Ya les conté el otro día que he pasado unas semanas buscando acomodo definitivo para estas magnolias y que, una vez convencido el jefe por el tradicional método de los hechos consumados de que me cediera este espacio, hemos estado, mis magnolias y yo, de mudanza. Ustedes se harán cargo del lío que supone una mudanza, las cosas que se pierden y lo mucho que se cansa uno. Una, en este caso, ha acabado destrozaíta y claro, no ha tenido tiempo para expulsar de su cuerpo serrano toda la mala leche que se le iba acumulando entre tépalo y tépalo cuando escuchaba según qué barbaridades de según qué personajes. Y como eso de guardarse para una la mala leche dicen que produce úlceras, además de ser de un egoísta de no te menees, y no estamos para ulcerarnos de gratis pudiendo dar rienda suelta a la tecla, procedo a convertirme por un rato en el remake 2.0 de la niña del exorcista.
Empezó la cosa con el ínclitó Antonio Burgos arremetiendo contra el físico de Leire Pajín a falta de argumento mejor. De su catadura moral ya hablamos en su día, así que para qué más. Pero, hete aquí que, como dice mi madre, los chonucos juntos comen mejor, y si esto sirve para el momento alimenticio de los cerdos (sin ánimo de señalar), también debe servir para el momento logorréico de los cerdos (ahora sí, ahora señalando).
Así que, una vez abierta la veda, ha sido un no parar de mentes preclaras las que han salido a proclamar, por mor de su libertad de expresión, lo mezquino de sus neuronas. A rebufo de Burgos salió a trote cochinero el alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, con comentarios tan soeces y fuera de lugar colgando de su baba dedicados también a la nueva ministra de Sanidad, que no era difícil imaginársele con un look a lo Colombo dando vueltas por un parque al anochecer, no sé si me entienden.
Ya metidos en faena y como lo que tiene un cambio de gobierno a primera hora de la mañana es que te pilla por sorpresa y sin el comentario oportuno preparado por si a alguien le da por preguntar, al bueno de Arturo Pérez Reverte, utilizador de palabras y hacedor de chascarrillos de taberna, castiza, eso sí, no le dio tiempo a pensar nada inteligente que decir y se descolgó llamando ‘mierda’ a Miguel Ángel Moratinos por llorar en su despedida del Ministerio de Exteriores. Para el machito cartagenero, llorar debe ser un signo de debilidad que, en todo caso, sólo se consiente a las mujeres y los niños. Si alguien se le cruza por la calle, por favor, explíquenle que la debilidad y la cobardía no tienen necesariamente nombre de mujer ni de ex ministro de Exteriores. Más bien de maleducado insinuador, escribidor de insensateces.
Pero no se vayan, aún hay más. No recuperados de lo anterior, llega esa insigne figura de la literatura universal y de la información tántrica que es Sánchez Dragó a contarnos que, antaño, dos japonesas menores de edad a las que sus madres vestían como putas le dieron lo suyo y lo de su primo. Lo de desdecirse un rato más tarde y contarnos que donde dijo digo dice diego, ya me he liado, creo, imagino que Pérez Reverte no lo ha tenido en cuenta para ese catálogo suyo de ‘mierdas’ patrias. Claro que tampoco aparecerán, no se ilusionen, Esperanza Aguirre, prócer de la cultura de este país, que salió a defender al ácrata de baratillo que tiene en nómina; ni Mariano Rajoy, que sigue roncando por encima del bien y del mal; ni mucho menos las afamadas chicas del Partido Popular, que no deben sentir como suyo el insulto a las mujeres, la apología del abuso a menores ni la más mínima dignidad de las personas. Esto seguro.
¡Qué agujetas tengo, queridos! Aquí, en el sentido común.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 6 de noviembre de 2010).
Empezó la cosa con el ínclitó Antonio Burgos arremetiendo contra el físico de Leire Pajín a falta de argumento mejor. De su catadura moral ya hablamos en su día, así que para qué más. Pero, hete aquí que, como dice mi madre, los chonucos juntos comen mejor, y si esto sirve para el momento alimenticio de los cerdos (sin ánimo de señalar), también debe servir para el momento logorréico de los cerdos (ahora sí, ahora señalando).
Así que, una vez abierta la veda, ha sido un no parar de mentes preclaras las que han salido a proclamar, por mor de su libertad de expresión, lo mezquino de sus neuronas. A rebufo de Burgos salió a trote cochinero el alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, con comentarios tan soeces y fuera de lugar colgando de su baba dedicados también a la nueva ministra de Sanidad, que no era difícil imaginársele con un look a lo Colombo dando vueltas por un parque al anochecer, no sé si me entienden.
Ya metidos en faena y como lo que tiene un cambio de gobierno a primera hora de la mañana es que te pilla por sorpresa y sin el comentario oportuno preparado por si a alguien le da por preguntar, al bueno de Arturo Pérez Reverte, utilizador de palabras y hacedor de chascarrillos de taberna, castiza, eso sí, no le dio tiempo a pensar nada inteligente que decir y se descolgó llamando ‘mierda’ a Miguel Ángel Moratinos por llorar en su despedida del Ministerio de Exteriores. Para el machito cartagenero, llorar debe ser un signo de debilidad que, en todo caso, sólo se consiente a las mujeres y los niños. Si alguien se le cruza por la calle, por favor, explíquenle que la debilidad y la cobardía no tienen necesariamente nombre de mujer ni de ex ministro de Exteriores. Más bien de maleducado insinuador, escribidor de insensateces.
Pero no se vayan, aún hay más. No recuperados de lo anterior, llega esa insigne figura de la literatura universal y de la información tántrica que es Sánchez Dragó a contarnos que, antaño, dos japonesas menores de edad a las que sus madres vestían como putas le dieron lo suyo y lo de su primo. Lo de desdecirse un rato más tarde y contarnos que donde dijo digo dice diego, ya me he liado, creo, imagino que Pérez Reverte no lo ha tenido en cuenta para ese catálogo suyo de ‘mierdas’ patrias. Claro que tampoco aparecerán, no se ilusionen, Esperanza Aguirre, prócer de la cultura de este país, que salió a defender al ácrata de baratillo que tiene en nómina; ni Mariano Rajoy, que sigue roncando por encima del bien y del mal; ni mucho menos las afamadas chicas del Partido Popular, que no deben sentir como suyo el insulto a las mujeres, la apología del abuso a menores ni la más mínima dignidad de las personas. Esto seguro.
¡Qué agujetas tengo, queridos! Aquí, en el sentido común.
(Publicado en AQUÍ DIARIO el 6 de noviembre de 2010).
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