viernes, 13 de junio de 2014

¿Tiempos modernos?



Me pillan hoy sin apenas tiempo, queridos. Saludar y poco más, que está una liadísima poniendo al día el guardarropa, que entre el cambio de temporada y la de eventos a los que hay que asistir convenientemente ataviada, no sabe una qué ponerse para que no le saquen coplas.

A mí, como a todos, me pilló la abdicación real totalmente a contrapié y sin tener previsto modelazo alguno para la ocasión y no estoy dispuesta a que vuelva a suceder. Bien es cierto que abdicar un lunes debería estar prohibido por Ley orgánica o así. Un lunes es más bien para empezar un régimen, de los alimentarios, coño. O para apuntarse a un gimnasio y no volver jamás. Los lunes y los días de Año Nuevo son para los buenos propósitos ¿o se creen ustedes que los Consejos de Ministros son los viernes por casualidad? Son ustedes enternecedores. Sigan así.

A mí, que soy tirando a pija por parte de ciudad, me tienen loca esta temporada eligiendo uniformes para tal cantidad de saraos. Entre las inauguraciones, los conciertos, las votaciones en el Congreso, las proclamaciones reales, los advenimientos de protocandidatos y escribir esta columna se me va el tiempo en escaparates. Y no les digo nada como a alguien le dé por abrir comedores de caridad este verano. Claro que no veo yo mucho afán en esto. No sea que se visibilice demasiado la pobreza y nos hagan burlas desde Bucarest. También me quedo tranquila porque he decidido que para mentarle el origen a más de uno y más de dos no necesito ataviarme de blanca mantilla, con el vaquero que llevo puesto ya me viene bien.

Y luego está el tema de los obsequios. Que en un concierto o en una votación uno está exento, pero ¿con qué cara te presentas a una proclamación sin un detalle que demuestre la alegría y el alboroto que te causa? En los advenimientos lo tengo más claro, ya ven. He pensado en regalarle a cada uno una camisa de cristianar y que se las apañen. De paso, lo mismo decido mi voto de militanta: el que demuestre más sentido del humor. Con lo cual, casi estoy por jurar, si no estuviera feo, que ya lo tengo decidido por descarte.

Pero ¿qué se regala a un rey el día que le proclaman rey? ¿Y a una reina el día que a Peñafiel le da el jamacuco definitivo? A mí es que las monedas y demás chorradas conmemorativas me parecen una horterada supina y de difícil acoplamiento en una casa moderna y de cuidado diseño como imagino que tienen sus majestades. Había pensado en un ejemplar de cuidada edición de la Constitución, como recuerdo más bien, pero me da miedo que le encuentren segundas intenciones y está el patio para pocas bromas. Así que aquí me tienen, en un sin vivir tal que estoy por poner una excusa creíble y no presentarme ante el televisor. 

Pero descuiden, a la cita con esta columna me presentaré. Para esto tengo poco problema. Con ponerme un chaleco antibalas mono lo tengo hecho.  Que está la cosa de opinar en la prensa escrita poniéndose al nivel de las calles de Camden. La ciudad de New Jersey, no el barrio de Londres. Que por menos del pelo de un chorizo te recuerdan que haber trabajado para un partido político te inhabilita como junta letras con criterio, te acusan de mentir (que tiene guasa la cosa) y no te mentan la inferioridad intelectual por no plagiar a Cañete.


(Publicado en Gente en Cantabria el 13 de junio de 2014).

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