Y nos parece bien. Les compramos el ‘discurso’ (como si supieran qué es eso) en función de en qué grado de compromiso han sido capaces de poner a su adversario.
Para colmo de males, estamos en año electoral y ya sabemos que en esa estación no necesariamente florecen las rosas, más bien lo hacen las promesas vacuas y las ideas de bombero. (Nunca he entendido yo muy bien porqué se mete a los abnegados bomberos en semejante berenjenal comparativo, pero soy muy de dejarme llevar. Ellos sabrán perdonarme).
La última ocurrencia peregrina, pero peregrina de ponerla a hacer el Camino de Santiago a caballo y cogida de la mano, hasta el momento que les cuento esto (que a saber qué se le puede ocurrir al prócer de turno si le damos un ratín) es hacerle más del casito necesario al vicepresidente de Castilla y León en su desparrame antiabortista ya atajado por sus mayores.
Porque ya me contarán ustedes, que son personas leídas, qué pinta en el Parlamento cántabro una proposición no de ley que pretende “preservar los derechos y libertades de las mujeres cántabras garantizando la protección de su salud sexual y reproductiva”, como si estuvieran en solfa.
Únicamente le puedo encontrar una explicación sin que de mi hallazgo derive una denuncia contra mi persona: la inmersión de hoz y coz en la campaña electoral, lo que siempre da pie a que alguien piense que los electores somos idiotas.
Porque pensar que hay quienes de darse tiros en los pies, planteando debates que hace años no están en la agenda, han hecho un deporte me resulta desconcertante. O no.
(Publicado en Gente en Cantabria el 3 de febrero de 2023).
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