Hay palabras modestas a las que
no otorgamos demasiada importancia más allá de su función aclaratoria, que
guardan entre sus letras el secreto del auténtico poder. Son palabras con apariencia común, que casi
cualquiera es capaz de escribir correctamente y cuyo uso supone tan escaso reto
que apenas reparamos en ellas pero que realmente esconden un súper héroe sin
calzón por encima de los leotardos, ni cabina telefónica, ni gafas de pasta con
las que disfrazarse, aunque capaces de transformar la amabilidad informativa en
fuerza capaz de insuflar ironía a un titular o poner el mundo a girar en el
sentido contrario a las agujas del reloj, modificando el tiempo, ese puta del
que ya Einstein nos dijo que era de lo más relativo.
Estoy segura de que ustedes, como
yo, usan la palabra ‘ahora’ al buen tuntún,
sin reparar en su importancia, casi con desgana. Incluso, cuando la escriben,
notan esa punzadita, apenas perceptible, del desdén que producen las palabras
que necesitan de una hache intercalada para ser alguien.
Pero no se llamen a engaño,
queridos, ‘ahora’ es un arma poderosa, casi de destrucción masiva. No solo
tiene la capacidad de concretar el momento en que algo sucede, sino que si la
dejan a su libre albedrío en un titular, pongamos por caso, aportará a este una
dosis extra de información y nos dará la medida exacta de la mala leche en
sangre del autor del mismo.
‘Ahora’ puede sustituir
alegremente a ‘en campaña electoral’; usada con pericia puede evitar tener que
adjuntar añadidos del tipo ‘que no antes’, incluso es capaz de aportar sin que
se note, apenas lo justo, la opinión del autor acerca de la oportunidad de un
hecho.
‘Ahora’ es una súper palabra de
la que yo soy súper fan.
(Publicado en Gente en Cantabria el 17 de abril de 2015).
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