Yo confieso, así, en modo Zola, que de política sé lo
justito para pasar la mañana y cada vez estoy menos segura de que lo que sé sea
cierto.
Si contra Franco se luchaba mejor y después nos
acostumbramos al bipartidismo con decoración minimalista, ahora esto se está
convirtiendo en un sindiós que me tiene, eso sí, de lo más entretenida.
Porque, oigan, una, que es cuadriculada por parte de padre, había entendido de toda la vida de dios que los acuerdos se llevan a cabo en base a intereses comunes y con objetivos parecidos. Pero hete aquí que estaba confundidísima, cosa habitual. Resulta que no. Al menos, no es necesario que los intereses y los objetivos se den en número amplio y tengan más coherencia que la existencia del oso hormiguero. Oigan, que si el interés es únicamente permanecer aupado al sillón de sus entretelas, se pacta lo que haga falta y ya, si eso, se incumple luego, que tampoco vamos a montar un dos de mayo por quítame ahí un imputado.
No entiendo yo que estos chicos de naranja que van a darle
la alcaldía de Santander a nuestro admirado súper héroe exijan la salida de
imputados de los cargos orgánicos de los partidos pero de que renuncien a sus
actas de cargo público no digan nada. Vale, no fui la primera de mi promoción, pero
no me digan si no es extraño como un dandy con lamparones.
Y que no son los únicos. De pirueta neuronal ha sido lo de
la alegre muchachada ofreciendo alcaldías a sus archienemigos con tal de que no
entren en los gobiernos municipales los de los soviets circulares y
bolivarianos. Ni que fueran a socializarlas. Con lo que tiene que doler eso. Lo
de renunciar a las alcaldías digo, que lo de los soviets estoy por verlo con estos
ojazos y no parece que se vaya a dar la circunstancia.
Yo, que de política ya les he dicho que no sé nada, hace
añísimos que me lié el carnet de militancia a los rizos para aquello tan manido
de transformar la sociedad. Pero la jodía corre que no vean. De eso sí me
he dado cuenta, ya ven. Y de eso se deberían dar cuenta quienes pretenden tomar
por idiotas a los millones de votantes que les han dado su confianza, que hay que
tener moral, así mismo se lo digo. Esta sociedad nuestra está en movimiento y
cada vez se conforma menos y exige más de quienes la dirigen.
Átense el aviso al dedo, señores mandamases, y dejen
de llamarlo amor cuando lo que en realidad quieren decir es pacto.
(Publicado en Gente en Cantabria el 12 de junio de 2015)
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