Nos prometieron el oro y el moro
y nos trajeron chatarra. Nos prometieron acabar con el desempleo en 100 días y
casi tres años y medio después tenemos prácticamente 9.000 desempleados más.
Nos prometieron traer industria a Cantabria y el cierre de empresas está a la
orden del día. Nos prometieron defender con uñas y dientes los servicios
públicos y lo que no privatizan lo dejan morir de inanición. Como han dejado
morir la asistencia a la dependencia y la atención a las víctimas de violencia
de género. Nos prometieron austeridad, transparencia y buen gobierno, acabar
con el despilfarro del Gobierno anterior, sacarnos de la crisis indemnes… y nos
van a dejar una larga lista de altos cargos tan bien remunerados como
innecesarios; una intensa judicialización de la política; un rodillo que
utilizan con demasiado desparpajo y que lo mismo sirve para un roto que para un
descosido; ruptura del diálogo social; soberbia, despidos ideológicos,
insultos, desplantes y maneras autoritarias. Y una sociedad enferma de una pobreza
inadmisible.
Han arrastrado por el barro la
herencia recibida y la han despilfarrado alegremente dejando la región
convertida en un erial donde cada día aterrizan menos aviones. ¿Para qué? Malgastaron
toda la inversión en I+D+i mientras sacaban a Cantabria del siglo XXI donde
había llegado pese al retraso con el que empezó el viaje. Olvidaron que la
Universidad significa conocimiento, sabiduría, preparación, investigación pero
también igualdad de oportunidades, superación, futuro. Qué curioso, lo mismo
que significa Educación Pública. Quizá por ello la han devuelto cincuenta años
atrás sumiéndola en un triste destino de carreras curriculares, desinversión,
‘más vale quien más tiene’, segregación por sexos y por conocimientos. Se
acabaron las becas, se vaciaron los comedores y los autobuses escolares y
únicamente la profesionalidad y el empeño de los docentes mantienen el precario
equilibrio en que permanecen las escuelas e institutos ante el panorama de
adocenamiento al que quieren someter a las futuras generaciones.
Se enfrentaron al bipartito por
el retraso en la finalización de las obras de Valdecilla, pero aprovecharon su
llegada al Gobierno para paralizar el proyecto, adjudicarlo a una empresa por
diez veces más del coste previsto y, ya que estaban, privatizar servicios.
Ellos, tan respetuosos con lo público como podemos comprobar cada día que
desprestigian a los profesionales para demostrar que no funciona y así tener la
excusa ideal para entregárselo a manos más doctas en la gestión previo pago de su
importe.
Nos hablaron de responsabilidad
ante la crisis, de tiempos difíciles, de sacrificios, de arrimar el hombro
todos a una, de brotes verdes, de raíces vigorosas que ni están ni se les
espera mientras no eran capaces o no les daba la gana de ejecutar completamente
unos presupuestos cada año más depauperados. Ellos, los grandes gestores.
Hablaron mucho de cajones y
facturas impagadas mientras maquinaban recortes que nada tenían que ver con la
crisis y mucho con la ideología. Acusaron a diestro y siniestro y entretanto se
sustentaban en un partido que presuntamente y según todos los indicios financió
las obras de su sede regional con dinero procedente de la corrupción que ahora
dicen aborrecer.
Nos prometieron el paraíso y nos
han llevado al paso alegre de la paz de cabeza hasta el infierno. Entenderán,
amigos, que entre estos tipos y yo haya algo personal.
(Publicado en Gente en Cantabria el 7 de noviembre de 2014).
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