martes, 7 de marzo de 2023

¿Dónde vas Ramón Tamames? ¿Dónde vas triste de ti?

Les confieso que llevo unos días que vivo sin vivir en mí, aunque a diferencia de la santa, yo no aspiro a más alta vida, que con el tercero en el que vivo ya me viene bien.

Ustedes pensarán, porque ya nos vamos conciendo, queridos, que lo que me trae a mal traer es la cosa de la corrupción en la Consejería de Obras Públicas. Pues no. Que no les digo yo que no me preocupe y hasta me cabree que algún funcionario ande por ahí, campando a sus anchas, derrochando sinvergonzonería y horterez. Horterez, sí, horterez. Porque hay que ser hortera, lo de sinvergüenza se le presupone, para montar una red clientelar y tratar de esconderla detrás de una empresa de fotocopias. Ahí hay poco glamour. Lo de tener una máquina de contar dinero en su domicilio ya roza lo esperpéntico. O es idiota, además de corrupto y hortera, o se piensa que lo somos nosotros.
 
Pero no es eso lo que me trae a mí a mal traer. A mí lo que me tiene loca, más de lo habitual, es lo de la moción de censura que van a presentarle al Gobierno de España los alegres muchachos de VOX cualquier día de estos.
 
No estoy muy al tanto de los detalles porque me lo impiden los ataques de risa. Es que cada vez que leo algo al respecto recuerdo que el candidato que presentan como alternativa a Pedro Sánchez es Ramón Tamames y ya no veo tierra.
 
Ni tierra ni lógica alguna.
 
Vaya por delante que soy muy fan de que todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, de la clase que sea, en cualquier momento, pero es que la pirueta ideológica que ha hecho Tamames en las últimas décadas es merecedora de varias medallas olímpicas. De ‘fundador’ del PCE a candidato a la Presidencia por la extrema derecha patria. Si con eso no se ha esguinzado una docena y media de neuronas será un milagro.
 
Piruetas y esguinces aparte, que gracia tienen la justa, las carcajadas me sobrevienen cada vez que me imagino ese debate. Es que no puedo parar. Porque Pedro Sánchez será lo que ustedes quieran pero es imaginarme el vapuleo dialéctico que le va a ‘arrimar’ al nonagenario excomunista y se me arremolinan las carcajadas.
 
Si no fuera porque no les concedo ni la más mínima capacidad de estrategia política, diría que la alegre muchachada presenta esta moción de censura para perderla. Porque nadie, aparte de ellos, piensa en la posibilidad de que tamaño despropósito salga adelante.

(Publicado en Gente en Cantabria el 3 de marzo de 2023).

lunes, 6 de marzo de 2023

Las ovejas no pierden el tren salvo que sea en Cantabria

Contaba Julio Anguita, allá por mediados de los 90, que más de dos décadas antes llegar de Cantabria a Galicia en tren le había costado unas 16 horas. Y lo contaba porque en aquel entonces, mediados los 90, seguía costando lo mismo y eso le desbarataba su estructurada cabeza.

Imaginen lo que pensaría ahora mismo, cuando en el momento de escribir estas líneas, una, que es organizaduca, consulta lo que tardaría en llegar a ponerse a los pies de la estatua de Santiago y, oh sorpresa, si cojo el tren que sale en un rato podría hacerle cosquillas al santo dentro de 14 horas y 28 minutos. Como para una prisa.

Y es que en Cantabria la cosa de los trenes tiene guasa.

Bien es verdad que el chiste definitivo (esperemos) ha sido el del tamaño de los trenes, los túneles y las gónadas de los responsables del desatino de no verificar las correspondientes medidas y asegurarse de que los vehículos quepan por los túneles. Así aparcarán las criaturas.

El choteo que se ha derivado de la ocurrencia  de los hipertróficos testiculares se ha oído más allá de Orión. De hecho, hay rumores de que los ‘globos chinos’ esos que no le gustan a Biden fueron enviados por los hijos de Mao a ver si se enteraban de qué eran esas risas. Que les gusta a ellos estar al tanto de todo.

Y aunque este despropósito ha sido el último, hasta ahora, y el más sonado, con diferencia, la cosa del tren en Cantabria nunca ha sido fácil ni cómoda. 

Viajar a la cercana Bilbao en ferrocarril es volver a la infancia. Bueno, ahora menos, pero no hace tantos años subirse al tren dirección Bilbao era revivir las películas de indios y vaqueros de las sobremesas de los sábados. De los sábados antes de que llegaran las películas alemanas compradas por kilos de la televisión pública y los telefilmes de horripilancias varias de las privadas.

Volvías a la infancia de un tirón. Te veías en un ferrocarril, cruzando llanuras y esperando (tampoco tenías mucho más que hacer) que saliera Jerónimo por cualquiera de las lomas que adornaban el paisaje. Y no era  culpa de los plumeros, que abundan, ni del plumaje de los urogallos, que escasean, era más bien que las ‘máquinas de hierro’ que te llevaban a Vizcaya tenían de hierro lo que yo de monja clarisa. Si hasta yo he visto bancos de madera en el interior. Y tan mayor no soy, hagan el favor.

Por no hablar del tiempo estimado de llegada. Justo dos minutos antes de la jubilación.

¿Y qué me dicen de la catenaria? Ay, la catenaria. Tan fina, tan ligera, tan congelable. Cuánto mal da la maldita catenaria.

Y la soterración. Y la integración ferroviaria. Y la losa...

Eso sí, que no se nos olvide reclamar el AVE a Cantabria ad nauseam.


(Publicado en Gente en Cantabria el 17 de febrero de 2023).

Muchísimo ruido y cada vez menos nueces

Imagino, queridos, que estén conmigo en que el ruido que últimamente proviene de nuestras instituciones resulta atronador y altamente contaminante. No hay manera de que nuestras señorías, excelentísimos y adláteres se comporten con la debida educación y sobriedad a las que deberían estar acostumbrados y, ojalá, nos pudiéramos acostumbrar el común de los mortales por su habitual utilización. Pues no. Y da igual de lo que se trate. Cada puñeterísimo tema que salga a la palestra pública es una oportunidad de oro para que los próceres de la patria, comunidad autónoma o ayuntamiento patrio monten una batalla campal de la que difícilmente se podrá sacar nada en claro, salvo la certeza de que los españoles tenemos un dudoso gusto y muy poco tino para elegir representantes. Pasan los años y vamos dejando de lado la profundidad de sus convicciones políticas e ideológicas y las sustituimos por su capacidad pulmonar y su ‘culo de hierro'. El que más grita y más aguanta, capador.

Y nos parece bien. Les compramos el ‘discurso’ (como si supieran qué es eso) en función de en qué grado de compromiso han sido capaces de poner a su adversario.

Para colmo de males, estamos en año electoral y ya sabemos que en esa estación no necesariamente florecen las rosas, más bien lo hacen las promesas vacuas y las ideas de bombero. (Nunca he entendido yo muy bien porqué se mete a los abnegados bomberos en semejante berenjenal comparativo, pero soy muy de dejarme llevar. Ellos sabrán perdonarme).


La última ocurrencia peregrina, pero peregrina de ponerla a hacer el Camino de Santiago a caballo y cogida de la mano, hasta el momento que les cuento esto (que a saber qué se le puede ocurrir al prócer de turno si le damos un ratín) es hacerle más del casito necesario al vicepresidente de Castilla y León en su desparrame antiabortista ya atajado por sus mayores.


Porque ya me contarán ustedes, que son personas leídas, qué pinta en el Parlamento cántabro una proposición no de ley que pretende “preservar los derechos y libertades de las mujeres cántabras garantizando la protección de su salud sexual y reproductiva”, como si estuvieran en solfa.


Únicamente le puedo encontrar una explicación sin que de mi hallazgo derive una denuncia contra mi persona: la inmersión de hoz y coz en la campaña electoral, lo que siempre da pie a que alguien piense que los electores somos idiotas.


Porque pensar que hay quienes de darse tiros en los pies, planteando debates que hace años no están en la agenda, han hecho un deporte me resulta desconcertante. O no.


(Publicado en Gente en Cantabria el 3 de febrero de 2023). 

domingo, 10 de julio de 2022

Entre una España que muere (de calor) y otra España que bosteza

Miren, qué quieren que les diga si el tema del que habla todo el mundo, el único tema del que habla todo el mundo, es la maldita ola de calor que nos asfixia como si hubiera sido ideada por un dirigente perturbado de la Agencia Tributaria ¿quién soy yo para cambiar de tema? Y, sobre todo, ¿creen ustedes que me da a mí la neurona para hablar de otra cosa? Ni modo, la tengo ocupada en coordinar lo que yo llamo respiración y cualquiera con más facillidad para el tratamiento del detalle, mayor y mejor uso de la palabra que yo y más paciencia a la hora de fabricar metáforas, o sea, cualquiera, llamaría el boquear de un pez a 100 metros de la acumulación de agua más cercana.

Y volver, volver, volver...
 
Solo a mí se me ocurre volver a escribir en plena ola de calor. Nunca he sido muy consciente (eso lo saben sobradamente quienes hace años que siguen mis ‘disquicosas’. Los nuevos ya se irán dando cuenta, ya). ¡Pero si todo el mundo sabe que a casa se vuelve por Navidad! Pues yo no, yo vuelvo de cara al verano, con la calorina instalada en tó  lo alto y con media España ahogándose y la otra media, la que nos ‘hiela’ el corazón, gozando más que un chonuco en cochiquera de este clima subsahariano.
 
Así somos en este país. Nos pasamos la vida divididos. Estoy convencida de que si instauraran la división de opiniones como modalidad olímpica no habría manera humana, ni siquiera divina, de que nos desalojaran del podio.Ahí te dejo la idea, Iceta. Y de gratis.
 
Basta darse una vuelta por las redes sociales para comprobar que no hay manera de que un grupo de españoles se ponga de acuerdo en ningún tema que se trate. Da igual lo que sea. Incluso aquellas cosas que, a priori, nos habrían de unir a todos es imposible no darse de morros con el discordante de turno. Para mí que en algún oscuro rincón de algún departamento de a saber qué ministerio se organizan ciclos de discordantes y que todos seremos llamados ‘a filas’ en algún momento. Como un sustitutivo del antiguo servicio militar. Ya les avisaré si confirmo mi teoría,  con la ‘papela’ de presentarme a filas mediante.
 
Y ya ven, yo vuelvo por mis fueros. Una vez más el tiempo y el espacio se me hacen huéspedes y no encuentro manera de hablarles de lo que yo venía a hablarles porque las ideas, derretidas hoy, también es verdad, se me van de vacaciones a los cerros de Úbeda y ni modo de hacerlas volver  para cumplir en tiempo y forma con lo que venía yo a contarles. Que también les digo que ya me gustaría a mí acordarme de qué era ello, pero no me pidan imposibles, los rizos me ocultan el bosque y mi neurona sudorosa da lo justito para pasar la mañana. Ya, si eso, otro día.


sábado, 9 de mayo de 2020

Mi amigo Andrés

Él no es consciente, nunca lo ha sido, pero mi amigo Andrés tiene un don, lo que ahora llaman un superpoder, vaya.  Sin necesidad de ponerse el calzoncillo por encima de los leotardos, que ya ves tú qué ganas; ni de embozarse en una capa oscura o dejarse las uñas tan largas como las de Rosalía; sin más aparatajes  que su sonrisa y sus ganas, mi amigo Andrés va para superhéroe. A mí me hace una ilusión loquísima, porque, oye, tener un amigo superhéroe no es algo de lo que pueda presumir todo el mundo. Yo sí. Y estoy como loca por presumir. Soy la Pantoja un Domingo de Ramos, con eso te lo digo tó.

Sin duda, la mejor capacidad que tiene el ser humano es hacer felices a los demás. Pues a Andrés le rebosa por cada poro de la piel. A ver. Que con las palizas a bailar que se mete, los poros los tiene que tener más abiertos que el túnel de Tetuán, siempre que no tenga goteras. El túnel, que mi amigo, además de superpoder, tiene una avería importante, pero goteras ni una.

No me líen que me despisto. Decía que mi amigo Andrés es un superhéroe con el superpoder  de hacer felices a los demás. ¿Habrá algo mejor en la vida? 

Andrés lleva desde el minuto uno de este maldito confinamiento alegrándonos los fines de semana. Pero alegrándonoslos hasta donde no se pueden imaginar. Ha abierto el balcón de su casa para que nos juntemos telemáticamente una panda de descerebraos a cantar y bailar con él; para que riamos hasta la agujeta; para que nos encontremos los amigos que no podemos vernos, de aquí, de allá, de mucho más allá; para que compartamos risas, cervezas, calimochos, vinos, gintonics, galletas… bueno, esa es otra historia que no viene al caso, no me sean cotillas… Ha conseguido hacer de los fines de semana de esta cuarentena un oasis de alegría y buen rollo que no podremos agradecerle por más años que vivamos.

Los superhéroes modernos no van solos por la vida. Eso se lo dejan a tipos como Superman o Batman, que ya ves tú qué tristes. Los superhéroes modernos se juntan en cuadrillas de superhéroes. Dios los cría y el viento les arremolina. Y Andrés, otra cosa no, pero es modernísimo. Así que ha arremolinado en torno suyo a un grupo de colegas con superpoderes y ahí les tienen, haciendo el bien. Un poco raritos sí que son, también les digo. Todos ellos tienen el mismo superpoder que Andrés, repartir felicidad. Que podían haberse currado más la puesta en escena… puede, pero para qué. El guión de esta película se ha ido escribiendo sobre la marcha y desde aquí les anuncio que va directa a Los Goya. 

El grupo se hace llamar G5. Vale, no había nadie revisando ese negociado. Pero no les podemos pedir más. Sería de mala gente. No se le puede pedir más a quienes lo están dando todo. Empezaron arropando a Andrés en su confinamiento. Mientras él nos divertía le proveían de todo lo que le fuera necesario. Algún caprichito también cayó, que es superhéroe pero humano, un poquito de porfavor. Pero se les hacía poco a las criaturas y poquito a poco fueron pergeñando un plan. Y convirtieron el balcón de Andrés en El Balcón de Tu Alegría. De la nuestra, comparsas paraditos pero agradecidos. Y se fueron viniendo arriba, a lo tonto, casi sin darse cuenta, como quien no quiere la cosa, y de repente nos vimos cómplices de una iniciativa solidaria en forma de camisetas y tazas como recuerdo de que una vez participamos de un experimento hecho a fuerza de generosidad. Una vez en la vida al menos. Y sonará todo lo moñas que ustedes quieran pero es precioso.

Esperen, que me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda, que les tengo ley. A ver, que no les he explicado que todo lo que se recaude por la venta de las camisetas y las tazas (la línea de ropa interior la están trabajando pero no es seguro que vea la luz… esperen, esto ha quedado un poco raro ¿no es cierto? Bah, pa’ prao), decía, que todo lo que se recaude se pondrá a disposición de los Servicios Sociales para que lo distribuyan entre los que peor lo están pasando en esta pandemia. No me digan que no es para comérselos a besos. 


Nuestro G5, como todas las cuadrillas de superhéroes que pueblan el país, que son muchísimas, son gente no solo generosa sino también muy discreta. Pero ya les he comentado que a mí me gusta presumir, así que me apetecía contarles esta historia. Además, como ahora no pueden replicarme (que su poco de pesaditos también tienen, eh, no se crean, que no saben más que darnos las gracias a los demás, mira tú qué empeño más tonto) aprovecho para mostrarles mi eterno agradecimiento y creo que, sin temor a equivocarme, el de los más de 200, más de 300 a veces, que nos juntamos cada fin de semana. Habéis hecho que estos dos meses hayan sido muchísimo más fáciles de sobrellevar. Y así revestida por mí misma de la capacidad de hablar (ay) por todos ellos, también os digo chicos que contéis con nosotros para lo que sea. Solo tenéis que silbar.

¡Ah! Casi se me olvida. Que les tengo un cuchicuchi. Pchst, acérquense que se lo cuento al oído. El nombre secreto de superhéroe de mi amigo Andrés es Trina. Ahora van y lo cascan.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Desidia (al borde del mar)



Tengo la desidia cotizando en bolsa. Al alza. Si la cosa, en general, sigue así hago estallar el Ibex, el Dow Jones y el Nikkei del tirón. Y por si quieren ir poniendo sus inversiones a buen recaudo, ya les aviso que no tiene la pinta esto de mejorar. Qué aburrido es todo el mundo y qué empeño en aburrirnos a los demás.

Bien saben ustedes (cualquier día empiezo a tutearles, que ya son unos años y hay confianza, por mucho asco que dé) que soy exagerada por parte de ancestros. En realidad, no todo el mundo es aburrido, solo los aburridos residentes, que suelen ser los mismos temporada tras temporada. Pero aburren tanto que parecen multitud. Especialmente a alguien como quien les escribe que no tiene capacidad para aburrirse por sí misma. En serio, soy incapaz de aburrirme sin interferencias exógenas. A mí  un techo blanco me resulta apasionante, así que echen cuentas.

Pero hay personas, dúos, cuadrillas y bandas organizadas que elevan mi hastío hasta el infinito y más allá. Mediocres que utilizan su entorno de forma ventajista, acusan, mienten y manipulan a otros mediocres que confunden las artimañas con el talento mientras parezca que estas aportan algo a sus intereses. Lo que viene siendo un “de puta a puta, taconazo” de libro; dúos de ‘cómicos’ sin gracia que consiguen convertirse en marabunta para insultar, vejar y amenazar, utilizando una presunta superioridad moral a todo aquel que incumpla sus normas vitales que, como los principios de Groucho Marx, hoy son estas, pero pueden cambiarlas cuando les plazca; cuadrillas de mezquinos que utilizan su situación de privilegio contra las críticas que les afectan, por mucha razón que tengan estas, y bandas de ‘pelotas’ que hoy ven extraordinariamente bueno  lo que no hace mucho criticaban hasta la saciedad. Que sacian, se lo digo yo, sacian. 

Dice mi amiga Blanca que el año pasado aprendió a desconocer a mucha gente. Yo, que voy más lenta, ya saben de mi torpeza vital, aún estoy en ello. Pero he descubierto que no se me da mal. Sobre todo porque esas personas nunca significaron demasiado ni aportaron a mi vida nada relevante, únicamente ocupaban espacio y daban sombra al botijo. Hale, a esparragar, que hay que hacer sitio para que mis amigos de siempre estén cómodos y puedan respirar a gusto. También los que van llegando. Y los que vendrán. Gente que no me aburre y, sobre todo, que aporta tantas buenas cosas que a veces dan hasta ganas de agradecérselo. 

Gente como  Olga Agüero, a quien agradezco ese lápiz afilado, honesto y certero, tres veces negado y miles reivindicado, y ahí seguiremos, compañera; como mis ‘primos’ Guillem y Óscar, que tienen más valor que El Alcoyano y corren sin cejar en el empeño detrás del sueño de informar libremente, cueste lo que cueste; como Quique, mi gruñón de cabecera, que no permite que nos ‘desmandemos’, tanto da que sea a diestra o a siniestra, él es un hombre ‘centrado’; como Manuel Rico (a quien, aclaro, no conozco más allá de su faceta pública) que es capaz de poner un punto de sensatez y cientos de análisis centrado y sagaz en este loco mundo de la comunicación; como Carla Antonelli, compañera de militancias, que intenta construir un mundo mejor y empezando por ponérselo de peineta; como Pilar González y David Remartínez, que aportan al mundo un punto de vista especial y lo cuentan de forma más especial aún y a quienes de joven quisiera parecerme, aunque solo fuera una mijita; como Pablo y Nacho, que nunca, repito, nunca, conseguirán aburrirme, si acaso, que muera de un ataque de risa y buen rollo; como Óscar, con quien tanto coincido, a pesar de los pesares, y gente como Carlota, Leo u Olivia, que acaban de llegar o están en ello y de quienes, espero, sean mejores que nosotros y, sobre todo, mejores que ellos. Disculpen la soberbia. Y el arrebato.

viernes, 18 de marzo de 2016

Ningún ser humano es ilegal. Nunca



El mismo día que los grupos del Congreso llegaron a un acuerdo con el Ministerio de Asuntos Exteriores por el que Mariano Rajoy rechazará las expulsiones colectivas de refugiados y defenderá que se abran vías legales de acceso a suelo comunitario, como visados humanitarios, durante su intervención en el Consejo Europeo, los cántabros, al igual que miles de ciudadanos de toda España, salieron a la calle a mostrar su más profunda repulsa por el preacuerdo entre la Unión Europea y Turquía que da vía libre a las devoluciones sumarias en caliente.

Más de una veintena de organizaciones sociales, políticas y sindicales convocaron a la ciudadanía a mostrar su rechazo ante un acuerdo que consideran “ilegal e inmoral” y que “atenta contra los derechos humanos y el derecho de asilo”.

En el extenso manifiesto que sustentaba la convocatoria, las organizaciones firmantes denuncian que la Unión Europea “trata a los refugiados como moneda de cambio con el Gobierno de Turquía” y señalan que con este preacuerdo “el proyecto de construcción europea muestra de nuevo su deterioro, con un acuerdo que traslada la crisis de los refugiados fuera de sus fronteras, “abandonando los valores y principios que configuran Europa como un espacio común de libertad, seguridad y justicia, fundada sobre los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad”, tal y como refiere el Preámbulo de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

NADIE ES ILEGAL

La indignación, la desilusión y la vergüenza eran los sentimientos que predominaban entre el medio millar de almas concentradas ante la Delegación del Gobierno en Cantabria. “Es un acuerdo vergonzoso”, “esta no es la Europa que queremos, la que soñábamos”, “se les debería de caer la cara de vergüenza por traficar así con esa pobre gente”, son algunas de las frases que se escuchaban entre los asistentes. “La supuesta ilegalidad de los inmigrantes nunca es tal. Las personas no son ilegales, si acaso, pueden atravesar situaciones de ilegalidad administrativa”, argumentaba un asistente al escuchar una de las frases coreadas en la concentración: “Ninguna persona es ilegal”.

Otros, la mayoría, muchos de ellos ‘viejos’ militantes en la defensa de los Derechos Humanos, manifestaban su decepción por lo que consideraban escasa participación. “La defensa del derecho de refugio y asilo es básica. De ‘parvulitos’ de humanidad. Si no crees en eso, ¿qué clase de ser humano eres? No sé porque no somos miles hoy aquí”.

GOTA MALAYA

Pero es difícil sustraerse de los mensajes que desde algunos lados del espectro social más arcaico e irracional se lanzan a diario. Con constancia de ‘gota malaya’ escuchamos argumentos económicos y sociales que no por falsos tienen menos público. El miedo a los extranjeros que vienen a quitarnos el trabajo, a acabar con nuestras costumbres, a violar a nuestras mujeres, a convertir la muy civilizada y vieja Europa, por no llamarla rancia, en un paraíso del terrorismo islámico, aún contiene a muchos ciudadanos a la hora de dar rienda suelta a la parte amable de su humanidad. Ni siquiera el martes, cuando el Congreso en pleno, es decir, la más amplia representación de la sociedad española, acordó posicionarse en contra, sin fisuras, del preacuerdo con Turquía. Parece que el ‘permiso’ de algunos llegó tarde y mal a sus representados. O había competición futbolística europea, que también puede ser.

CORTEMOS LAS CADENAS

Otra de las consignas coreadas clamaba por cortar las cadenas y devolver la libertad, con la que (supuestamente) nacen todos los seres humanos, a las personas que están ‘presas’ en las fronteras, sin poder volver a sus países de origen, de donde huyen por el riesgo que corren sus vidas, ni avanzar hacia otros países que les den cobijo, porque ‘la pela es la pela’ y Europa parece que ha apostado por solucionar el asunto a golpe de talonario. Como reza el manifiesto, “Europa ha comprado las devoluciones a Turquía por 3.000 millones de euros por los costes de gestión y 3.000 millones adicionales en 2018”. Por no hablar de la agilización de la entrada de Turquía en la UE. Nunca fue tan corpóreo el fantasma de la Europa de los mercaderes.

Tú (Turquía) te las apañas para controlar que no llegue a suelo europeo ningún refugiado al que no hayamos dado el visto bueno, recoges a los que te devolvamos y vas eternizando la provisionalidad de los actuales campamentos, y yo (Europa) a cambio te doy una pasta gansa y la promesa de que verás convertirse tu suelo en europeo en menos de lo que tarda Erdogan en violar cualquiera de los derechos fundamentales. 

Y una vez convertida Turquía en parte de la vieja Europa ¿qué hacemos con los refugiados?

No sé si queremos verlo.

(Publicado en Gente en Cantabria el 18 de marzo de 2016).

(Fotografía: Tomás Blanco).

 


viernes, 9 de octubre de 2015

Envasado al vacío



Aviso a los no iniciados: estamos en campaña electoral. ¿Que qué prisa tiene esta mujer? Yo, ninguna, se lo prometo, pero es lo que hay. A partir de la presente no se puede perder ni un nanosegundo (dense cuenta, un nanosegundo, eso es demasiado pequeño hasta para dejarlo solo y sin vigilancia en el borde de una mesa, no sea que se caiga y se mate) en otra cosa que no sea intentar convencer a propios y extraños, que no se sabe qué es más complicado (pregúntenle a Aznar), de que nuestra propuesta para gobernar este ingobernable país es la mejor, muy por encima del resto.

A partir de ahora prepárense, queridos míos, a sufrir interferencias constantes en su vida cotidiana en forma de eslóganes vacíos, frases construidas por los mejores profesionales de construir frases que el mundo ha dado, pretenciosas sentencias que soportan el análisis a vuelapluma de un infante y no más, llamadas a rebato para el día D (no me tiren de la lengua que mi vida es un permanente horario infantil), listas, encuestas, papeletas, toques a sus puertas, mesas, actos, mítines, y tú más, y tú más, y tú más…

Sí, les entiendo. Agobia. No ha tirado una el billete de viaje con salida en Guatemala y ya se ve comprando el de guatepeor. Pero qué quieren, toca.

Que no es que me queje yo de que toque, todo lo contrario. Es lo que tiene la democracia, que nos da la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes con una periodicidad asumible. Si eso no es lo malo (de hecho, es lo único bueno), lo malo es lo que conlleva. Y se lo dice una friki de las campañas electorales. Qué me gusta a mí una campaña electoral, más que a Rajoy un plasma.

Pero aunque friki, soy empática y ahora mismo sufro por ustedes. Al fin y al cabo, ya se sabe que el roce hace el cariño y yo a ustedes les tengo ley. Y sufro. No como para sangrar si se pinchan, pero sufro. Porque nos conozco.

Sé que les vamos a dar, cada uno desde nuestro espacio, un coñazo insuperable (al menos hasta la siguiente campaña electoral) y no les vamos a sacar de la duda. Nunca lo hicimos, así que no soy optimista en cuanto a las posibilidades de conseguirlo esta vez. Ustedes disculpen.

Y no les sacamos de la duda porque utilizamos mal las herramientas. De hecho, las confundimos con el mensaje y, claro, imagínense el follón. Si con esta premisa ni los políticos se aclaran, malo será que lo puedan hacer ustedes, sufridos electores.

En estos tiempos confusos de gentes confusas, ustedes y otros muchos lo que quieren es que les expliquen claro como caldo de asilo (no sé si esta expresión es muy políticamente correcta, pero gráfica es, así que ahí queda) las propuestas de cada quien acerca de lo que tiene planeado hacer con su vida de ustedes, nosotros, los ciudadanos, y no que se pierdan en mensajes perfectamente estructurados que como titulares son impecables pero que, si de aclarar futuros hablamos, dejan bastante que desear. Estampas válidas para un rifirrafe  y poco más.

Hace años, demasiados, que las campañas electorales  ni ilusionan, dejemos aparte a los raritos como yo, ni convencen. A votar se llega convencido, o no, de casa. Baste ver un mitin electoral, elijan el que quieran. A primera vista, pasión, ganas, entrega de los asistentes. Un segundo vistazo detectaría lo mismo. ¿A dónde quiere llegar esta tarada?  Pues a que sí, a que todo eso es cierto. Le den los vistazos que le den al mitin en cuestión verán lo mismo: pasión, ganas, entrega. Y es normal. Porque a los mítines van los ya convencidos. Si ellos no demuestran pasión, ganas y entrega, apaga y vámonos. 

Y eso es lo tremendo. Que los mítines se han convertido en un sinsentido. Nadie a quien convencer, nada que explicar, ningún mea culpa que entonar, no queremos oírlo. 

Así, los mítines se han convertido en un contenedor de mensajes dirigidos a las aperturas de los informativos, atento a la luz roja que entras en directo, y en una fábrica de titulares. No hay espacio para la reflexión ni para profundizar.

Que tampoco es lugar para profundidades, cierto, pero es que nunca se encuentra el lugar. Solo se mueven banderas al ritmo sincopado que marca un regidor. Y al salir, emoción, sentimiento de pertenencia, una misión que cumplir y para casa después del vino, que se nos enfría la comida.