jueves, 3 de marzo de 2011

Solidarios

El mundo está convulso. Pues vaya novedad, pensarán ustedes. Y tienen toda la razón del convulso mundo. El mundo se está convulsionando desde que es mundo. Esto es un no parar. Tiene que tener unas agujetas horribles en las entrañas, pobrecito.
¿Y qué mosca le ha picado a esta ahora, a buenas horas, para hacer tamaño análisis de la señorita Pepis? Pues miren, que hoy me he levantado más básica de lo habitual, que ya es. Y claro, es levantarme básica y no entender nada. No es que de normal entienda gran cosa acerca del comportamiento humano, la verdad, pero hoy, durante el sueño, he debido de resetear y no entiendo nada de nada. Para mí los conflictos internacionales y la participación del resto del mundo en esos conflictos es un arcano y los extraños mecanismos que menean, porque eso no es moverse, es menearse, la mente humana, sobre todo la de los humanos de a pie, entiéndanme, ya ni les cuento.
Estamos asistiendo estas semanas a las protestas, revoluciones, o llámenlo cómo mejor se les ocurra, de los ciudadanos de un montón de países árabes, hartos de vivir bajo la bota de sátrapas agarrados al poder cual piojos, matando a su pueblo de hambre, o de falta de derechos, o de ambas, o directamente matando a su pueblo, sin más. Eso sí, desde nuestras pantallas, indignados, atentos, sin reclamar a los estamentos más cercanos que levanten la voz, que echen a correr para ayudar a los egipcios, a los tunecinos, o a recoger los cadáveres de los libios. No quiero decir que tengamos que soltar la pantalla e irnos todos a una a la escena del crimen, que con esa avalancha lo íbamos a poner todo perdido e iba a ser peor el remedio que la enfermedad, además de destrozar cualquier prueba del delito ¿qué pasa, que no ven ustedes a Grissom? Pues eso. Pero sí está en nuestras manos firmar peticiones, hacerlas, incluso, para que nuestros occidentales gobiernos tomen cartas en el asunto; también está en nuestras manos, en nuestra indignación, explicarles muy clarito a nuestros representantes políticos cómo queremos que gestionen nuestro voto, desde asistiendo a manifestaciones hasta cambiando el sentido del voto en un par de meses, eso sí, pensándolo muy mucho, que si ahora no lo vemos claro, imaginemos lo que puede ser si llegan los amigos de la gaviota a gestionar la solidaridad internacional…escalofríos me entran; escribiendo, criticando, mandando cartas a los medios de comunicación, apuntándonos a organizaciones no gubernamentales, en fin, protestando activamente si es que nos preocupa realmente la situación.
Y hablo de estos países porque nuestra indignación siempre aflora a golpe de titulares. Ni Mubarak ni Gadafi llegaron al poder hace dos días, precisamente. Pero ahí estaban, tan calentitos, tan a gusto en su trono, tan acompañados por los dignatarios mundiales que les recibían en sus saraos para dignatarios. ¿Qué tal los niños, mister Mubarak? Póngame a los pies de su señora, señor Gadafi (si es que la encuentra entre tanta amazona suelta que lleva consigo). Me refiero a estos países pero podría referirme a muchos otros. Otros que tiene piel de cordero pero esconden debajo al lobo que es un lobo para el hombre, que firman convenios internacionales pero no los cumplen sabedores de que los organismos internacionales que, se supone, controlan el cumplimiento de esos convenios ni están ni se les espera. Y cuando alguna organización no gubernamental decide ir a controlar que se respeten los derechos básicos en estos países, a sus enviados se les encarcela por ser peligrosos, incumplir las leyes del país y llamar a la revuelta.
Cualquiera que conozca a Pilar Chato se sorprenderá de que el gobierno panameño la considere una amenaza. De hecho, cualquiera que la conozca se sorprendería de que Pilar sea considerada una amenaza para nadie. Pilar es periodista y a lo mejor por esto se la considera un peligro para el gobierno de Panamá. Pilar es solidaria, a lo mejor por esto los mezquinos que abundan en este mundo y en nuestra región se dedican a escribir comentarios en la página web del periódico en el que Pilar trabaja, y en el que pidió la excedencia para irse a vivir la aventura panameña, se dedicaron a increparla porque no entienden el porqué tenía que irse a “hacer el tonto” (sic) a otro país, a “meterse donde no la llaman” o simplezas por el estilo.
Hoy Pilar ya está en casa. Ha vuelto de Panamá por culpa de su gobierno. La obligaron a irse del país, no por ser una revolucionaria, no, sino por acudir a vigilar que se respetaran los derechos de unos manifestantes contra la minería. O sea, por hacer lo que no hemos sido capaces de hacer los demás. Pues bravo por Pilar.
Yo quiero un mundo donde esté Pilar. Donde esté Paco, su compañero de aventura. Quiero un mundo donde gente como ellos sean capaces de abandonar su cómoda vida, cómoda sí, para nuestros estándares puede que no, pero para los de los países donde son necesarios, comodísima vida, y agarrar la maleta e irse a ayudar a los demás, a vigilar por su seguridad, a dar fe para que el mundo se entere de lo que pasa más allá del dintel de su puerta. Y donde los mezquinos, los idiotas que no ven más allá de sus narices, no tengan cabida, no tengan posibilidad de insulto, no existan. Ya, sé que es una utopía, otra más, pero por pedir que no quede.
Hoy Pilar y Paco son un ejemplo. Son el ejemplo, de hecho. Pero no son los únicos, afortunadamente. Miles, millones de personas en el mundo dedican su tiempo a la solidaridad, en todos los aspectos, de todas las formas posibles. Algún día, a lo mejor, conseguimos arrinconar a los lobos con piel de cordero y a las hienas con risa imbécil. O no, pero no dejemos de intentarlo.
Bienvenida a casa, Pilar. Gracias

(Publicado en AQUÍ DIARIO el 3 de marzo de 2011).

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