Desde la aparición de las
primeras ‘corbatas’ en la corte del Rey Sol hasta el “Lo siento mucho, me he
equivocado. No volverá a ocurrir.” de Juan Carlos I, la realeza además de
servir para pastorear a la plebe, pasárselo chachi intrigando, echarle una
manita a la selección natural por el expeditivo método de sacrificar
pretendientes al trono, preferentemente familiares, y otras cosas de reinar,
antaño, y representar los mejores valores de su reino ejerciendo de embajadores
del mismo y garantizar la paz y la concordia (¡ja!), en el presente, ha sido precursora
de las más novedosas novedades en lo que a moda se refiere.
Y como España en esto de la moda
es potencia mundial, allá que la corte, la plebe y la ‘macarrada’ patria, casi
en pleno, se han liado la disculpa a la cabeza y esto es un no parar de actos
de contrición y justificaciones. Todas ellas de una credibilidad tendente a
cero, también se lo digo.
Estoy segura que ahora mismo
ustedes, amables y pacientes lectores, están pensando que si no fuese tan
exagerada sería hasta una chavala maja. Y yo se lo agradezco en el alma y les
tengo presentes en mis oraciones, pero se lo puedo rebatir fácilmente. Gerard
Piqué, por su desafortunado incidente con la Guardia Urbana de Barcelona;
Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, por declarar sus
preferencias acerca de contratar a mujeres menores de 25 años y mayores de 45;
nuestro amigo el alcalde de Valladolid, León de la Riva, por su ‘sueño húmedo’ de
jovencitas buscándole las vueltas en un ascensor; el flamante comisario europeo
Arias Cañete por ponerle voz a sus convicciones machistas; el consejero de
Sanidad de la Comunidad de Madrid, de cuyo nombre no me da la gana acordarme,
por felón … creo que son ejemplos más que suficientes para que vean que no
exagero. Pero si quieren más, yo que les tengo a capricho, les doy más. Juan
Ignacio Zoido, Carlos Fabra, Mariló Montero, Ramón Jáuregui, Unai Emery,
Emiliano García-Page, Iker Casillas… como verán, hay de todo y para todos. Lo
que viene siendo el ‘pret a porter’ de los ‘bocachancla’.
A pesar de que con un poco de
prudencia, esa gran desconocida, todos estos y muchos más se evitarían y, sobre
todo, nos evitarían tanto bochorno, es de justicia reconocer que aún no están
instalados en la cumbre de la pirámide de la soberbia. Esa la podemos reservar
a personajes como Ana Mato que, inasequible al desaliento, no ceja en su empeño
de meter la pata sin ponerse colorada o, al menos, sin que se note; a la otra
gran Ana, Botella of course, en
permanente huída hacia delante de sí misma, que un día se va a perder de vista,
verán; a nuestro nunca suficientemente bien ponderado presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, del que aún estamos esperando explicaciones y disculpas por su
(des)manejo de las tijeras y otras cosas de cortar; a Artur Mas, por decir Diego donde dijo digo,
sin consultar ni nada, y, cómo no, a nuestro Diego particular que, coronando la
pirámide, sigue cómodamente instalado en el insulto permanente a todo lo que se
mueve. Infantil y dictatorial le eligieron y así le sufrimos.
No lo duden, cuando escuchen
hablar de fashion victims, dense por
aludidos.
(Publicado en Gente en Cantabria el 17 de octubre de 2014).
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