La sentencia
que encabeza esta magnolia pasa por ser de esas aseveraciones que pretenden
hacer más llevadero un desengaño amoroso. Es una frase tramposa que no cumple,
salvo en casos con un pronóstico grave tirando a irresoluble de estulticia, su
cometido. Quizá alguna vez, en aquel tiempo en que los animales hablaban,
alguien la dijera sinceramente convencido de ser el culpable de un fracaso
emocional. Puede ser, pero no se guarda testimonio que asegure que fuera.
Pero no quería
yo torturarles hoy con las razones que no tiene el corazón, que yo no sé
escribir de amor, ni de casi nada, no se vayan a creer. Pero, vamos, que de
amor menos que de nada.
La frase me
vino a la cabeza mientras escuchaba la radio (¿qué haría yo sin la radio?) y
una mujer, desempleada en búsqueda activa de empleo, contaba cómo le habían
denegado uno por estar “sobrecualificada para el puesto”. No me digan que no es
como para acordarse de la frasecita y de docena y media de ancestros de
alguien, ahí, a lo loco. No eres tú, que estás más que preparada para este
puesto, de hecho, estás tan preparada que nos sobra la mayor parte de tu
preparación, qué digo la mayor parte, nos sobra casi toda, somos nosotros.
Nosotros, que no necesitamos a nadie tan preparado para cubrir este puesto que
no te merece y que tenemos un miedo cerval a que con tu cualificación vaya a
resultar que te aburra el trabajo y no rindas como es menester o, lo que es
peor, te dediques a enredar.
No eres tú,
que necesitas el trabajo, este o el que sea, porque tienes la burguesa
costumbre de comer tres veces al día y el capricho de pagar tus facturas, que
dónde se habrá visto eso. Somos nosotros, que pasamos por alto que cuando has
leído la oferta del puesto, y con esa sobrecualificación que tienes, ya te
habrás dado cuenta de que no te ofrecemos el trabajo de tu vida.
No eres tú,
una de los cuatro millones y medio de desempleados de este país que no ven luz
a ningún lado del túnel, somos nosotros los que, tras una reunión de
especialistas en recursos humanos, coaching y retórica de emergencia, decidimos
qué eufemismo utilizar para hacer más llevadera la decepción que conlleva
cualquier negativa y no digamos si es laboral.
A mí, qué
quieren que les diga, todo esto me sigue pareciendo tramposo. Tras esa supuesta
conmiseración encuentro que se oculta un enorme egoísmo y una tremenda
cobardía. Pero eso son cosas mías, que tengo este carácter.
No sé de qué
se ríen. Ya les dije que no sé escribir de amor.
(Publicado en Gente en Cantabria el 6 de febrero de 2014).
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