viernes, 20 de marzo de 2015

No se puede tener todo



Dolce e Gabbana siempre me han parecido unos horteras de bolera enormes. A mí y a medio mundo, no se crean que soy original. Al otro medio le fascinan su horterez y su exceso y luce orgulloso, el que lo puede pagar para que ellos defrauden al fisco italiano, su desproporción y autobombo. Vestirse con su marca es perder identidad a borbotones para pasar a ser un cartel promocional de la firma.

Dolce e Gabbana son horteras y evasores de impuestos; Domenico y Stefano dos macarras de la moral.

La vena tradicional siciliana de Domenico salió a pacer hace unos días en una entrevista de esas glamurosas de mucho aparentar para escupir que la única familia posible, a los ojos de Dios (que ya es capricho meterle en estos fregaos, sobre todo con su currículo familiar) es la de toda la vida, con padre y madre, heterosexuales ellos, y que, oigan, no se puede tener todo en esta vida, ni siquiera siendo gay, no se crean. "Soy gay, no puedo tener un hijo. Creo que no se puede tener todo en la vida. Es también hermoso privarse de algo. La vida tiene un recorrido natural, hay cosas que no se deben modificar. Una de ellas es la familia”. 

Por si fuera poco, demuestra su estulticia llamando ‘niños sintéticos’, ni que fueran de tergal, a aquellos que se conciben mediante reproducción asistida. Debe pensar el terrorista de la aguja que son concebidos de otra forma que no es mediante el tradicional encuentro entre un espermatozoide y un óvulo.

Para variar, y ante el miedo al boicot que se ha organizado contra su firma, ya ha salido a relucir la consabida disculpa. Pero llegan tarde. “Es hermoso privarse de algo”. Vosotros, de multitud de clientes. Qué hermosura.


(Publicado en Gente en Cantabria el 20 de marzo de 2015).

sábado, 14 de marzo de 2015

La ley del silencio



“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”.
Ludwig van Beethoven

Al insigne sordo le quedó una frase redonda, hay que reconocerlo. De esas que de joven quedan muy apropiadas escritas en la tapa de una carpeta de estudiante y de crápula, en la puerta de un baño público.

Pero el silencio está hecho para ser roto. Si para apreciar la belleza es necesario distinguir la fealdad, o para reconocer el amor hay que haber sufrido el miedo, el silencio no tendría entidad propia si no existiese el sonido. De la música, del mar, del viento, de los millones de ruidos que nos rodean, de las palabras, las protestas, las reclamaciones, las críticas…

No tiene que temer don Ludwing, que no le faltan adeptos que opinan lo que él y velan porque el silencio se conserve sin mácula. Que ni el viento le toque, porque tiene pena de muerte el viento si le toca. (Qué quieren, soy de la generación de Verano Azul).

Todo empezó con un rey campechano saltándose todo protocolo y mandando callar al difunto Hugo Chávez. Y le quedó tan propio y le jaleamos tanto su campechana defensa del canalla que no damos abasto para asistir a réplicas mucho menos campechanas e igual de intolerantes. La última, hace unas horas, de la mano del ministro de Defensa mandando callar con un gesto a la diputada de UPyD que le cuestionaba la (no) actuación de su departamento ante una denuncia de acoso sexual y laboral en el Ejército. 

Este ha sido el exponente más reciente de la afición al silencio que les ha entrado en esta legislatura a los chicos y chicas de la alegre muchachada, otrora tan dicharacheros, pero no la única. Rajoy está absolutamente entregado a esta moda. Arrancó fuerte y desde un plasma, no contestando preguntas de los periodistas, y derrota en tablas ‘ordenando’ al líder de la oposición que no vuelva al Congreso “a decir nada”. 

Tanta es la afición al silencio de nuestro presidente y su alegre muchachada que lo salvaguardan  por ley. La ‘ley mordaza’ que nos ha impuesto su mayoría absoluta nos impide mejorar el silencio del PP. Sale demasiado caro.

(Publicado el 13 de marzo de 2015).

viernes, 6 de marzo de 2015

El ángel exterminador



Cada vez que voy a Comillas y veo el ángel que corona los restos del antiguo templo donde se asienta su cementerio recuerdo a Buñuel y su propio ángel. Cada vez que veo el Congreso de los diputados también.

Bien es verdad que en lo del Congreso Buñuel viene a mi mente inmediatamente después de hacerle un homenaje mental a Berlanga y pensar por enésima vez  que nos dejó demasiado pronto.

La primera vez que la vi pensé que ‘El ángel exterminador’ era el colmo del surrealismo. Luego, cuando la política invadió mi vida e iba teniendo edad para saber a qué labor se dedicaban las personas encerradas en ese hemiciclo oscuro y decadente, lo que pensé es que soy una pardilla. Eso sí era surrealismo del bueno. Y yo perdiendo el tiempo viendo cine mexicano. Dicho todo esto, desde mi absoluto respeto por la política y por la mayor parte de los políticos.

Pero como en la película de Buñuel, allí pasan cosas increíbles que no se sabe porqué pasan, porque no tienen ninguna razón de ser. Hay personajes que se sienten apresados en sus estancias mientras degeneran en seres intratables, mezquinos y que consiguen aquello que tan bien describió Marx, Groucho, llegar a las más altas cotas de la miseria.

Otros personajes, trabajadores esforzados, se sienten impelidos a salir cuanto antes de allí. No es nuestro sitio, parecen haber decidido todos a una.

Pronto llegará el momento en que el impulso irracional cambie de tercio y permita la salida de nuestros anti héroes para, solo un momento después, secuestrarlos en otro lugar del que tampoco querrán salir. Un consejo de administración de una gran empresa no es descartable como marco acogedor.

Fuera, los trabajadores esforzados se manifestarán pero no tendrán público que quiera oírles.

Entretanto, las ovejas sortearán las balas y el ángel exterminador, concluida su tarea, retornará a coronar los restos de aquel antiguo templo, abandonado por el hartazgo de la plebe contra su señor.
Y yo seguiré pensando que Berlanga y Buñuel nos dejaron demasiado pronto.


(Publicado en Gente en Cantabria el 6 de marzo de 2015).