jueves, 14 de octubre de 2010

Desafinando

Para que vean que me preocupo de sus cuitas, amables y pacientes lectores, ayer puede que les generara una duda al hacerles partícipes de la que me asaltó a mí sobre la existencia del bazo en las ovejas pero hoy se la traigo resuelta. Pues sí, las ovejas tienen bazo. Que también es verdad que si yo hubiera sabido para qué sirve un bazo no hubiera habido necesidad de que se pasaran la noche sin pegar ojo con la duda, ahí, acuciante, acechándoles por las esquinas. Sé que no tendría que ser así, pero me consuela de mi ignorancia sobre el sistema linfático del ganado bovino la ignorancia sobre cuestiones muchísimo más básicas que demuestran algunos juntaletras de los que jalonan el panorama patrio. No es que vaya a descubrirles ahora el agua tibia, pero sí que les puedo recordar su existencia, que les veo despistadillos, criaturas. ¿Que a dónde quiero ir a parar? Ahora mismo, Chicago no me parece ni mal sitio, fíjense.
Pero vuelvo al redil, que me despisto, me enredo y no tengo GPS.
Les hablaba de la ignorancia en cuestiones básicas, me refería en concreto a una básica educación, que muestran algunos de nuestros más renombrados opinadores. No me refiero, válgame el señor San Pedro, a los que firman habitualmente en este periódico. No, por dios. Me refería yo, hoy concretamente, a un señor que vomita sus escritos en diferentes medios nacionales, los cuales no sabría detallarles porque hace años que decidí no seguirle la pista, pero con el que hoy me he dado de bruces y no he podido resistir la tentación. Ese señor, de mal nombre Antonio Burgos, y concretamente su columna de hoy (recuerden, cuando yo hablo de hoy ustedes tienen que leer ayer; dénme ese capricho, va, que es facilito) hablando, cómo no, de las primarias del PSM, es el claro ejemplo de cómo se puede emplear un don natural de la peor manera posible. Nunca he tenido duda de que el señor Burgos escribe bien. Incluso bastante bien si de lo que habla es de toros. Sus Habaneras de Cádiz es una de esas canciones que desafino a voz en grito cuando oigo sus compases. Pero la utilización torticera que hace de su don siempre me ha dado bastante grima.
En su última columna, anteúltima para ustedes, porque seguro que hoy habrá vomitado alguna lindeza más, recubierto de un exquisito castellano, ha aprovechado para poner pingando a los socialistas, cosa que no sorprende ya a nadie, le pagan por ello, y ya que el Pisuerga sigue pasando por Valladolid, aprovechó de paso para meterse de forma soez con la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín. Que no es que nos vayamos a escandalizar a estas alturas del cuento de que alguien diga de Leire o de cualquiera que “tiene cara de actriz porno”, no, hombre, no. Lo que sí es escandaloso es que este señor utilice lo que, para él, es un handicap físico mezclado con un llamémosle tabú social, con la subjetividad hemos topado, con intención de zaherir ya que no encuentra motivos para ofender, que es la clara última intención del buen señor. La crítica, si es constructiva, siempre es aceptable, pero el insulto gratuito no. Y si además se hace en base a razones tan deleznables como el machismo que trasluce esa expresión, debería de poder ser denunciable.
No sé a ustedes, pero a mí el señor Antonio Burgos me sobra. Ya saben de lo mío con la pereza.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 7 de octubre de 2010).

1 comentario:

  1. Lo más interesante de toda esta historia es descubrir por qué la Cosa Burgos tiene tanto dominio del porno ... será que la cara no es de culo sino de pajillero.

    ResponderEliminar