viernes, 31 de octubre de 2014

El Padrino



“No me digas que eres inocente, porque insulta mi inteligencia, y eso no me divierte”. Michael Corleone se dirige así a su cuñado Carlo en la historia mejor contada de la, valga la redundancia, historia del cine (y si no, aquí tengo a mis padrinos para demostrárselo) mientras hacer ver que perdona la traición que acabó con el asesinato de su hermano Sonny y minutos antes de que Pete Clemenza acabe con la vida de Carlo por orden del Don.

Dudo que haya entre ustedes alguien que no haya visto la trilogía de ‘El Padrino’. (Si es así, suelten ahora mismo estas páginas y no pierdan el tiempo en tonterías, corran a verla). Y como lo dudo, sé que no tengo que hacer mucho esfuerzo para que caigan en la cuenta de lo complicado que resulta seguir según qué tramas de poder, dinero, influencia y delito. Políticos, banqueros, empresarios y chorizos sin oficio pero con mucho beneficio se interrelacionan de tal manera que dan ganas de hacerse un mapa para entender algunos entramados. Pero, como ocurre cuando se ve por primera vez la mencionada trilogía, no hace demasiada falta seguir escrupulosamente y al detalle la tela de araña entretejida a base de relaciones personales. La intención queda clara.

Ya sé que, a estas alturas, mi intención la ven apenas asoma. Y tienen razón. El miércoles cuando escuchaba al presidente regional asegurar que sentía “asco” por los casos de corrupción, que definió como “no generalizada”, que se han conocido estos días me vino a la mente y a la garganta la frase con la que empieza esta Magnolia. “No me digas que eres inocente, Ignacio Diego, porque insulta mi (nuestra, la de todos) inteligencia, y eso no me (nos) divierte”.

No eras inocente cuando accediste a la presidencia de Partido Popular de esta región el cual, presuntamente, disponía ya por aquel entonces de una caja B propiciada por Bárcenas; no eras inocente cuando los dineros de esa caja B, presuntamente, se consolidaron contablemente mediante el truco de desmembrarlos en cantidades menores y hacerlos pasar por donaciones al partido; no eres inocente cuando te niegas a dar las explicaciones oportunas acerca de todo esto, tantas veces ya reclamadas; no se es inocente cuando se tira la piedra y se esconde la mano.

Y no eras inocente de esa corrupción que tanto asco te da ahora cuando, “de forma deliberada y consciente” defraudaste a Hacienda desde el despacho de la Alcaldía de El Astillero por no ingresar al Tesoro Público el IVA de la venta de una parcela de propiedad municipal, como confirmó el Tribunal Supremo.

Como al Don, a los cántabros tampoco nos divierte que insultes nuestra inteligencia. No nos cuentes cuentos acerca de cuánta gente te rodea en tu quehacer diario tan asqueada como tú. No nos pretendas despistar a base de mencionar al jefe y su, también presunta, intención de luchar contra este gigante en forma de molino (o más bien de ventilador) con nuevas medidas. ¡Y tan nuevas! Sería, en caso de creeros, la primera vez.
Si lo único que vas a hacer es hablar con palabras hueras, casi preferimos que hagas caso al referente de hoy y mantengas “la boca cerrada y los ojos abiertos” no vaya a ser que tengas que hacer uso de otra de sus sentencias: “Justo cuando creo estar fuera… ¡me vuelven a involucrar!” y esta vez sea la definitiva.

¡Qué quieren! Soñar es gratis.

(Publicado en Gente de Cantabria el 30 de octubre de 2014).

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