viernes, 17 de octubre de 2014

Por la boca muere el pez



Desde la aparición de las primeras ‘corbatas’ en la corte del Rey Sol hasta el “Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir.” de Juan Carlos I, la realeza además de servir para pastorear a la plebe, pasárselo chachi intrigando, echarle una manita a la selección natural por el expeditivo método de sacrificar pretendientes al trono, preferentemente familiares, y otras cosas de reinar, antaño, y representar los mejores valores de su reino ejerciendo de embajadores del mismo y garantizar la paz y la concordia (¡ja!), en el presente, ha sido precursora de las más novedosas novedades en lo que a moda se refiere. 

Y como España en esto de la moda es potencia mundial, allá que la corte, la plebe y la ‘macarrada’ patria, casi en pleno, se han liado la disculpa a la cabeza y esto es un no parar de actos de contrición y justificaciones. Todas ellas de una credibilidad tendente a cero, también se lo digo.

Estoy segura que ahora mismo ustedes, amables y pacientes lectores, están pensando que si no fuese tan exagerada sería hasta una chavala maja. Y yo se lo agradezco en el alma y les tengo presentes en mis oraciones, pero se lo puedo rebatir fácilmente. Gerard Piqué, por su desafortunado incidente con la Guardia Urbana de Barcelona; Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, por declarar sus preferencias acerca de contratar a mujeres menores de 25 años y mayores de 45; nuestro amigo el alcalde de Valladolid, León de la Riva, por su ‘sueño húmedo’ de jovencitas buscándole las vueltas en un ascensor; el flamante comisario europeo Arias Cañete por ponerle voz a sus convicciones machistas; el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, de cuyo nombre no me da la gana acordarme, por felón … creo que son ejemplos más que suficientes para que vean que no exagero. Pero si quieren más, yo que les tengo a capricho, les doy más. Juan Ignacio Zoido, Carlos Fabra, Mariló Montero, Ramón Jáuregui, Unai Emery, Emiliano García-Page, Iker Casillas… como verán, hay de todo y para todos. Lo que viene siendo el ‘pret a porter’ de los ‘bocachancla’.

A pesar de que con un poco de prudencia, esa gran desconocida, todos estos y muchos más se evitarían y, sobre todo, nos evitarían tanto bochorno, es de justicia reconocer que aún no están instalados en la cumbre de la pirámide de la soberbia. Esa la podemos reservar a personajes como Ana Mato que, inasequible al desaliento, no ceja en su empeño de meter la pata sin ponerse colorada o, al menos, sin que se note; a la otra gran Ana, Botella of course, en permanente huída hacia delante de sí misma, que un día se va a perder de vista, verán; a nuestro nunca suficientemente bien ponderado presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, del que aún estamos esperando explicaciones y disculpas por su (des)manejo de las tijeras y otras cosas de cortar;  a Artur Mas, por decir Diego donde dijo digo, sin consultar ni nada, y, cómo no, a nuestro Diego particular que, coronando la pirámide, sigue cómodamente instalado en el insulto permanente a todo lo que se mueve. Infantil y dictatorial le eligieron y así le sufrimos.

No lo duden, cuando escuchen hablar de fashion victims, dense por aludidos.


(Publicado en Gente en Cantabria el 17 de octubre de 2014).

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