Ahora, nos anuncian que “se suspende la actividad” del CJC. Puro eufemismo. Desaparece el CJC. Y no porque su mantenimiento vaya a librar a las arcas públicas de tal cantidad de dinero que ya no hará falta que suspiremos por la cortedad de miras de quien rechazó el impuesto de sucesiones. No. Desaparece porque quien tiene la responsabilidad política de velar por sus ciudadanos ni cree en ello ni está en su agenda creer algún día. Desaparece porque quien nos gobierna ve en la juventud un peligro. Porque la capacidad de rebelarse de los jóvenes; de criticar lo establecido; de asociarse para reivindicar sus derechos, que son los de todos; de cuestionar; de trabajar; de dar lecciones de civismo son armas peligrosas para quien no cree en la libertad.
En estos 25 años, el CJC ha cumplido su objetivo leal y puntualmente. Se creó como interlocutor de los jóvenes con la administración y la sociedad. Y lo ha sido. Los jóvenes cántabros se han visto representados ante los diferentes gobiernos porque allí estaba el CJC para representarles. Para exponer ante las fuerzas vivas sus inquietudes, sus reclamaciones, sus problemas y para pedirles soluciones. Sería un auténtico coñazo detallar los cientos de actividades que se han llevado a cabo gracias al empeño de esos peligrosos insurgentes, y para coñazos ya tenemos los reality shows.
Y ahora, que el presente es tan negro y el futuro más incierto que nunca, la alegre muchachada nos cierra el Consejo. Y coincide en el tiempo con la campaña de recortes en Educación que Mariano Manostijeras está llevando a cabo, consejeros de la misma en las Comunidades Autónomas mediante. En el mismo tiempo en que los alumnos valencianos están descubriendo en sus propias carnes lo que significa la expresión “correr delante de los grises”. Sí, ya sé que ya no van de gris ni nosotras de azul, pero lo importante es el concepto y este es que son más grises que nunca. Ahora corren detrás de peligrosos niños y adolescentes armados con el bocata de la merienda y mandarinas antipersonas y pertrechados tras subversivos libros de texto y literatura. Tirant lo Blanc es lo que tiene, que siempre fue un rebelde y un subversivo de libro.
¿Es casualidad? Permítanme que no lo crea. Con la que nos han preparado, más bien tiendo a pensar que lo que la muchachada pretende es una generación de jóvenes corderos que balen al son que les tocan pero de forma individualizada. Que si se juntan, aunque sea a jugar a la Play, pueden ser un problema. No les interesan los jóvenes formados, informados, asociados, comprometidos, no sea que les salgan por peteneras y protesten; que les enfrenten con sus propias contradicciones; que se vengan arriba y se nieguen a pasar por el aro, en definitiva, que ejerzan de jóvenes.
Por fortuna, somos muchos los que creemos que para conseguir un futuro razonable hay que llevarle la contraria a esta gente y que estaremos allá donde nos reclamen estos y cualesquiera otros jóvenes que pretendan cambiar el orden de las cosas. Seguramente no siempre de acuerdo con sus postulados ni sus reclamaciones pero reivindicando su presencia y que se escuche su voz.
Imposible no recordar mientras escribo esto a muchos de los que fueron algunos de esos jóvenes comprometidos y que me llena de orgullo poder llamar amigos. Es seguro que me olvidaré de alguno, pero sabrá, en caso de enterarse, disculparme. En nombre de ellos sé que puedo decir que contéis con nosotros para cuanto necesitéis.
Como haría en Facebook, en este artículo daros por etiquetados (a lo loco y sin orden alguno, que soy yo, leches): José Ángel Olavarría, Anna Tsanis, José Luis Santos Abaunza, Aurora Caballero, Gema González Santos, Mila Martínez, María Ángeles Roba, Paco Mañanes, Charly Montenegro, Óscar Becerril, Gustavo García, Judith Pérez, Regino Mateo, Quique Gordaliza, Cristina Otero, Marisa Otero, Víctor de la Herrán, Ruth Carrasco, Félix Arrizabalaga, Raúl Gil, Iván Gómez, Javier Ruiz, Javier López, Pedro Casares, Estela Goicoetxea, Eugenia Gómez de Diego, Cristina González, Pica, Carmen, Rosa, Isabel, Pilar... y, por supuesto, Leonor, nuestra 'mami' Leonor.
Y siempre, siempre, José Félix.