viernes, 20 de febrero de 2015

Torpe pero honrada



Les comunico, queridos, que se me está acabando la paciencia. Que ya sé que no va a caer la bolsa tras esta aseveración y mucho me temo que su sístole y su diástole ni se hayan inmutado. Pero me gusta a mí tenerles al día de mis cosas, que a quién se las voy a contar si no.

Miren que yo me esfuerzo por desasnarme y comprender este convulso mundo y les doy la paliza preguntándome toda clase de perogrulladas a ver si así logro parecer normal, aunque solo sea los días pares, pero nada. No hacen vida de mí. Y no es culpa suya, conste, es que nos lo ponen muy difícil.

 Ya les tengo muy redicho que una es torpe, que no me hacen caso. Torpe en su primera acepción. Tanto que ahora mismo habrá quién esté leyendo esto y sonriéndose con esa superioridad que dan el conocimiento y la mala baba. Y me lo tengo merecido, porque ni en el terreno de la torpeza puedo presumir de encabezar ninguna lista. Con lo que eso mola.

Es que, por si no se han dado cuenta, además de mucho intrusismo de torpes ocasionales pero ahítos de la suerte del principiante, hay torpes profesionales con muchas horas de vuelo y que entrenan a diario. Y claro, así no hay quien compita. Los adversarios son muchos. Y de mucha calidad, no se crean. 

Políticos transmutando en barca de Treto, de aquí para allá hasta darse con un canto en la ideología esa que, hace poco tiempo, te tiraban al colodrillo a la que te despistaras; empresas públicas que no tienen mejor cosa que hacer que enviar a un ‘propio’ para amenazar a un ciudadano que, gratis et amore, suple su falta de profesionalidad, de la empresa digo, con mucha voluntad, rigor y humor, y se dedica a llenar de información el vacío; otras empresas públicas que emiten órdenes de vigilancia de homosexuales, músicos y pedigüeños (sic) no sea que se cuelen sin pagar; presuntos periodistas, que aquí hay para todos, que prefieren construir una noticia donde no la hay y echarle la culpa al perro, que se comió los deberes, seño, a hacer su trabajo; trabajadores judiciales que pierden sumarios kilométricos acerca de gente que roba dinero y destruye pruebas; vendehúmos profesionales que pretenden, y consiguen, vivir del cuento dando lecciones de experto en no se sabe muy bien qué a un muy poco módico precio…

Pensarán que todo esto tiene poco que ver con la torpeza, pero yerran, queridos. No solo por la oportunidad, o falta de ella, que demuestran todos estos seres, sino porque lo dice la RAE, que es muy de dar esplendor. Búsquenlo, verán que no miento.


(Publicado en Gente en Cantabria el 20 de febrero de 2015).

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