Hasta el mismísimo chichi estoy de tanto vete y ven de la bandera de España. Ni que fuera la de la foto de Iwo Jima.
Discúlpenme
la ordinariez, pero es que esta semana hemos sufrido una sobre
exposición tal que si de esta no nos hacemos todos vexilólogos va a ser
de puritito milagro.
La ocurrencia del secretario general del PSOE y
recien elegido candidato socialista a la Presidencia del Gobierno de
este país, que sigue llamándose España (que ya es tozudez), Pedro
Sánchez, de ponerse de fondo de pantalla la enseña nacional durante su
discurso del pasado domingo ha levantado en armas a Mariano y sus
mariachis. Y de ahí a ser el único tema de debate sobre la piel de toro
ha sido todo uno.
Que digo yo que será porque después de perder tanto
cortijo el 24 de mayo no quieren perder también su símbolo de
compromiso con la patria. Suyo, sí. Suyo y de nadie más. Que Pedro es un
provocador y ha sacado la rojigualda para tirarnos de la lengua. Un
oportunista, eso es lo que es. Cuándo se ha visto a un radical
alardeando de la bandera española,cuándo.
Sobre lo de la oportunidad
voy a tener que darle la razón a Mariano. Y van dos veces en dos
semanas, esto nos lo vamos a tener que hacer mirar, querido.
Decía,
antes de irme a dar una vuelta por Babia acompañada de Freud, que yo
también lo encontré muy oportuno lo de enseñar la bandera, aunque
hubiera preferido que enseñara torso, francamente, cuando hablaba de
cambio y de unidad. La bandera que es de todos porque lo dice la
Constitución y punto.
Pero algunos han debido pensar que la bandera
no se hizo para eso. Que se hizo más bien para decorar correas de
cinturones, de relojes, cuellos de polos de La Martina o para celebrar
los triunfos de La Roja (reciclaje de carcajadas aquí, gracias). El día
que se enteren de que proviene de una enseña naval vamos a tener colapso
en las urgencias.
Que, por cierto, y ahora que hablo de banderas y
colapsos, para terminar de rematar la burbuja banderil que nos hemos
fabricado, va y se muere Marujita Díaz. ¿Quién va a ponerle ahora la
banda sonora más ridícula de la historia al trapo rojigualda que nos
auna y nos enfrenta, según quien lo mire? No me digan que la vida no
tiene un extraño sentido del humor.
Obituarios aparte, sigo yo con mi burbuja y mi bandera, arreglá pero informal.
A
ver si tanto afán por las banderas lo demuestran estos chicos y chicas,
los que quedan, el próximo domingo, Día del Orgullo Gay, haciendo
ondear en los balcones de sus ayuntamientos la bandera arcoiris, que
parece que les da grimita.
En vez de tanta tontería con la enseña
patria, que nunca han traído nada bueno los fanatismos patrios, se
podían poner pesaditos defendiendo la igualdad de derechos de las
personas del colectivo LGTB, aunque solo fuera colocando en lugar
visible de la Casa Consistorial su bandera. Que ya está bien de
armarios.
(Publicado en Gente en Cantabria el 26 de junio de 2015).
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