jueves, 12 de junio de 2014

Los placeres ocultos



Haciendo el recorrido habitual por las páginas de la prensa diaria me topo de bruces con una historia de las que me ponen los pelos como escarpias que diría el maestro Aberasturi.  Es una historia común, nada que no supiéramos de otras gentes, aunque haya quien pretenda ocultarlo o enmascararlo tras un halo de vicio, de enfermedad, de despiste de la naturaleza que debió girar a la derecha en Alburquerque pero se fió del GPS y ahí la tienen, generando desviados.

Leo, como lo habrán hecho ustedes, que otra cosa no pero leídos son un rato, que Robert de Niro (en pie aquí, hagan el favor) habla en un documental, ‘Remembering the Artist Robert de Niro Sr.' acerca de la figura de su padre, pintor expresionista, y de su homosexualidad. Y leo que al genial actor la realización de este documental le ha llevado dos décadas culminar el proyecto que sintió que “tenía que hacer” para dejar a sus hijos “un legado sobre la figura de su abuelo”.

Y pensarán ustedes que qué bien, ¿verdad? Que historia tan bonita y tan tierna y tan de ser nominada para un Oscar y ganarlo. Puede ser, no les digo yo que no sea todas esas cosas. Pero también es triste, devastadora, injusta, fea como solo la mediocridad humana puede ser fea. Y lo es por muchas razones. Lo es, en primer lugar, por ocurrir. Porque millones de personas en el mundo tengan que esconder sus afectos, amores o simples apetencias sexuales a la caspa inquisidora de los biempensantes. Y se vea en la necesidad de hacerlo perjudicando a otras personas, haciéndose pasar por lo que no son, viviendo una vida que seguramente detestan, engañando, mintiendo. No todas las personas ni todos los tiempos son iguales y el ser humano tiende a la supervivencia más que a la heroicidad. Ser un héroe, un referente, está sobrevalorado.

Pero hay otra razón para que esta historia sea triste y es que, mientras una estrella indiscutible como De Niro seguramente sea alabado por su valentía al realizar este documental y miles de miles de personas llegarán a soltar una lagrimilla por lo injusta y puta que es la vida, millones de personas seguirán siendo discriminadas por su orientación sexual, seguirán siendo vistas como enfermos, (se empeñe la Organización Mundial de la Salud en contradecirles o no, que menudos somos en esta casa, oiga, me va a decir usted a mí cuando puedo considerar a alguien enfermo o tomarme una copa de vino), o como desviaciones de la naturaleza, que es muy puñetera y seguro que solo lo hace para joder.

Mientras la lagrimilla traidora va haciendo su recorrido, libre como el sol cuando amanece, seguirán los biempensantes negando la mayor, haciéndose un lío con las peras y las manzanas, y poniendo toda su carne en el asador (¡ay, literalidad! qué momentos nos das de evasión) para hacer de las vidas de los homosexuales una carrera de obstáculos estúpidos y malvados e inspiraciones de guiones lacrimógenos, de esos que emocionan mucho pero conciencian más bien nada.

Bien por mr. De Niro y por todos aquellos que dan sentido a su fama visibilizando problemas reales de gente real, pero recuerden antes de soltar la tan traída y llevada lagrimilla que hay millones de personas en el mundo que agradecerían su implicación mucho más que unas cifras en taquilla. 

(Publicado en Gente en Cantabria el 30 de mayo de 2014).

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