porque hay que tener la cara muy dura para haber pegado la espantada dejándonos el recado que nos dejó, el señor ese gallego con barba que ni está ni se le espera, sí, hombre, sí... ese que tiene un primo que no cree en el cambio climático... ay, que sí, el que visita de vez en cuando a su amigo Paco Camps y que le tiene dicho que cuenta con él para volver a ser president de la Generalitat Valenciana... el de la niña... qué rabia me está dando no acordarme del nombre, de verdad, si es que parezco tonta.
Claro que teniendo en cuenta que el ex presidente tampoco es que tuviera mucha confianza en que el valido fuera a devolver el partido al poder ni el poder al partido, que yo no me acuerde de su nombre no tiene la más mínima importancia. Aquí lo importante es que José Mari no nos dé estos sustos, que luego me cuesta a mí un buen rato volverme los rizos a su sitio después que se me ponen de punta.
Deseando estoy que llegue el capítulo de mañana, a ver si me entero quién es el asesino.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 4 de diciembre de 2010).

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