sábado, 20 de septiembre de 2014

Dime de qué presumes...



No les cuento nada nuevo si les digo que vivo instalada en la duda permanente. Es más, imagino que comparto solución habitacional con la mayoría de ustedes. Y si no es así, les pido por su madrecita santa que compartan el secreto, yo por mí misma no encuentro las respuestas.

Son tantas las preguntas que no sé ni por dónde empezar. ¿Por el empeño de nuestros gobernantes en llevarle la contraria a la mayoría de la sociedad? Pues no es mal comienzo, porque, hasta donde yo llego, una mayoría les eligió para que dirigieran sus destinos, lo cual nos hace suponer, a mí al menos, llámenme simple que les dejo, que no sería mala idea escuchar a esa mayoría a la hora de tomar decisiones. Pero ese es el camino fácil y aquí nos gustan los retos.

Después de los dos años que nos hemos pasado de manifestación en manifestación, como mariposita histérica en un jardín japonés, es hasta normal que ya no se convoquen algaradas todos los días aunque solo sea para pedir explicaciones. Más que nada porque ya empezaba a ponerse complicado saber dónde, a qué hora y porqué tocaba tirarse a la calle. Yo me había hecho una hoja de Excel para llevar el control, no les digo más. 

Claro que tras el vicio de pedir dicen que está la virtud de no dar. Y nuestros actuales gobernantes son muy de no dar explicaciones ni al lucero del alba. Y cuando las dan estas son tan peregrinas que dan ganas de mandarlas al Rocío con María del Monte de la mano.

¿Que las familias reclaman que se mantengan abiertos los comedores escolares en verano a causa de la imposibilidad de muchas de ellas de alimentar a sus hijos? El Gobierno decide que no, hombre, no. Que así lo único que se consigue es estigmatizar a los niños señalándoles como pobres. Antes famélicos que señalados.

¿Que toda la comunidad escolar tiene puesto el grito en el cielo con el comienzo del curso escolar, el precio de los libros, del material escolar y la aplicación de la LOMCE? Exagerados son. Ya dice el consejero que  de caos nada. Que es todo un mundo de luz y de color.

¿El aeropuerto ‘Seve Ballesteros Santander-Parayas’ pierde pasajeros a ritmo de Jerry Lee Lewis tocando al piano ‘Great balls of fire’? No hay de qué preocuparse. El consejero de Industria, el cielo confunda, argumenta que nuestro aeropuerto “es hoy más fuerte que nunca porque tiene más conexiones y compañías operando de las que ha habido jamás”. Que cada día se parezca más al de Castellón es una menudencia. O una broma sin gracia.

Que en una región como la nuestra, en la que aumenta sin paro el número de desempleados, muchas, muchísimas de las personas que conservan su empleo puedan ser considerados, según los baremos oficiales, pobres, sería un buen argumento para una adivinanza si no fuera porque es la triste realidad en que vivimos.

Y todo así. 

Mientras, nuestros gobernantes presumen de recuperación económica; de buscar consensos (disculpen la carcajada); de eficacia; de austeridad (esto corre el peligro de convertirse en risa boba, verán); de transparencia. Del amiguismo, el nepotismo, la imposición, las ‘amnistías’ a los privilegiados, el incumplimiento de compromisos (electorales o presupuestarios) y de dejar Cantabria como un páramo no dicen nada.

Y ahí seguimos, dudando si nos toman por idiotas o simplemente les importa una higa nuestra opinión. O ambas.

(Publicado en Gente en Cantabria el 20 de septiembre de 2014).

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