jueves, 2 de julio de 2009

Un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es...


Una, que es urbanita hasta las entretelas y tiene plantados ladrillos caravista en las macetas, tiene añoranza de tener pueblo. Me he dado cuenta de qué era lo que tanto echaba yo de menos en mis fines de semana y el porqué odio tanto los domingos por la tarde: no tengo un pueblo al que desplazarme los sábados temprano, odiarlo con toda mi alma por el aburrimiento que supone su irremediable visita semanal y sentir la sensación de inmenso alivio al llegar la hora de retorno a la ciudad. Y eso, queráis que no, produce mucho desasosiego. Además de urbanita soy inconformista.

De niña tampoco tuve bici, cosa que aún estoy meditando. No tengo muy claro si fue por falta de medios económicos o esa era simplemente la excusa que se inventó mi madre para salvaguardar mi crisma. Porque una madre es una madre y por mucho que se engañen a sí mismas a propósito de las virtudes de sus vástagos mi torpeza motriz quedaba bien patente, incluso si mi madre hubiera sido un híbrido entre la Niña de la Puebla, Lina Morgan en ‘La tonta del bote’ y Forest Gump. Evidentemente, no lo es. Así que a todo lo más que llegué fue a tener unos patines, con los que me abrí ambas rodillas y los codos (eso sí, arte para caerme siempre he tenido... algún día os contaré de qué se están riendo mientras leen esto Pili y Gema).

Como os decía, tuve patines e incluso llegué a dominarlos y, sin llegar a ser Cionín Villagrá, conseguí que mi dignidad se mantuviera a flote y ni siquiera me quedaron cicatrices, bueno sí, una pero muy chiquita. También conseguí aprender a montar en bici gracias a que primos sí que tengo, sí, de eso no me falta.

Así pues, he decidido que sólo me falta tener pueblo y lo voy a tener. Voy a adoptar un pueblo. Que además de ser algo como muy novedoso, cosa que le va mucho a mi imagen fashion, tiene la ventaja de que ahora puedo elegir y no conformarme con el que me hubiera tocado por designación divina, por muy divina que sea, que vaya usted a saber la cantidad de glamour que hubiera tenido y eso sí que no lo puedo dejar al libre albedrío del destino que, como es sabido, es caprichoso y tiene muy poquita vergüenza.

Así que hoy esta Magnolia va a ser apenas un capullo (sin ánimo de señalar) ya que me espera muchísimo trabajo. Tengo que escoger entre los miles de pueblos que conforman la geografía de este país, que no se dice este país, que se dice España, el que más vaya con mi personalidad, simplicidad y fondo de armario.

Y la elección no va a estar fácil, no. Porque claro, hay que tener en cuanta muchas variables. Y a mí me tira mucho la variable toponímica. Que no es lo mismo que tu pueblo se llame, pongamos por caso, Matalascabrillas a que se llame Almunia de doña Godina, que suena como a cosa de importancia y abolengo. No he mencionado Baza ni Alcantarilla por que no pareciese afición a señalar. Y ya tenemos el lío montao. Porque en esta España que dios nos dio otra cosa no tendremos pero nombres de pueblos con aire de recio abolengo, para exportar.

Y luego está que el pueblo en cuestión esté bien situado. Tenga buenas comunicaciones e infraestructuras. Con vistas al exterior, plaza de garaje y estanco. Que no haga mucho frío en invierno, ni mucho calor en verano. Que tenga una historia interesante, biblioteca municipal y museo de los horrores, es decir, bar-tienda-mentidero. Osea, que lo que yo quiero es un pueblo pueblo pero barnizado. No sé si lo voy a encontrar pero como diría mi abuela, mientras voy y vengo buscando está el camino con gente.

Voy a cambiarme el vestido de noche y el moño por los vaqueros y el salakoft y me pongo a ello. Empezaré por Fuentesaúco, que tiene un nombre precioso y siempre me ha llamado la atención. Como tenga conexión por cable a internet, me lo quedo.

Que Labordeta me guíe.

1 comentario:

  1. Para pueblo el mío y también es adoptado... SOTRONDIO SOTRONDIO y me importa un voltio!
    :D

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