Casi doce años de información continua, de calidad, bien realizada, bien contada. Casi doce años de profesionalidad, 24 horas al día, 365 días al año. El 27 de enero de 1999 los ciudadanos de este país se encontraban con la posibilidad de estar informados permanentemente por una nueva cadena televisiva donde no tenían cabida la zafiedad, los gritos, las estridencias, el mal gusto, el insulto, la mentira. Casi doce años más tarde nos roban esa posibilidad, lo que ya de por sí es indignante, pero, además, nos la roban a golpe de zafiedad, gritos, estridencias, mal gusto, insultos y mentiras.
Operaciones mercantiles, que debido a mi superficialidad congénita se me escapan en toda su profundidad, dan al traste con un proyecto que, como todo proyecto informativo, venga del lado de la balanza que venga, era importante en sí mismo. Su creación, como la de cualquier otro, nos dotaba de un espacio mayor de libertad para los que entendemos que la información, la posibilidad de conocer todos los puntos de vista y de contrastarlos, nos hace más libres, más tolerantes, más partícipes de lo que pasa en el mundo, más solidarios. Anoche, anteanoche para ustedes, esa posibilidad se ha ido a tomar vientos.
Pueden ustedes pensar que estoy en pleno ataque de corporativismo feroz pero, si me lo permiten, les diré que no es nada de eso. Por supuesto, me preocupan los compañeros que a partir de hoy han pasado a engrosar las listas del desempleo, con la que está cayendo, pero no más que cualquier otro ciudadano con cualquier otra profesión, que ya estaban en esa situación y los que estarán a partir de hoy. Y me joroba que me sustraigan la posibilidad de disfrutar, sí disfrutar, y aprender de algunos maestros de esta profesión. Pero la cosa va más allá. Mi indignación, como la de muchos, pasa más bien por la constatación de que la información cada día depende menos de la capacidad de los profesionales que la trabajan, sino más bien por la capacidad económica de quienes les contratan o los intereses, más bien oscuros, de quienes mandan en todo esto. Una ciudadanía bien informada es una ciudadanía capaz de ejercer la crítica constructiva, de protestar, de decidir por sí misma. Puede ser que esto no convenga, así que vamos a darles pan y circo y que se entretengan.
Pero algunos, hasta para dar pan y circo, tienen poco estilo. Y ahora viene lo que disparó mi indignación, por si había pocas razones. Se despiden los compañeros de CNN+ y sin solución de continuidad entra en pantalla la carátula de Gran Hermano 24 horas. Díganme si no es para echarse a la calle con el cuchillo bonitero recién afilado. Si ustedes tienen sangre en las venas, sí, es para eso y más.
Pero como somos gente civilizada y responsable, enfundamos el cuchillo bonitero en espera de mejores y más gratificantes ocasiones y decidimos buscar opciones en el abanico de posibilidades que nos da la programación televisiva. Y ahí es cuando nos asaltan tentaciones de volver a desenfundar la faca y liarnos a cuchilladas con la sensatez, para que deje de sufrir, mayormente. No creo que les tenga que descubrir lo cavernario de la programación de la TDT, imagino que la sufren ustedes en sus propias carnes morenas. ¿Para qué ahondar en la herida?
Yo, como soy una manirrota y me tengo mucho cariño, he jubilado mi aparato de TDT y hace tiempo que tengo televisión por cable. Y aunque puedan pensar que soy una exagerada, les diré que eso me ha salvado la vida. No veré informativos pero me hincho a ver cine y series. Para informarme tengo la radio que, de momento y no descarto nada, está exenta de experimentos sociológicos. Para ahondar en la información, los periódicos y las agencias. Y si algún día veo que va descendiendo mi adecuada proporción de mala leche en sangre, tan necesaria para mantener mi equilibrio vital, volveré a conectar el decodificador. ¿Por qué tanto empeño en reabrir Altamira con la cantidad de cavernas abiertas y en emisión que tenemos?
Pero no renunciemos. Sigamos el ejemplo del maestro Gabilondo. “Ni tiro la toalla ni arrío las banderas”. Amén.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 30 de diciembre de 2010).
Operaciones mercantiles, que debido a mi superficialidad congénita se me escapan en toda su profundidad, dan al traste con un proyecto que, como todo proyecto informativo, venga del lado de la balanza que venga, era importante en sí mismo. Su creación, como la de cualquier otro, nos dotaba de un espacio mayor de libertad para los que entendemos que la información, la posibilidad de conocer todos los puntos de vista y de contrastarlos, nos hace más libres, más tolerantes, más partícipes de lo que pasa en el mundo, más solidarios. Anoche, anteanoche para ustedes, esa posibilidad se ha ido a tomar vientos.
Pueden ustedes pensar que estoy en pleno ataque de corporativismo feroz pero, si me lo permiten, les diré que no es nada de eso. Por supuesto, me preocupan los compañeros que a partir de hoy han pasado a engrosar las listas del desempleo, con la que está cayendo, pero no más que cualquier otro ciudadano con cualquier otra profesión, que ya estaban en esa situación y los que estarán a partir de hoy. Y me joroba que me sustraigan la posibilidad de disfrutar, sí disfrutar, y aprender de algunos maestros de esta profesión. Pero la cosa va más allá. Mi indignación, como la de muchos, pasa más bien por la constatación de que la información cada día depende menos de la capacidad de los profesionales que la trabajan, sino más bien por la capacidad económica de quienes les contratan o los intereses, más bien oscuros, de quienes mandan en todo esto. Una ciudadanía bien informada es una ciudadanía capaz de ejercer la crítica constructiva, de protestar, de decidir por sí misma. Puede ser que esto no convenga, así que vamos a darles pan y circo y que se entretengan.
Pero algunos, hasta para dar pan y circo, tienen poco estilo. Y ahora viene lo que disparó mi indignación, por si había pocas razones. Se despiden los compañeros de CNN+ y sin solución de continuidad entra en pantalla la carátula de Gran Hermano 24 horas. Díganme si no es para echarse a la calle con el cuchillo bonitero recién afilado. Si ustedes tienen sangre en las venas, sí, es para eso y más.
Pero como somos gente civilizada y responsable, enfundamos el cuchillo bonitero en espera de mejores y más gratificantes ocasiones y decidimos buscar opciones en el abanico de posibilidades que nos da la programación televisiva. Y ahí es cuando nos asaltan tentaciones de volver a desenfundar la faca y liarnos a cuchilladas con la sensatez, para que deje de sufrir, mayormente. No creo que les tenga que descubrir lo cavernario de la programación de la TDT, imagino que la sufren ustedes en sus propias carnes morenas. ¿Para qué ahondar en la herida?
Yo, como soy una manirrota y me tengo mucho cariño, he jubilado mi aparato de TDT y hace tiempo que tengo televisión por cable. Y aunque puedan pensar que soy una exagerada, les diré que eso me ha salvado la vida. No veré informativos pero me hincho a ver cine y series. Para informarme tengo la radio que, de momento y no descarto nada, está exenta de experimentos sociológicos. Para ahondar en la información, los periódicos y las agencias. Y si algún día veo que va descendiendo mi adecuada proporción de mala leche en sangre, tan necesaria para mantener mi equilibrio vital, volveré a conectar el decodificador. ¿Por qué tanto empeño en reabrir Altamira con la cantidad de cavernas abiertas y en emisión que tenemos?
Pero no renunciemos. Sigamos el ejemplo del maestro Gabilondo. “Ni tiro la toalla ni arrío las banderas”. Amén.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 30 de diciembre de 2010).
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