¿Eh? ¡Ay, perdón! Que me han pillado despistada. Estaba buscando un modelazo apropiado para la cosa de sustituir al jefe en esta columna mientras él disfruta de unas merecidas vacaciones. Y una cosa me ha llevado a otra y andaba ahora mismo reflexionando sobre lo paradójico de la vida y que yo, que surgí en los albores de la red de redes, me vea ahora abocada a ser plasmada en papel. Si es que no somos nadie.
Pero no crean que me había detenido ahí. Que es surgir la palabra paradoja dentro de mi área de seguridad y torno a parecerme a la V Flota navegando hacia Irak, se encienden todas mis luces de alarma y veo pasar elementos sospechosos contra los que no me queda más remedio que disparar. En otra vida debí ser marine. ‘Semper fidelis’.
Pero vamos al lío, que si me dejan soy capaz de acabar en los cerros de Úbeda y, aunque preciosos, quedan muy lejos de donde iba una esta mañana.
¿Y dónde pensaría ir esta criatura, con el calorazo que hace? Se preguntarán. Muy fácil, al único sitio posible después de leer la prensa esta mañana, al reino de la paradoja. ¿Que dónde queda el reino ese? Tranquilos, no necesitan GPS para este viaje. Les queda tan cerquita que muchas veces ni serán conscientes de ello.
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, una paradoja es, en su segunda acepción, una “aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera”. Pues ahí lo tienen, señoras y señores míos. Rodeaditos nos tiene la bendita figura. Si ustedes son personas informadas, que quién les mandará, tienen ejemplos a cada página que leen, a cada frase que les salta a la retina. Paradójico es oír a la señora De Cospedal reclamar a su partido como el “partido de los trabajadores”, o al señor Rajoy pedir explicaciones al Gobierno por la presencia en Afganistán. O al inefable, porque lo de este hombre no se puede explicar con palabras, González Pons repetir una y otra vez que ‘tío Paco’, el de los trajes, es el mejor candidato para gobernar Valencia. Todo ello es tan inverosímil como absurdo.
Lo malo es que, aunque una mentira (en este caso, una paradoja) repetida mil veces no pasa a ser verdad, la teoría del aburrimiento del contrario hace mella en el común de los mortales y se puede dar el caso, como se ha dado tantas veces, de que el común en cuestión lo crea y cuando vea a doña Dolores se imagine a aquella otra Dolores que volvió del frío; que cuando escuche a Mariano olvide quién nos metió en estos ‘fregaos’ y crea a pies juntillas que en Valencia no hay sastres ni sinvergüenzas.
Incluso habrá quien, en mayo del año que viene, buscará el nombre de Íñigo de la Serna encabezando la papeleta electoral que ha de introducir en la urna que rece ‘Elecciones Autonómicas’. Lo peor es que, paradójicamente, lo encuentre.
Pero no crean que me había detenido ahí. Que es surgir la palabra paradoja dentro de mi área de seguridad y torno a parecerme a la V Flota navegando hacia Irak, se encienden todas mis luces de alarma y veo pasar elementos sospechosos contra los que no me queda más remedio que disparar. En otra vida debí ser marine. ‘Semper fidelis’.
Pero vamos al lío, que si me dejan soy capaz de acabar en los cerros de Úbeda y, aunque preciosos, quedan muy lejos de donde iba una esta mañana.
¿Y dónde pensaría ir esta criatura, con el calorazo que hace? Se preguntarán. Muy fácil, al único sitio posible después de leer la prensa esta mañana, al reino de la paradoja. ¿Que dónde queda el reino ese? Tranquilos, no necesitan GPS para este viaje. Les queda tan cerquita que muchas veces ni serán conscientes de ello.
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, una paradoja es, en su segunda acepción, una “aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera”. Pues ahí lo tienen, señoras y señores míos. Rodeaditos nos tiene la bendita figura. Si ustedes son personas informadas, que quién les mandará, tienen ejemplos a cada página que leen, a cada frase que les salta a la retina. Paradójico es oír a la señora De Cospedal reclamar a su partido como el “partido de los trabajadores”, o al señor Rajoy pedir explicaciones al Gobierno por la presencia en Afganistán. O al inefable, porque lo de este hombre no se puede explicar con palabras, González Pons repetir una y otra vez que ‘tío Paco’, el de los trajes, es el mejor candidato para gobernar Valencia. Todo ello es tan inverosímil como absurdo.
Lo malo es que, aunque una mentira (en este caso, una paradoja) repetida mil veces no pasa a ser verdad, la teoría del aburrimiento del contrario hace mella en el común de los mortales y se puede dar el caso, como se ha dado tantas veces, de que el común en cuestión lo crea y cuando vea a doña Dolores se imagine a aquella otra Dolores que volvió del frío; que cuando escuche a Mariano olvide quién nos metió en estos ‘fregaos’ y crea a pies juntillas que en Valencia no hay sastres ni sinvergüenzas.
Incluso habrá quien, en mayo del año que viene, buscará el nombre de Íñigo de la Serna encabezando la papeleta electoral que ha de introducir en la urna que rece ‘Elecciones Autonómicas’. Lo peor es que, paradójicamente, lo encuentre.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el martes 31 de agosto de 2010).
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