sábado, 22 de enero de 2011

Me gusta que los cerdos vuelen

A mí es que me encanta este país. No podía ser de otro modo, claro está. Con este sentido del humor tan mío que tengo y dedicándome a lo que me dedico no se me ocurre mejor lugar en la tierra para residir. Que es que tenemos de todo, señora. Si se quiere usted reir, no dará a basto con el día a día que, por otra parte, tiene la facultad de ser muy versátil, porque lo mismo le sirve para un roto que para un descosido. Quiero decir que le da para echar su buena dosis de carcajadas diaria y en la misma medida para cogerse el cabreo del siglo que le durará un día, tampoco se crea que lo puede estirar demasiado, porque al día siguiente llegará otra remesa de nuevos motivos.
Por regla general, a mí es fácil hacerme reir. No vean lo que es el momento de lectura de periódicos en mi casa. Estoy por asegurar que cualquier día de estos se me presenta una patrulla del SEPRONA en casa, previa denuncia de algún vecino, buscando una manada de hienas de contrabando o algo similar. Pero también tengo mi lado oscuro, también. Hay días que los juramentos a grito alzado que suelto a troche y moche podrían hacer reventar un medidor de ruidos. Como verán, mi vida es un carrusel de sensaciones y, aunque les sorprendan, no parece que haya síntomas de desequilibrio mental grave por los alrededores.
Y hay otros días, como hoy, en los que de repente mi humor es una balsa. Hay noticias que me provocan un estado de confianza en que puede ser cierta esa esperanza hecha slogan de todo puede cambiar si se trabaja en la dirección adecuada, con ganas y por una buena causa. Hay gente que me demuestra algo que ya sé, que se dedica a la labor política por convicción, por ideales. Algunos pensarán que soy una ilusa, sólo puedo decirles que peor para ellos. Lo tienen que pasar francamente mal tan convencidos como están de que nadie hace nada por nadie si no hay una contraprestación por medio. Además de estar rotundamente equivocados. Pero no quiero desviarme del tema que me traía hoy aquí.
Esta mañana me he enterado del proyecto de Ley de Vivienda que está preparando el Gobierno Vasco. Y qué quieren, se me puso el humor a hacer piruetas.
Nuestra Constitución garantiza el derecho de todos los españoles a tener una vivienda digna. Y el Gobierno de Euskadi ha decidido ponerse manos a la obra. El anteproyecto establece el derecho subjetivo a la vivienda para aquellos colectivos cuyo acceso al mercado libre les podría hacer caer en riesgo de exclusión social. A los solicitantes de estas ayudas se les proporcionaría una vivienda en alquiler o, en su defecto, de una prestación económica con la que hacer frente al mismo. Otro de los aspectos que prevé el anteproyecto es la consideración de vivienda vacía cuando esté desocupada de forma continuada durante más de 2 años, salvo que concurran motivos que lo justifiquen. Este punto es la base para el establecimiento de un canon que “podrán imponer” los ayuntamientos por un importe de 10 euros anuales por cada metro cuadrado útil. Que ya se sabe que algunos solo reaccionan, en su caso sí, si se les toca el bolsillo.
Me gusta lo poco que hasta ahora conozco de esta Ley. Si es así, tal como lo he entendido, me parece no sólo necesaria sino valiente. Y me parece una prueba de que con voluntad política se puede gobernar para los ciudadanos, llegar a acuerdos y soluciones.
Pero claro, yo soy una rojaza a la que le gusta que los cerdos vuelen.

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 22 de enero de 2011).

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