sábado, 4 de abril de 2009

Cuestión de identidad

Andaba yo ayer perdida en los recovecos de mi mismidad, intentando reponerme del último tatuaje de la Winehouse, cuando di un espectacular giro de 180 grados, pirueta incluida, y esquivando las trascendentales noticias mundanas me ensimismé en el apasionante tema de la elección del nick. La culpa la tuvieron mis maris, el triángulo de las Bermudas foril, unas risas telefónicas y..... bueno, sería largo de explicar.

La cuestión es que de aquellas risas vienen estas disquisiciones. Digo yo que elegir un nick no es una cosa que deba hacerse a la ligera ya que va a ser nuestra carta de presentación en esta sociedad. Es casi tan importante como elegir nombre para un hijo y últimamente requiere tantos trámites como esto. Uno no va al registro civil con la idea de ponerle a su retoño un nombre feo, malsonante o que rebaje su dignidad. Bueno, si excluimos a los padres de los Usnavys, Bin Landens o Rodolfos.

Uno va al registro con la idea, después de haber asesinado a los parientes políticos con alta graduación de mala leche en sangre, de ponerle al lactante un nombre hermoso, importante, que el día de mañana le abra puertas y le ayude a ir por la vida con la cabeza bien alta. Un nombre que enamore, que haga de él o ella alguien a quien apetece conocer, con quien apetezca charlar, en quien se pueda confiar. En principio, esa es la idea. Luego sucumbes al Jose Mari, “que así se llamaba papá y me hace ilusión”, o al Pilarín, “como la tía segunda de mamá, esa que está forrada y así a lo mejor....”, pero eso es otra historia.

Total, que la criatura si quiere realmente desarrollar toda su personalidad sin las cortapisas que la poca imaginación de su madre y el calzonazos de su padre le han dejado en herencia, solo tiene la oportunidad de elegir un buen nick, adentrarse en un foro y que sea lo que dios quiera. Y claro, aquí es cuando se presenta el meollo de la cuestión. ¿En qué tienen su mente ocupada algunas personas cuando eligen su nick? Porque, francamente, para una vez que se les da una segunda oportunidad en esta vida no entiendo como pueden desaprovecharla de tamaña manera.

De todo hay en la viña de Internet. Nicks provocadores que invitan a considerar la posibilidad de la patada cibernética en el cielo de la boca a su dueño, el cual cuando se expresa confirma que la existencia de tacos en las botas de fútbol tienen más razón de ser que la mera sujeción al césped del campo; nicks llorones, marca Calimero, que piden a gritos un tratamiento con Prozac o en su defecto una inversión importante en kleenex; nicks mal encarados o geniudos que les preguntas la hora y te sueltan aquello de “¡pues anda que tú!”; nicks impertinentes que nunca saben de qué carajo se habla, de qué va este hilo y se pasan la vida buscando a su media naranja en las inmediaciones de su lugar de residencia, que es una lástima no sea Sebastopol. También hay nicks sugerentes, fundamentalmente de las intenciones de su propietario o propietaria para con el sexo opuesto, rara vez comprendidas y compartidas por éste; nicks imposibles, nicks deprimentes, nicks gansteriles, piratas, aburridos, soeces.... nicks, nicks, nicks.

Pero gracias al cielo, también existen los nicks amables, siempre dispuestos a echar una mano, informar, hacer un café, aguantar estóicamente un rollo no precisamente primaveral y todo ello con una sonrisa más emotiva que emoticona; nicks graciosos, que alegran cualquier mañana o tarde (si es por la noche ya pasan a la calidad de santos y eso pertenece a otro negociado), que dan lugar a bromas y saben aceptarlas porque eligieron en esta vida paralela, o para lelos, el oficio de payaso y su maquillaje de colores es sinónimo de alegría; nicks cultos, que son agasajados con el diccionario de la R.A.E. para poder acallar las lenguas de doble filo o con un tomo especial de la última enciclopedia especializada en fronteras mundiales; nicks discretos, que morirían antes de someter al personal a ningún tipo de encuesta aunque ello les lleve a parecer desinteresados; nicks buenos, cuyos deseos para con los demás no siempre son realizables pero, qué coño, animan el día. Y nicks pacientes, de una paciencia cuasi infinita, una sonrisa cuasi eterna y, por supuesto, una tarifa plana.

Está visto, hay de todo y para todos. Y ya sabéis, cuidado al elegir el nick, el nombre del retoño y la talla de ropa interior. Y como tanto le gusta decir a mi mari... ¡Tanto Luchi, tanto Luchi, y se llamaba Luciana!

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