sábado, 4 de diciembre de 2010

De rositas

Leyendo a mi vecino de aquí al lado, compañero, y sin embargo amigo, he caído en la cuenta de que debo ser la única persona sobre la faz de la Tierra que no ha emitido opinión alguna sobre el resultado de las elecciones catalanas. Pues si están esperando un análisis sesudo por mi parte, van ustedes de cráneo, queridos, que no soy yo de pensar mucho rato seguido, el tema requiere darle varias vueltas, y menos sobre resultados de voluntades populares. Yo aquí vengo a echar el rato y hacerles compañía, tampoco pidan más.
Dice, con razón, Raúl que los ciudadanos catalanes han tenido la razón eligiendo como han elegido, democráticamente, a quienes les van a gobernar los próximos cuatro años. Y yo estoy de acuerdo con él, mal que me pese. Aclaro que lo que me pesa es la elección, no el estar de acuerdo con Raúl, faltaría más.
Y voy aún más lejos. Los ciudadanos catalanes han elegido no sólo a quienes les van a gobernar, si no que, más acertadamente aún, han elegido a quienes no les van a gobernar ni aunque dimitieran en bloque los 135 diputados que conforman el Parlament y sus respectivos suplentes y los suplentes de los suplentes coma periodo. Y esto a mí, que soy fan de la justicia poética, me parece estupendo y divertidísimo. Porque en caso de que la debacle parlamentaria con la que sueño más arriba sucediese, el partido de Rosa Díez obtendría menos representación que el de Carmen de Mairena y que el Partido Pirata. No me digan que no es divertida la política aveces. Vale, que igual es cosa mía, que soy una desahogada, pero es que después de lo vivido no soy capaz de tomarme en serio a la señora Díez ni a su partido. Y después de sus declaraciones sobre la cutrez de quienes le han hecho el sorpasso y, sobre todo, de quienes han votado para que esto ocurra, me declaro su archienemiga eterna y me dedicaré a mirarla fatal cada vez que salga en la televisión o vea una fotografía suya. Ya, ya sé que no servirá de nada, pero lo importante es lo a gusto que me voy a quedar yo.
Sé que estoy dando una impresión de rencorosa que no se la salta Ruth Beitia. También es verdad que me preocupa entre nada y menos la impresión que pueda dar. Sólo sé que si antes no soportaba a esta señora tan eficaz, tan inteligente, tan comprometida, tan socialista, tan ex socialista, tan europea, tan feminista, tan cantamañanas, leer de su boca que su partido no se va a travestir cuando está soprendiéndose porque un travesti cutre, según ella, y una banda de piratas le han pegado una paliza a votos, pues ha sido la gota esa que siempre tiene que colmar algún vaso.
Ya sabíamos que para la señora Díez el respeto es un concepto difuso que depende en gran manera de si se le da la razón o no. Lo que no imaginaba es que de difuso pasase a ser inexistente si quien no la adora es un elector y no un contrincante político.
Si todos tenemos que hacer una lectura de los resultados de las elecciones catalanas y tomar nota, yo que Rosa Díez me iba alquilando una sala de la biblioteca más cercana, un trailer de papel y le hacía una OPA hostil a Bic. Porque ella lo vale.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 2 de diciembre de 2010).

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