Ustedes pensarán, porque ya nos vamos conciendo, queridos, que lo que me trae a mal traer es la cosa de la corrupción en la Consejería de Obras Públicas. Pues no. Que no les digo yo que no me preocupe y hasta me cabree que algún funcionario ande por ahí, campando a sus anchas, derrochando sinvergonzonería y horterez. Horterez, sí, horterez. Porque hay que ser hortera, lo de sinvergüenza se le presupone, para montar una red clientelar y tratar de esconderla detrás de una empresa de fotocopias. Ahí hay poco glamour. Lo de tener una máquina de contar dinero en su domicilio ya roza lo esperpéntico. O es idiota, además de corrupto y hortera, o se piensa que lo somos nosotros.
Pero no es eso lo que me trae a mí a mal traer. A mí lo que me tiene loca, más de lo habitual, es lo de la moción de censura que van a presentarle al Gobierno de España los alegres muchachos de VOX cualquier día de estos.
No estoy muy al tanto de los detalles porque me lo impiden los ataques de risa. Es que cada vez que leo algo al respecto recuerdo que el candidato que presentan como alternativa a Pedro Sánchez es Ramón Tamames y ya no veo tierra.
Ni tierra ni lógica alguna.
Vaya por delante que soy muy fan de que todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, de la clase que sea, en cualquier momento, pero es que la pirueta ideológica que ha hecho Tamames en las últimas décadas es merecedora de varias medallas olímpicas. De ‘fundador’ del PCE a candidato a la Presidencia por la extrema derecha patria. Si con eso no se ha esguinzado una docena y media de neuronas será un milagro.
Piruetas y esguinces aparte, que gracia tienen la justa, las carcajadas me sobrevienen cada vez que me imagino ese debate. Es que no puedo parar. Porque Pedro Sánchez será lo que ustedes quieran pero es imaginarme el vapuleo dialéctico que le va a ‘arrimar’ al nonagenario excomunista y se me arremolinan las carcajadas.
Si no fuera porque no les concedo ni la más mínima capacidad de estrategia política, diría que la alegre muchachada presenta esta moción de censura para perderla. Porque nadie, aparte de ellos, piensa en la posibilidad de que tamaño despropósito salga adelante.