Yo no sé de qué se extraña la
gente, así, en general. De verdad. A estas alturas del cuento parece hasta
mentira que tengamos capacidad de anonadamiento, de la de asombro ya ni les
cuento, pero la cosa es que la tenemos. Debe ser de esas cualidades capaces de
regenerarse por sí solas cuando parecen destruirse. Como la cola de las
lagartijas, vaya.
Vamos a ver, ¿en serio pensaban
que alguien que viva en el siglo se va a asustar, escandalizar o siquiera va a
hacer el amago de levantar la ceja ante unas imágenes, controladas en lo
estético, de un poquito de dominación consensuada aliñada con más lujo y
cuidado que la habitación de juegos de los infantes de la familia real inglesa?
Pues si alguien lo pensaba,
enhorabuena. Mantenga impoluta su inocencia y aislada la cueva donde habita.
Solo así conseguirá permanecer feliz.
Gracias al cielo y a la
evolución de la especie, que no siempre atina pero tiene sus momentos, la
evolución digo, las cuestiones sexuales hace tiempo que dejaron de ser tabú
para la mayoría de los humanos civilizados.
Pero esperen, que se me olvidaba
otro motivo. Gracias al cielo, a la evolución de la especie y a lo
acostumbrados que estamos a las formas menos lúdicas de dominación y sadismo.
Tan acostumbrados que podría decirse que nos ha salido callo en el alma y hemos
sacado a orearse al masoquista que llevamos dentro. Si no, no se explica que
aún se nos pueda llamar civilizados y no haya sido necesario hasta ahora, no lo
descarten para un futuro próximo, construir más cárceles o manicomios, con lo
que supondría de recuperación para el sector del ladrillo y la recuperación de
la economía. Depositen aquí su carcajada. Gracias.
Díganme sino cómo es posible que
cualquier evento deportivo, siempre que sea futbolístico o de organización
interna de los partidos políticos, tiene más en vilo a la plebe que varios
cientos de personas desaparecidas durante un trayecto en patera hacia un mundo
que imaginan mejor; cómo la fecha del estreno de la última serie televisiva de
moda nos mantiene más atentos a nuestras pantallas que los datos acerca de la
pobreza, no les digo ya en otro continente y más allá del Atlas sino de
nuestros propios convecinos; cómo no llegamos a horrorizarnos por la muerte y la
destrucción que provoca una guerra, conflicto armado le dicen, de tan
acostumbrados que estamos a sobremesas atestadas de cadáveres lejanos.
Maltratados y humillados nos
sentimos complacidos por ello, calientes y cómodos en nuestro refugio. Eso en
mi pueblo es masoquismo del bueno. Qué nos van a escandalizar a nosotros
cincuenta sombras por muy grises que sean.
(Publicado en Gente en Cantabria el 13 de febrero de 2015).
Pues a mí me escandalizan. El extraordinario nivel de estulticia que hemos alcanzado nos hace hablar de "perversiones sexuales" en un relato que trata de cosas infinitamente más terribles y que nada tienen que ver con la sicalipsis: maltrato físico y pisicológico, dominación, relaciones no consentidas, machismo hasta unos extremos escandalosos... ¡Y no pasa nada!
ResponderEliminar