viernes, 13 de enero de 2012

Canción para Pilar

Como el viento y el mar
como el pájaro ama su libertad.
Como el vino y la sal
como el aire y el pan
así es Pilar.

Ella es la soledad
es un volcán, es algo mas...
Es el bien y es el mal
y es la mano que araña
mi voluntad.

Te quiero, te quiero.

Me van a perdonar, queridos amigos, que hoy no esté yo muy en mi punto. Cuento con su buena voluntad para que no me tengan en cuenta que, después de tantos días sin hacerles ni el más puñetero caso, hoy no venga a contarles milongas de la cosa política esa que tanto sé que les divierte y tan a la orden del día está. Les prometo que otro día será, pero hoy no tengo el chichi pa’ farolillos. Y ya me disculparán la ordinariez, pero es lo que hay.

Hoy no estoy, a estas 03:29 horas de la ¿madrugada?, para soltar ingenios. Y eso que miren que la situación da para ello y con vuelta, como cuando mi madre me mandaba a los ‘recaos’. Pero no. Y ya lo siento, pero hoy no. Hoy tengo la necesidad de contar otra cosa. Algo que a la mayoría de ustedes, amables amigos, les va a importar un bledo, pero oigan que la necesidad es la necesidad y menda, que tiene este carácter que tiene y que ya conocen, qué le voy a hacer, necesita hoy, a esta hora intempestiva de la ¿madrugada?, contar. Se ha muerto Pilar. Y yo me acabo de enterar. Y no tengo perdón de dios.

Qué quién era, es, Pilar se preguntarán ustedes. Muy fácil, una amiga. Bueno, no. Era, es, más que eso. Era parte de mi familia. De una familia encontrada al azar, por pura y buena suerte. Algo habré hecho bien en otra vida porque en esta y cuando más lo necesitaba me encontré una maravillosa familia que, aunque ellos no lo sepan, siempre llevo conmigo. Otra gente menos afortunada que yo se encuentra billetes de 500 euros, yo encontré, deo gratia, una cuadrilla de gente maravillosa que me adoptó y me dio muchos de los mejores y más divertidos momentos de mi vida hasta ahora. Porque tengo la intención de seguir mucho tiempo dándoles la lata, pero quién sabe, se me puede cruzar un hijo de puta al volante o un igualmente hijo de puta de cáncer y llevárseme por delante. Pero que me quiten lo bailao.

Por lo que sé hasta ahora, eso es lo que le ha pasado a Pilar. Que se le cruzó un hijo de puta de cáncer y ya no está. Pero en realidad no es cierto, sí que está. Siempre estará. Porque no puede ser de otra manera. Porque la gente como Pilar no puede irse sin más. No se lo permitiremos ninguno de los que la conocimos. Ninguno de los que compartimos tantos y tantos momentos de risas y llantos; de cabreos por ella y con ella; de confidencias; de chillidos (Pilar tenía su momento 'histeria' perfectamente desarrollado y era de mucho reír, para los demás, claro); de anécdotas compartidas a la hora de comer y fumar; de juergas; de hijas; de nieto… Así era, es, Pilar.

A estas alturas del relato se estarán preguntando ustedes, estimadísimos, que porqué este momento ‘moñas’ tan impropio de mi mismidad. Y que yo lo entiendo, eh. Pero a joderse tocan, que una, aunque no lo parezca, también tiene su corazoncito, su lagrimal y sangra si la pinchan y bla, bla, bla. Pero no dejaré de saciar su insana curiosidad, cotillas me han salido, no es por nada, porque es de ley.

Nunca les he contado que hace algunos años ya (no hace falta hacer sangre con esto, que una es una señora aunque no lo parezca) que, a la fuerza ahorcan, agarré mis Vuittons, mis rizos y mi desesperación de desempleada cántabra (ahí les estoy dando más pistas de la época de las necesarias) y puse 709 kilómetros por medio. Y me recibió Valencia. Sí, esa Valencia. Sí, sí, la misma Valencia de Camps. Esa. La de Rita Barberá. Que sí, coño, Valencia. A ver si ahora ustedes van a conocer más Valencias que la de toda la vida de dios, la de la paella y las fallas. No se me tiren pegotes, que nos conocemos.

Como les iba diciendo, cual Paco Martínez Soria pero sin gallina ni boina, que se me jodían los rizos, llegué a Valencia un 22 de noviembre del año 2000. No me cabe ninguna duda en cuanto a la fecha porque fue al día siguiente de que una banda de hijos de puta asesinara a Ernest Lluch. Pero esto es otro blues y si buscan por ahí, por la hemeroteca de este blog, verán que está reflejado. Pues bien, llegué a Valencia sin gallina ni boina, con mucha tristeza y el optimismo que me caracteriza, mi madre lo llama inconsciencia, a lo que viene siendo buscarme la vida. Y como si de un cuento de los Grimm brothers se tratara resulta que la encontré.

No les voy a aburrir con la historia de cómo la pobrecita cántabra llegó a recalar en Conforama Burjassot (el blog es mío y hago publicidad donde y cuando me da la gana). Lo importante aquí es lo que me encontré cuando llegué allí. Lo habitual es encontrarse con compañeros de trabajo con los que una, con este carácter y estos rizos, se lleve mejor, peor o medio pensionista. Pero no. Error. Yo me encontré con una familia. Y sí, ya sé, esto parece un cuento de Dickens, me hago cargo, pero es que fue así. A la provecta edad que una se gasta puedo prometer y prometo que nunca antes ni después me he echado a la cara un grupo humano tan grande en todos los aspectos. Grande porque superaba la cincuentena de personas; grande por el nivel humano de todos ellos; grande por, esto es egoísmo puro, cómo fui acogida, por lo que me enseñaron, por lo que compartimos… ,en definitiva y para qué aburrirles, muy grande. Ya les digo, una familia.

Se los nombraría uno a uno pero con esta caraja que me gasto seguro que me dejaría a más de uno por el camino y no quisiera. No me lo perdonaría. Y con lo que hoy no me puedo perdonar ya tengo bastante. Que soy humana, joder.

Y es que hoy no me puedo perdonar no haberme enterado hasta hace un rato, escaso, que andaba yo con otra familia postiza compartiendo miserias de lo más humano y que ahora mismo no tienen ninguna importancia para mí, mirando el jodido Facebook, que Pilar estaba enferma. Tan enferma que se murió hoy mismo. Y no lo sabía porque hace dos años que no hablaba con Pilar más allá del mensaje con mis mejores deseos en Año Nuevo. Y su inmediata y cariñosa respuesta siempre. O viceversa, que estábamos a ver quién era la pistola más rápida a este lado del Mississippi. Bien es verdad que este año no hubo respuesta pero yo es que no llevo la cuenta y cómo me lo iba a imaginar.

Hace poquitos días, también mediante el jodido Facebook, he encontrado a algunos de estos ‘familiares’ (¿hay alguien, aparte de Carles Francino y mi madre, que no tenga Facebook?) y me llevé una inmensa alegría. No han pasado quince días de esto y me dan una de las peores noticias que me podían dar. Eso es la vida, pensarán ustedes. Pues sí. Efectivamente, eso es la vida. Pero en cada uno está, en este caso en mis manos, hacer sentir a los que queremos eso mismo, que les queremos. Con Pilar ya no llego a tiempo, aunque con lo que era, es, ella, ahora mismo estará desplegando esa carcajada cascabel, argentina le llamaban en siglos pasados las gentes letradas, y llamándome tonta a grito pelao, como si lo viera. Pero con los demás aún estoy a tiempo. A ustedes ya si eso se lo diré mañana, que tampoco es que les quiera a todos, un poco de criterio, por favor. Hoy, a mis compis sí que se lo quiero decir: chicas, chicos, sois muy grandes. Muchas gracias. Os quiero.

Pilar, para ti.

A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

‘Elegía a Ramón Sijé’. Federico García Lorca.


Susana, Pilar y Julio. Tres de los más grandes.

Pero son muchos más.

(Foto 'socializada' a Julio. Porque sé que no le va a importar).