martes, 28 de octubre de 2014

Cuéntame un cuento...



Esta semana no sé ni cómo tengo ánimo para escribir esta sarta de insustancialidades con que les distraigo la semana, en serio se lo digo. Que no es que me haya pasado nada, Deo gratia, por lo que tengan que alarmarse, tranquilos. Es que llevo unos días que no encuentro manera de mantener la mandíbula fija en su sitio natural. Ya no sé ni las veces que la llevo recogida del suelo y vuelta a colocar. Y todo, producto del asombro que me produce la atención a la actualidad. 

Les supongo enterados de la abracadabrante historia del Pequeño Nicolás (nada que ver con el encantador personaje de Sempé y Goscinny, conste), el cenutrio ese que ha saltado a las portadas de los medios por tomarle el pelo a medio país y fotografiarse con el otro medio y del que nadie, Casa Real incluida, se tomó la molestia de comprobar sus credenciales. Si en vez de ser un repeinado paliducho y con pinta de pijo llega a tener algo de color en la piel y el salto lo da a una valla en Melilla ya estaría devuelto a su casa ‘en caliente’, inconsciente y con varios golpes de regalo, gentileza de las fuerzas del orden de esta nuestra piel de toro.

Pero como es lo que es, un cuentista con mucho arte para lo suyo, de momento, tiene una denuncia por estafa, falsificación de informes del CNI (nombre en clave de la T.I.A.) y usurpación de funciones públicas, le han retirado el pasaporte y el universo entero se ha liado el photoshop a la tecla y se ríen hasta de su sombra a base de montajes que le sitúan a la vera de los más insignes líderes mundiales. Y todo con escasos 20 añitos. Si esto fuera un cuento, le auguraría un final provechoso plagado de perdices. 

Claro que qué vamos a esperar en un país en el que un sinvergüenza que estuvo a cinco minutos de ser presidente del Gobierno tras ser vicepresidente segundo y ministro de Economía, director gerente del Fondo Monetario Internacional y dirigió el grupo financiero Bankia se permite el lujo de declarar a la misma cara de un juez que él de lo que viene siendo de contabilidad y gerencia pues como que no entendía mucho. Sin ponerse magenta ni nada.

Pero claro, para que a uno le entre la vergüenza lo que es fundamental, en primer lugar, es tenerla. Y no parece que en estos tiempos, malos para la lírica y no les digo nada para la honradez, no parece que la vergüenza cotice al alza en bolsa precisamente.

Y como en todas las casa cuecen habas y en la nuestra a calderadas, ya no podremos quejarnos de que no estamos presentes ni en los mapas. De eso nada. Ya ha tomado medidas al respecto el Partido Popular de Cantabria y nos ha colocado, según los informes de la UDEF remitidos al juez Ruz, de golpe y porrazo, ahí, bien visibles. Cuenta la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal que el PP cántabro es poseedor de una Caja B que, en vez de todos los males del mundo como la de Pandora, contenía 90.000 preciosos euros provenientes de un tesoro pirata. Y, mientras llega el final feliz,  el jefe de los bucaneros, cual ratita presumida,  se limita a dormir y callar.

Ya lo decían los Celtas Cortos, “cuéntame un cuento y verás qué contento…”.


(Publicado en Gente en Cantabria el 24 de octubre de 2014).

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