viernes, 16 de enero de 2015

Bajo el signo del terror



A estas alturas no creo que esté en discusión que la mayoría de los ciudadanos de este país se sienten descontentos, atemorizados, maltratados incluso. Por mucho que se nos cuente que el futuro nos traerá abundante maná, nos lo creemos solo cinco minutos al día, hasta que nos giramos hacia nuestra realidad y se nos va el optimismo a hacer puñetas. Que es ponerse una  a ver los informativos y la cabeza se le vuelve la de la niña de ‘El exorcista’, gira que te gira.

Una, que es optimista por parte de padre, estaba deseando que acabara el fatídico 2014 y confiaba en que el 2015 viniera acompañado de un cambio radical en modos y maneras, en resultados económicos, en reparto de riquezas y justicia social, yo qué sé, que cambiara algo para bien, aunque fuera la montura de las gafas de Mariano, que miren que es aburrido el hombre.

Pero no. No ha cambiado nada. Mariano sigue con su montura al aire; los cohetes que íbamos a lanzar en cuanto llegara la tan ansiada recuperación siguen durmiendo el sueño de los justos; la riqueza sigue repartiéndose entre quienes la amasan y quienes se la llevan a paraísos fiscales, y de la justicia social ni hablamos, ¿para qué?

Por si fuera poco, empezamos el año con una epidemia de violencia terrorista, localizada en Francia pero extensible al resto del orbe. Y si espeluznantes son los atentados en sí mismos, no lo son menos las reacciones del mundo ‘civilizado’ ante la barbarie. Del lema ‘Je suis Charlie’ con el que mostramos la solidaridad con las víctimas y el compromiso del portador con la libertad de expresión pasamos, sin solución de continuidad, a la matización interesada y a intentar ponerle puertas al campo, que es una cosa de lo más inoperante, además de despedir tufillo a delito medioambiental, aunque aquí ya tendrían que pronunciarse los técnicos, que yo soy ignoranta en estas lides.

También ha habido, y no en desiertos remotos ni en lejanas montañas, quien ha hecho un uso espurio del lema, tantas veces como negó Pedro a Cristo, pero ese es otro tema y tan triste que da la risa. 

Ha empezado el año bajo el signo del terror. No, no pretendo agobiar a nadie, me limito a hacer uso de nuestro amado y maltratado idioma. Si la primera acepción que nos da la RAE de la palabra es “miedo muy intenso”, vean que no exagero ni un ápice. Y si no me creen, giren hacia su realidad y la de su gente más cercana y aten en corto su optimismo que no va a haber clientes para el excedente de puñetas.


(Publicado en Gente en Cantabria el 16 de enero de 2015).

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