lunes, 31 de enero de 2011

Las ratas

Queridos, estoy preocupadísima por lo que está ocurriendo en Londres. Me tienen en un sinvivir las tribulaciones de David Cameron y la terrible plaga de ratas que, al parecer, asola la residencia del primer ministro inglés y de su ministro del Tesoro. Bueno, quizá las palabras terrible y plaga sean un poquito exageradas en este caso. Creo que no va a hacer falta ni contratar al flautista de Hamelin. En realidad parece ser que sólo son tres las ratas que se han visto, eso sí por televisión que ya se sabe que impresiona más y todo se magnifica, recorrer la distancia que separa ambas residencias, es decir, un muro, porque el responsable de los dineros del Gobierno de Cameron vive al lado de su jefe, en el número 11 de Downing Street. Eso es buscarse el curro al ladito de casa, sí señor.
No se crean que lo que me preocupa es la asquerosa aparición de los roedores, que me pilla lejos y, al fin y al cabo, son animalitos de Dios y de lo más sociables. Y si no me creen, busquen la noticia que oí el otro día sobre un matrimonio que tiene en su casa adoptadas ni sé cuántas ratas como mascotas. Que tienen una habitación propia y todo los animalicos. No una individual, que es una casa y no un complejo hotelero para roedores, entiéndanme, si no una para todas. La habitación de las ratas, la llaman los caseros. Ya lo decía El Gallo: hay gente pa’ tó.
Les decía que no es lo que más me preocupa la ‘plaga’ en sí, que allá se las apañe el primer ministro con sus roedores. Lo que me inquieta es la constatación de que la vieja Europa nunca será un todo con gente tan rara como los hijos de la Gran Bretaña en la pandilla. Que miren que hay países en el viejo continente, miren que hay realidades culturales, económicas y sociales distintas, miren que nos parecemos poco los unos y los otros, pues eso no es nada cuando una se enfrenta a la realidad de los británicos. Que gente que enmoqueta la cocina y el baño no puede estar muy bien de lo suyo, qué quieren que les diga.
Y me inquieta también esta vuelta a la metáfora, al cuento, para ejemplarizar a la plebe. La última vez que alguien tuvo esa magnífica idea y la exportó al por mayor montó la de dios es cristo y así seguimos dos milenios después. ¿Que exagero? Ni una miaja. Porque la noticia es reciente, pero hagamos un seguimiento y veremos que esto trae cola. En concreto, una por bicho.
Para empezar, los tres ejemplares de la avanzadilla ya tienen nombre. Así son los ingleses. Dave, George y Nick en atención a Cameron, Osborne y Clegg. Ya se están haciendo chistes, cómo no. El humor inglés, esa institución. Michael Dugher, diputado laborista, ya ha dicho que los roedores han cogido las riendas del Gobierno de Su Majestad. Un carnaval es la City estos días. Y por si fuera poco, como mister Cameron ha decidido buscarse un gato para afrontar como corresponde al premier británico el problema y coger al zorro por los bigotes, estos días es un no parar de publicar la historia de los gatos que en Downing Street fueron. Primero, Wilberforce, que sobrevivió a cuatro primeros ministros. A su muerte, llegó Humphrey, bautizado en honor de la serie favorita de La Dama de Hierro, Yes, minister. Humphrey logró superar el periodo Major, que ya es mérito para un inglés, no les digo nada para un simple gato. Lo que no logró llevar dignamente fue el laborismo, no me digan que esto no es metáfora pura y dura, y Cherie Blair le dio pasaporte por higiene (¿). Después llegó Sibyl, que no vivía en el 10, sino en el 11 de Downing Street, con el ministro del parné, pero tuvo que pedir la excedencia al servicio de Su Majestad por nostalgia de su lluviosa Escocia. Una gata con morriña. Esto ya es lo más. Y lo de que fuera escocesa también da para unas cuantas reflexiones, eh.
Y para terminar este bonito cuento inglés, la consabida moraleja. Cameron se nos presenta como un hombre concienciado. En vez de aprovechar la temporada de rebajas y salir a comprar un gato en la tienda de mascotas más cercana, ha encargado el minino a una protectora de animales para adoptarlo.
Vamos, a esta magnolia sólo le falta una ilustración de Richard Scarry. Y a mí, dejar de pensar maldades.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 29 de enero de 2011).

3 comentarios:

  1. Que sepas que tienes una errata en la tercera línea: donde dice "asola la residencia" debería decir "asuela la residencia". Ese verbo "asolar", que nada tiene que ver con el sol, se conjuga como "contar". De nada.

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  2. Pues muchas gracias, oiga. Me lo apuntaré para la próxima vez que lo utilice.

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