martes, 4 de octubre de 2011

Yo quiero ser una chica Almodóvar

Como decíamos ayer… siempre quise utilizar esta frase, queridos, y es por ello que me he ausentado durante tanto tiempo, que me gusta a mí darle contenido a mis cositas. Si la realidad no te da argumentos, créalos.

No les voy a hacer un resumen de lo que he estado haciendo durante estos meses por no aburrirles ni provocarles una justa envidia, pero les bastará con saber que he sido políticamente incorrecta los días pares y correctísima los impares. Por compensar y mantener el equilibrio del universo, no vaya a ser que por mi culpa se vaya al carajo más rápidamente que la teoría de la relatividad con la llegada de los neutrinos.

Algunos entre ustedes, que ya nos vamos conociendo, pensarán que mi desaparición tiene mucho que ver con la catástrofe electoral, pero desde ya les digo que siento en el alma desbaratarles el argumento. No negaré que, como a todos, a todos, insisto, me pilló por sorpresa, pero no me produjo depresión. No tengo yo tiempo para deprimirme. Y, total, para lo que sirve. Lo que me pilló es en coincidencia con todos los saraos veraniegos que en el mundo son y, claro está, esta circunstancia no le deja a una ni un momento libre. Vamos, que el verano me ha dejado como para pasar por talleres, no les digo más.

Pero impertinencia obliga y no podía estar un día más sin darle a la tecla. Las meninges irán poniéndose al día a su aire, que las mías son rebeldes porque el mundo las hizo así. Mientras tanto recupero el hábito de venir aquí a contarles mis cosas. Paciencia me tienen, criaturas.

Y vuelvo con las pilas puestas, que he estado este pasado fin de semana en la Convención Política del Partido Socialista y oigan, qué cosa más bonita de ver. Sobre todo porque una fue en modo no participante y se dedicó a observar, aprender, poner cara de asombro, motivos había, pasar calor, agarrarse un trancazo estupendo a base de aires acondicionados que funcionaban en diferentes grados de efectividad energética, reir, conocer gente… en fin, lo que se hace en estos saraos cuando una no tiene responsabilidad alguna más allá de la de dar fe 2.0 de lo que pasa. Como el Luisma.

Con tantas emociones entenderán que volviera agotada, pero muy contenta. Bueno, lo entenderían mejor si les contara los avatares del viaje de ida y del viaje de vuelta, pero les voy a dejar con las ganas que prefiero no recordarlo.

Los análisis sesudos de lo que allí se habló se los dejo a los profesionales de los análisis sesudos, oigan, que no me gusta a mí el intrusismo. Pero su poquito de cotilleo sí que les puedo contar. Nada que vaya a aparecer en los próximos capítulos de Wikileads, no crean.

Para empezar, la impresión que produce, a mí que soy más de pueblo que un kilo de boinas y mitómana a tiempo parcial, compartir espacio con personas que admiras hace añísimos. Por ejemplo, si hubiera tenido hipo a Dios pongo por testigo que se me hubiera pasado de golpe al ver aparecer a Ramón Jáuregui a unos pasos de este cuerpo serrano, compartir taller de Redes Sociales con Patxi López o comprobar que Odón Elorza es un ser de carne y, sobre todo, hueso. Que dejen de darle disgustos a este hombre que se nos está quedando en ná’. También me dejó asombrada comprobar que la relatividad del tiempo no es desdeñable cuando una tropieza con una Carmen Alborch más joven que hace diez años.

Pero lo que más me gustó de todo fue el Foro de Igualdad. Que vale, que la cabra tira al monte, dirán ustedes, pues sí. Pero es que esta cabra se sintió muy orgullosa de sus compañeros y compañeras y de las mujeres y hombres ajenos al partido que abarrotaron el espacio donde se celebró el evento para hablar de igualdad el día que se cumplían 80 años del voto femenino en España. Hombres y mujeres que aportaron ideas para seguir dando pasos en la consecución de una igualdad real, patroneados por un Rubalcaba que mostró su intención de "hacer política con las mujeres y no para las mujeres" y declaró no querer mujeres "a nuestro lado, sino en nuestro sitio". Hombres y mujeres que, al día siguiente, pasaron la jornada seguramente boquiabiertos por la fotografía que llevaba en portada el diario La Razón.

Si alguno de ustedes aún no la ha visto, quiero desearle una estupenda estancia en el paraíso al que ha acudido para pasar sus vacaciones, ya se la describo yo. Fotografía a cinco columnas, bajo el título de ‘El futuro de España’, de un Mariano Rajoy flanqueado por cuatro hombres y una mujer. Los cuatro varones vestidos de traje y portando adminículos propios de su profesión (salvo uno que no lleva nada en las manos, digo yo que será consultor o banquero o pensador o tertuliano, yo qué sé) mientras la mujer, castamente vestida y peinada estilo años 40, porta en sus manos un igualmente casto roscón. Para mí faltó que la hubieran subido a unos tomos de las grandes obras de la Sección Femenina, porque con tanta castidad le pusieron unas sandalias sin tacón y queda descompensada la foto, no sé si me explico. Las cosas o se hacen bien o no se hacen, caramba.

Ahora ya sabemos que Mariano, contra la opinión de esa banda de rojos que no hacen más que decirle que no tiene programa, sí que lo tiene, descreídos, que son ustedes unos descreídos. Al menos lo tiene para acabar con el desempleo. Poner a las mujeres a hacer bizcochos, mandarlas de vuelta a sus casas, como debe ser, a cuidar de su progenie y, si acaso, a realizar tareas de voluntariado. Que ya se sabe que la mano femenina se maneja como ninguna para la cosa del presupuesto familiar, el cuidado de enfermos, traer niños al mundo y coser descalabros. Que igual es por eso que también le ha concedido a alguna el honor de ponerla al frente de algún gobierno autonómico y alguna alcaldía, por la cosa de los descalabros.

Como menda no tiene progenie que cuidar, le da risa cada vez que alguien menta la palabra presupuesto, las agujas, de coser o no, le dan grimita y no tiene intención de postularse para cargo público, mientras me acerca alguien la cerilla y el bidón de gasolina sólo tengo una cosa en mente: ser una chica Almodóvar.

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