jueves, 20 de enero de 2011

Memoria Histérica

Está visto que una no se puede tomar unos días libres, que vuelvo a la realidad y me supera. Y no es que no esté entrenada, que a estas alturas, y robándole la frase a mi compañero Román, una estudió esto de escribir en West Point y anda siempre a la que salta. Pero ya podían dejar de saltar por unos días los anormales mediáticos, que esto es un no parar.
La incursión futbolera de mister Ali la tengo un poco abandonada, mayormente porque lo de elucubrar si es bueno, malo o mediopensionista es un ejercicio que no me apetece con este frío que hace, no vaya a ser que me agarren unas agujetas en las meninges y no está una para desperdiciar neuronas que, como bien saben, es un bien escaso y no estamos para tirar nada. Los dimes y diretes de la política regional son un poco más de lo mismo y las agujetas son una cosa pero la atrofia neuronal tampoco es buena. Y las múltiples maldades que se me ocurren sobre la presencia de Íñigo de la Serna en la inauguración de la sede de la Fundación Bruno Alonso se las pueden imaginar ustedes perfectamente a estas alturas del cuento y con lo que nos vamos conociendo ya.
Menos mal que siempre hay luminarias de la información que nos dan, además de grandes ratos, temas sobre los que escribir. Me disculparán ustedes que utilice el término luminaria para referirme a Cuca García de Vinuesa. Evidentemente, en este caso, la utilización del epíteto es una figura literaria que no va más allá, porque la señora de luces va más bien escasa. Eso sí, si no se la toma uno en serio, para unas risas ya da.
Lo último que he sabido de ella, y que espero saber en mucho tiempo, que lo poco agrada y lo mucho cansa, ha sido una salida de pata de banco que ha tenido en su programa La noche de Cuca que se emite, cómo no, en el canal humorístico Intereconomía. Creo que desde el día de emisión andan en Paramount Comedy haciendo ofertas millonarias por su cláusula de rescisión, no les digo más.
Y es que Cuca, que ya con el nombre lleva hecha media carrera como lideresa de la carcajada, no contenta con el peligro que supone dejar suelto y sin bozal a Salvador Sostres en un plató, se vino arriba e intentó el más difícil todavía. Pero hasta Ángel Cristo manejaba un látigo cuando se enfrentaba a sus leones. Cuca no. Cuca se enfrenta a las llamadas del público sin parapeto ni detente bala que valga. A pecho descubierto. Entiéndanme, esto es una forma de hablar, que Cuca, otra cosa no, pero es muy decente.
A lo que iba. Estaba Cuca en su programa, tan feliz y dicharachera como sólo ella sabe ser, cuando llama un mozo, fan suyo, para pedir que le dedique una canción a su pareja por su próxima boda. Entra Cuca en éxtasis de felicidad por tener un público tan estupendo y tan respetuoso con la tradición como para casarse después de siete años de noviazgo “de los de verdad” (sic). Claro, que ya lo dice el refrán, la felicidad dura poco en la casa del pobre y va el mozo y le suelta, así, sin preparación, ni anestesia, ni nada, que él se va a casar con Juan Manuel. Había que ver la cara de la cavernaria. Poco menos que vomita allí mismo, en vivo y en directo. Si no hubiera sabido qué significa ‘demudar’, me hubiera hecho perfecta idea en ese momento. Hasta por su vida temí, mirén que les digo.
Pero lo que es la profesionalidad, oigan. Inmediatamente se repuso del trance, después de negar categóricamente que se hubieran podido cruzar por Lavapiés, hasta ahí podíamos llegar, y echarle un responso al chaval, que quién le manda, también es verdad, ilustró a las acémilas que la pudieran estar viendo con su versión cristiana del matrimonio, para acabar asegurando que “la familia la inventó Jesús”. Ahí, revisionando. Si esto no es digno de una Ley de la Memoria Histérica que venga Dios y lo vea.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 20 de enero de 2011).

2 comentarios:

  1. Buen ejercicio de ironía, Kim. Has hecho que me descojone :))

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  2. Yo, por vuestra felicidad es que ¡MA-TO!
    ;)
    Gracias, reina.

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